La muñeca

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  Su piel era blanca como la nieve, su cabello dorado como el sol, y sus ojos azules como el cielo. Portaba un vestido rojo que hacía juego con sus zapatos de charol negros, medía cuarenta centímetros y podía sentarse. Tenía cerca de cien años, pero permanecía impecable.

—La quiero.

—Tómela y váyase.

Esas fueron las únicas palabras que intercambiaron el baterista y el extraño dueño de la muñeca. Era un hombre de unos setenta años, de escaso pelo blanco. Caminaba encorvado y tenía una cicatriz en la mejilla izquierda. En sus ojos pardos se veía la locura y paranoia de quien había pasado por un gran trauma.

Cuando Ringo llegó esa tarde a los estudios cargando el objeto como si de un bebé se tratase, sus amigos rieron.

—¿Qué es esa basura?
—No es basura, es una hermosa muñeca.
—Asusta, amigo. Tírala.
—No.

Uno por uno inspeccionó la muñeca, buscando algo raro o diferente.

—¿Por qué compraste esto?
—Primero, me la regalaron. Segundo...no sé, me cautivó desde que la vi.
—Hablas como si fuera una mujer —George soltó una carcajada.

Después de una ardua jornada de trabajo, los cuatro fueron a la casa que compartían, dispuestos a descansar.
Dejaron a la muñeca en el sofá, y en pocos minutos todos estaban acurrucados en sus camas, en los dulces brazos de Morfeo. Al día siguiente, cuando Ringo abrió los ojos, la vio yaciendo a su lado.

—Qué divertido, muchachos.—Dijo para si mismo.

Se levantó y se lavó la cara. Al bajar vio a sus amigos desayunando.

—¿Quién fue? Confiesen.
—¿De qué hablas?-Preguntó Paul, dándole un sorbo a su té.
—Alguno de ustedes puso a Melody en mi cama mientras dormía, y quiero saber quién fue.
—¿Melody?
—Así llamé a la muñeca.
—Nadie puso a Melody en tu cama.
—Claro, ¿ahora resulta que tiene vida?
—No, eso es imposible. Seguro la tomaste estando dormido.
—Tienes razón, a veces soy sonámbulo.

No tocaron más el tema, y después de comer salieron rumbo a los estudios.

—¿Es necesario que la traigas?-Paul miró asqueado la muñeca.
—¿Quieres dejarme en paz? Es mi muñeca, hago lo que quiero con ella.
—Uy, que carácter.

Al llegar, notaron horrorizados que sobre la batería de Ringo, estaba escrito con lo que parecía ser sangre:

 ¿Quieren jugar conmigo?

Todos soltaron un grito de espanto, que llamó la atención de Brian.

—¿Qué les pasa?

George señaló la pared como pudo.

—¿En serio gritaron porque hay una pared? Ven muchas de estas a diario, no tiene nada de especial.

Voltearon a verla. Solo era una planicie vertical color blanco.

—Eh...Queríamos ver si reaccionabas rápido...

—Ahora sabemos que sí...
—¡Qué buen manager eres, Eppy!

El susodicho puso una mano en su frente.

—Como sea. Empiecen el ensayo, es el último del mes.

—¡Lo que significa vacaciones!-Lennon festejó con un pequeño baile.
—No. Lo que significa giras, giras, y más giras.
—Ay...
—Vamos, chicos.

Desganados comenzaron a tocar y cantar, pero se sentían observados.

Aproximadamente a las diez de la noche regresaron a su casa, exhaustos. No pudieron dormir en paz, pues fueron atormentados por horribles pesadillas, llenas de muerte y sufrimiento.

George y Paul despertaron gritando, mientras que John y Ringo lo hicieron llorando. Pasaron unos días más, en los cuales los cuatro fueron atacados inexplicablemente. Las puertas se cerraban solas, los platos se rompían, las luces parpadeaban y estallaban...No podían soportarlo un segundo más. Se desharían de Melody a cualquier costo.

A decir verdad, no costó mucho. La arrojaron a la basura y suspiraron de alivio. El día de la partida llegó, armaron sus maletas y Brian pasó a buscarlos a la hora pactada.

Todos se sentían inquietos y tensos, aunque no lo admitieran. Temían que el avión se cayera por culpa de esa muñeca maldita.

—Esto es ridículo, chicos.-Dijo McCartney de pronto.
—Sabes que no, esa cosa es poderosa.
—¿Y qué? Ya nos deshicimos de ella, estamos viajando al otro lado del mundo. No nos va a pasar nada.

Durante el resto de trayecto hablaron de tema triviales. Al llegar al hotel, cada uno fue hacia su habitación. Se prepararon y salieron a dar su concierto.

El show fue furor. Tocaron sus más recientes éxitos, algunos de los cuales ni siquiera habían salido a la luz. Regresaron al hotel, todos con una sonrisa de satisfacción en sus rostros. Tomaron una ducha y se fueron a dormir.

Ninguno de ellos advirtió un par de ojos que los observaban desde el techo. Unos ojos pequeños y azules, llenos de ira.

A la mañana siguiente Brian se puso su traje beige y arregló su apariencia, y cuando estuvo listo tocó la puerta del cuarto de los chicos. Tocó una, dos veces, y al no obtener respuesta decidió abrirla.

Lo que vio lo dejó estático.

Reconoció el torso desnudo de John, los brazos de Ringo, las piernas de Paul, todo en un solo cuerpo. Pero lo más horrible fue descubrir la cabeza de George sobre los hombros de Lennon. Tenía los ojos cerrados y una expresión de tranquilidad, como si no hubiese estado conciente cuando lo asesinaron. El atroz ser sanguinolento estaba sentado en el suelo con las piernas hacia adelante, como un juguete. En la mesa frente a él, tazas que en lugar de té, contenían sangre, y un plato que en vez de contener galletas, contenía cuatro lenguas rosadas. Una gota roja cayó en el hombro de Epstein, quien miró hacia el techo y vio las palabras allí escritas.

Solo quería que jugaran conmigo...

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Es algo cliché, pero bueno ;-;

Beatles de terrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora