Capítulo 1: A ti, que tanto me has sorprendido.

38 2 0
                                    

        Ella caminaba en silencio, como de costumbre, puede que ese fuera uno de los muchos defectos que poseía la chica. Era silenciosa, no decía mucho y solía intervenir solo si hacía mucha falta su palabra. Siempre iba acompañada por sus auriculares, aunque, ¿quién no lo hacía? Mejor abstraerse de todo y dejar que las horas y las distancias se marchiten, mueran y así hacer que el tiempo pase. Ella iba de camino al instituto, ese pequeño infierno que aunque a ella a veces no le apetecía mucho ir, era de los pocos sitios donde solía acudir con regularidad, aunque fuese por obligación.

        Llegó y miró la enorme cristalera que ocupaba la entrada del imponente edificio. Éste no tenía nada de especial y en realidad lo tenía un poco visto. Entró, ya que ya habían abierto las puertas y se frotó las manos para entrar un poco en calor. Allí dentro esperó a su compañero de batallas. Un chico realmente guapo. De metro ochenta, con un tupé color negro que siempre llevaba repeinado, excepto esos días en los que se iban a dar una vuelta para hacer ejercicio. Él tenía unos enormes ojos color chocolate que él odiaba y siempre se quejaba de que ella tenía unos bonitos ojos verdes y que lo acomplejaban, pero siempre lo decía en un tono tan cachondo que luego se reían de lo estúpido que había sonado. Tenía unos finos labios rosa claro y una sonrisa, que si bien no era recta del todo a él le favorecía. Por el contrario, bajo su barbilla tenía una pequeña papada, que era uno de sus pocos defectos. Tenía un cuerpo esbelto y ágil, más no tenía músculos delineados, ni una tableta en su abdomen, pero eso a él no le importaba, es más, siempre decía como broma que la tableta él la tenía por dentro y no por fuera. El chico en el cual se había quedado pensando apareció por la puerta colocándose bien el gorro de lana, la verdad es que hacía mucho frío en el invierno que ahora cubría a su pueblo. 

        -Buenos días-lo saludó ella dándole un abrazo y un pequeño beso en su mejilla.

        -Buenas-le devolvió el saludo él, sonriente-. Pfff, cero ganas de educación física a primera, ¿por qué nos hacen pasar este sufrimiento?-él era un dramático, cosa a la que se quería dedicar en su futuro. 

          -Cero ganas de correr ahora mismo, me hubiese quedado en la cama calentita.

        -¿Y quién no, Gis? ¿Y quién no?-rieron. Todas las mañanas de miércoles ocurría la misma escena, se quejaban de que les tocaba educación física, pero luego siempre hacían comentarios del tipo: "En realidad es bueno para nosotros", "Pues el profesor este me cae mejor que la del año pasado", "Hombre, eso desde luego, con aquella tipeja de metro cincuenta, a quién le iba a gustar la asignatura" y tras comentarios así reían hasta tener flato, ya que no paraban de correr a la vez. El timbre resonó en los oídos de los dos amigos y de todos los que en el recibidor habían. Salieron por la puerta que daba al patio y se metieron en el pabellón. Allí ya les esperaba su amiga de la otra punta del pueblo. La chica se tiró encima de ella en el mismo instante en que la vio. La chica de la otra punta del pueblo era más bien bajita, uno cincuenta y poco, con un cabello rizado hasta el trasero, de color carbón, más lo llevaba recogido en una coleta, debido a la normativa de la asignatura. Sus ojos, dos rendijas negras rodeadas de largas pestañas. Sus labios, dos trocitos de sandía que siempre estaban ocupados por una sonrisa. La chica era delgada, más poseía unas buenas curvas donde debía.

        -Buenos días-canturreó la del pelo rizado. Los dos amigos, Mags, el chico, y Gisselle, la chica, rieron. Aquella siempre estaba de buen humor.

        -Buenos días-dijo Gis con una deslumbrante sonrisa. Los tres se sentaron en la grada a la espera del resto de compañeros y del profesor mismo.

···

        La clase había sido buena al fin y al cabo, ya que el profesor les trajo una sorpresa que alegró a los tres amigos. Una buena clase de bachata, para cambiar un poco la costumbre. Después de esa tuvieron dibujo y ética. En la última antes del primer recreo lo habían pasado de risa en risa, no podían parar, a demás de que el profesor era un cachondo y se reía con ellos. En el recreo ya, los tres amigos atravesaban el patio en dirección a la tienda de bocadillos y dulces que había dentro de la institución. Ariadna, la chica de cabello rizado, pidió una bolsa de patatas con sal, Mags, un bocadillo de tortilla con alioli y Gisselle un croissant con chocolate por encima. Salieron de allí comiendo como si el mundo se fuera a acabar, eran unos glotones, era de las pocas cosas que los tres tenía en común. 

A ti, sin llegarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora