Capítulo 2: A ti, que me preocupas sin que te importe

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        Abrió los ojos por culpa del sonido de la lluvia, había amanecido un día gris y lluvioso, caía lluvia a cántaros. Se levantó de la cama con pereza y se estiró una vez de pié. Anduvo hasta el baño y meó. Fue a desayunar y lo hizo de forma ligera. Volvió a su cuarto y se vistió; se puso unas mayas gruesas negras y una sudadera larga negra con letras grandes y blancas: "BITCH PLEASE", las deportivas blancas y un gorro gris en la cabeza, sin peinarse. Cogió la mochila y el móvil, que estaba enrollado por los auriculares. Salió tras despedirse de su familia y caminó hacia allí. Mirando el teléfono, caminando en silencio y pensando en el beso soñado en la siesta. De repente alguien se cruzó en su camino y la hizo caer. Vio pasar a la chica que iba corriendo y que la había tirado. Resopló y siguió caminando hasta llegar al instituto. 

        Matemáticas a primera, lo único que la animaba era que iba a poder admirar al chico de sus ojos, al de sus pensamientos y sus sueños. Se sentó y sacó todo el material. El puesto delante de ella estaba vacío para cuando el profesor empezó a explicar. Algo iba mal, él nunca faltaba a clase, nunca desde que empezó el curso. Ella se estaba empezando a preocupar mucho, y no podía preguntar a nadie, porque sino le preguntarían que por qué quería saberlo y a eso ella se quedaría sin habla y no sabría que contestar. Se pasó toda la hora por no decir todo el día escolar preocupadísima por una persona que ni tan solo sabía que existía. Estuvo todo el tiempo mordiéndose las uñas, cosa que solo hacía cuando estaba nerviosa por algo. Ariadna y Mags no se percataron del detalle, y menos mal, pensó ella, porque ni siquiera sus mejores amigos sabían de su pequeña idolatración hacia el castaño. Cuando llegó a su casa encendió Twitter y repasó toda la TL hasta que lo vio, un tweet que llamó su atenció: "Enfermo en casa :'( Alguien que venga a cuidarme?" el primer pensamiento que apareció en la cabeza de Gisselle fue: "¡Yo! ¡Yo! ¡Yo voy!" pero luego volvió a la realidad y su preocupación por no saber nada de lo que le había pasado, pasó a ser una preocupación por su estado físico. La llamaron a comer y fue a la cocina, saludó a su padre y comieron como siempre. Al acabar, el mismo ritual: recoger plato y vaso, lavarse las manos y los dientes, y de nuevo al cuarto. Se tiró en la cama, de repente sonidos que provenían de la ventana la hicieron levantar la cabeza. Se levantó por completo de la cama y fue hasta la ventana, desde allí vislumbró, por culpa de la lluvía, a un par de hombres de la mudanza que metían cajas en el cuarto cuya la ventana daba a la suya. Intentó forzar un poco la vista para conseguir ver algo entre las gotas que del cielo caían. Suspiró, debía ser la familia que se había mudado al bloque del lado. Tenía curiosidad por saber si tenían hijos, y si estos eran jóvenes. Se giró y volvió a la cama, hacía día de manta y sofá, pero tenía que hacer un trabajo sobre la primera guerra mundial, para el día siguiente. Se puso manos a la obra hasta que la alarma que siempre la despertaba de la siesta le indicó que debía ir a por Samuel. Cogió el chubasquero y se enfundó en él. Cogió el paraguas antes de salir y se guardó el móvil y las llaves en los bolsillos del chubasquero. Salió con el paraguas abierto y caminó despacio hasta la parada del bus donde recogería a Samuel. Llegó al mismo tiempo que el bus y cogió a su hermano en brazos, colgándose la mochila en el otro brazo. Caminó deprisa hasta meterse en el portal del particular.

        -No me gusta la lluvia-dijo Gis.

        -A mí sí, es muy bonita-dijo el chiquillo. La hermana le dio la merienda y él se la comió más a gusto que nada. El niño subió alegre por la escalera y ella se fue medio corriendo medio no hasta su casa, tenía ganas de quitarse los zapatos y que el agua bañara su cuerpo frío y engarrotado.

···

        Al salir de la ducha suspiró a gusto, le había sentado de perlas las bendita ducha, se sentía como si hubiese vuelto a nacer. Salió en albornoz a la habitación y se lo quitó, se puso la ropa interior tranquila, y luego el pijama. Se sentó frente a la libreta de los deberes y puso una hoja nueva. Cogió un lápiz con ligereza y dejó que este fluyera por la hoja:

A ti, sin llegarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora