Capítulo 5

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Capítulo 5

MARÍA era consciente de la mirada de Esteban cada vez que miraba en su dirección. Consciente de la reacción de su propio cuerpo ante su más ligero contacto. El más leve roce de sus dedos incendiaba su piel, la inundaba de un calor que alcanzaba sus rincones más secretos, esperando que un soplo de oxígeno los abanicara y convirtiera en una hoguera.

«Su beso...».

Mejor no pensar demasiado en ese beso. Se suponía que su relación debía ser platónica, pero el beso de Esteban no había sido platónico. Ella había sufrido una sobrecarga sensorial y se preguntó si alguna vez se recuperaría. O si dejaría de desear que la besara de nuevo. ¿Y por qué dejarlo en unos besos? Esteban había despertado algo dentro de ella, algo famélico y ansioso que suplicaba ser aplacado. En su mente surgió la idea de pedirle que retocara las normas de su matrimonio. Sería la oportunidad ideal para conseguir algo de experiencia. Un matrimonio de seis meses en el que podría concederse las delicias de la carne. ¿Qué podría perder aparte de su virginidad?

«¿Tu orgullo?», intervino su conciencia. «Él puede tener a cualquiera. Ni siquiera eres su tipo. ¿Cómo se te ha ocurrido que podrías satisfacerle ni siquiera durante seis minutos?».

Esteban tomó una copa de champán y se acercó a María. Miró al cura y de nuevo a ella. –Padre Pasquale está disfrutando con la comida de Rosa.

¿Cuánto tiempo lleva Rosa aquí? –Desde que yo era un bebé –contestó María–. Es su hogar tanto como el mío. –¿Y qué haría ella si tuvieras que venderlo y marcharte de aquí?

–Yo jamás vendería el castello. Y no quiero vivir en otro lugar.

–¿Cómo vas a cubrir los gastos? –Esteban le sostuvo la mirada–.

Necesita obras.

–¿Es este el mejor momento para hablar de eso? –María vació su copa–. ¿El día de la boda? –¿Hace falta que te recuerde los términos del matrimonio? –él frunció el ceño.

–No –ella lo fulminó con la mirada–. ¿Hace falta que te los recuerde a ti? Ese beso fue bastante entusiasta para alguien que insiste en mantener las cosas sobre el papel.

Esteban deslizó la mirada hasta su boca y el aire palpitó con creciente intensidad.

–Pero no fue solo por mi parte, ¿verdad, cara? Tú me acompañaste desde el principio –su voz, profunda y ronca, le provocó un cosquilleo en la columna a María. Y ante el brillo de su mirada, algo caliente y líquido se esparció entre sus muslos.

María se dispuso a dar media vuelta, pero él la agarró del brazo. Un estremecimiento le atravesó el cuerpo al sentir esos largos, fuertes y bronceados dedos. Bajó la mirada a la mano posada sobre su piel y la cálida y líquida sensación en la parte inferior de su cuerpo se propagó como un incendio por su pelvis. María levantó la mirada hasta sus ojos y enarcó altivamente las cejas.

Dulce DespertarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora