Capítulo 6

640 50 0
                                    


Capítulo 6

DEBERÍA dejar de besarla antes de perder el control. No debería atraerla hacia su cuerpo cuando estaba a punto de estallar. Estaba siendo un completo estúpido por sentirse tentado de modificar las condiciones del contrato matrimonial. Pero en ese instante, lo único de lo que Esteban era capaz era de explorar la suave boca y dejar que sus sentidos corrieran libres con el dulce y tentador sabor de los labios de María. Con un suave suspiro ella se le abrió y Esteban sintió un cosquilleo en la base de la columna ante el contacto con su lengua, tímida y a la vez juguetona, inocente y a la vez osada. La necesidad lo impulsó a besarla más apasionadamente, a abrazarla con más fuerza, a olvidar todas las restricciones que había impuesto en su relación. Sería temerario, estúpido, pero en ese momento se moriría sin esos labios.

María se apretó contra él, rodeándole el cuello con los brazos, el joven y fino cuerpo encajándose contra el suyo como si estuviese hecho a medida para él. Esteban se moría por explorar la suave perfección de sus pechos, por deslizar sus manos sobre su piel, por aspirar su olor, por saborearla de la manera más íntima posible.

Posó las manos sobre las caderas de María y la sujetó contra el palpitante latido de su pelvis, conciencia frente al cuerpo. Por fin consiguió apartar los labios, pero no fue capaz de soltarla.

–Sabes que esto no puede ser –la voz de Esteban surgió ronca como si hubiera tragado cristales.

–¿Por qué no? –ella lo miró con ojos brillantes de excitación–.

Somos adultos que consienten.

Esteban la agarró de las muñecas y apartó sus brazos del cuello, pero no la soltó. Su deseo era como un potro mascando el bocado.

–Ya sabes por qué.

–¿Porque soy virgen, por eso? –ella apretó los labios.

–No es solo eso –Esteban la soltó y se apartó mientras se mesaba los cabellos en un intento de devolver el pulso a un ritmo parecido a lo normal.

–¿Insinúas que no me encuentras atractiva? ¿No me deseas? –la voz de María surgió temblorosa.

–Te encuentro extremadamente atractiva y deseable –Esteban suspiró–, pero no me casé contigo por ese motivo. No forma parte del trato. Complicaría mucho las cosas cuando todo termine.

–¿Y eso cómo lo sabes? La gente vive aventuras sin enamorarse.

¿Por qué nosotros no?

–Eres joven, María –él puso algo más de distancia entre ellos, pero aun así sentía la magnética atracción–. No solo en años sino en experiencia. Tú misma lo dijiste, no has salido del castello desde hace diez años. Diez años cruciales para madurar.

Dulce DespertarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora