Capítulo 1

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Capítulo 1

María Bellante miró horrorizada al abogado de su padre.

–Pero tiene que haber algún error. ¿Castello Mireille, hipotecado? Pertenece a mi familia paterna desde hace generaciones. Papá nunca mencionó que debiera dinero al banco.

–No se lo debía al banco –Bruno Rossi, deslizó unas hojas hacia María–. ¿Has oído hablar de Esteban Ferrantelli? Dirige la empresa global de desarrollo de la propiedad de su difunto padre. También produce vino, y está muy interesado en variedades de uva poco comunes, algunas de las cuales están en las tierras de Castello Mireille.

María posó la mirada en los papeles y sintió un ligero escalofrío.

–He oído algo... –aunque había pasado años aislada en la residencia familiar, hasta ella había oído hablar del atractivo y multimillonario playboy. Y había visto fotos. Y se había mareado como casi todas las mujeres entre quince y cincuenta años–. ¿Cómo ha podido suceder? – preguntó–. Sé que papá insistió en reducir gastos, pero no mencionó nada sobre pedir prestado a nadie. ¿Cómo puede ser signor Ferrantelli el dueño de prácticamente todo mi hogar? ¿Por qué papá no me lo contó?

¿Era el modo que tenía su padre de obligar a su hija ermitaña a salir del nido? ¿Dónde iba a encontrar el dinero necesario?

Bruno se sujetó las gafas sobre el puente de la nariz.

–Al parecer tu padre y el de Esteban tuvieron alguna relación comercial hace años. Él contactó con Esteban para pedirle ayuda cuando la tormenta golpeó el castello el año pasado. Su póliza de seguros había caducado y tendría que vender si no encontraba quien le financiara.

–¿El seguro había caducado? –María parpadeó–. ¿Por qué no me lo dijo? Soy su única hija. Su única familia.

–Orgullo –Bruno Rossi se encogió de hombros–. Vergüenza. Remordimiento. Tuvo que rehipotecar la finca para pagar las reparaciones. Esteban Ferrantelli parecía la única opción, dado el estado de salud de tu padre. Pero el plan de reembolso no salió según lo previsto.

María frunció el ceño mientras una jaqueca producto de la tensión la apuñalaba detrás de los ojos. ¿Era una pesadilla? ¿Iba a despertar y descubrir que no había sido más que un mal sueño?

–Sin duda papá sabía que al final tendría que devolverle al señor Ferrantelli todo el dinero prestado. ¿Cómo dejó que la cosa llegara tan lejos? ¿El señor Ferrantelli no averiguó que papá no iba a poder devolverle el préstamo? ¿O pretendía desde el principio arrebatarnos el castello?

–Tu padre era un buen hombre, María –Bruno suspiró–, pero no se le daban bien las cuentas, sobre todo desde el accidente. Tu madre era la única con solvencia económica, pero murió en el accidente. Tu padre no siempre seguía los consejos de sus contables y consejeros financieros.

Dulce DespertarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora