Capítulo 3

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Capítulo 3

MARÍA no lo admitiría ni bajo tortura, pero le empezaba a gustar pelearse con Esteban Ferrantelli. Cada intercambio de palabras le producía un burbujeo de excitación. Esteban era inteligente, ingenioso y encantador, y ella debía mantenerse alerta para estar a su nivel.

No entendía por qué le había dado el anillo de pedida de su abuela.

Menos mal que no lo había perdido.

Él no parecía nada apegado a la joya, pero ella se había enamorado nada más verla.

La breve mención de su padre y su hermano le intrigaba. Básicamente porque Esteban parecía reacio a hablar de ello. Su expresión no había reflejado gran cosa, y su voz aún menos. Pero ella había percibido dolor, un dolor profundo.

Quizás Rosa tuviera razón y Esteban Ferrantelli tuviera más de una capa en su personalidad.

Ella conocía de sobra el dolor emocional profundo. Hablar de su madre, pensar en el accidente y sus consecuencias, la lanzaba a una espiral de desesperación. La culpa era su constante compañera. ¿Acaso no había sido culpa suya que su padre perdiera el control de las finanzas? Después del accidente no había vuelto a ser el mismo. Perder a su esposa, y el uso de sus piernas, además de sufrir una lesión cerebral, lo había cambiado, y la culpa era suya. No había nada que ella pudiera hacer para cambiarlo. Lo justo sería que se casara con Esteban Ferrantelli y reclamara la herencia familiar.

Era su penitencia. El precio a pagar. Pero necesitaba tomar ella la decisión de casarse con Esteban, no tener la sensación de que él la había obligado.

–Debemos hablar de la luna de miel –la expresión de Esteban era inescrutable–. ¿Hay algún lugar en especial al que le apetezca ir?

¿Luna de miel?

Los ojos de María se abrieron tanto que pensó que le iban a saltar de las órbitas. Se llevó la mano a la garganta, pues allí era donde sentía el corazón.

–¿Una... una luna de miel? ¿Para qué? Ha dicho que sería un matrimonio sobre el papel nada más. ¿Para qué necesitamos irnos de luna de miel? –incluso la palabra hacía que sintiera cosquilleos y que el corazón se le acelerara. También sintió un intenso calor por todo el cuerpo.

Esteban enarcó una ceja ante las protestas balbuceadas y su mirada brilló burlona.

–Me parece bien una boda tranquila aquí en el castello , pero insisto en una luna de miel. Le dará más credibilidad a nuestro matrimonio si nos ven partir juntos durante un breve tiempo.

Dulce DespertarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora