Me sentía perdida, estaba en un abismo dónde muchas dudas y preguntas rondaban mi cabeza, en ese momento no supe qué hacer y tampoco podia encontrar soluciones o respuestas.
Además de mi soledad yo solo podía confiar en el sol, en la luna, en las estrellas y en las nubes grises, porque era a ellas a quienes les contaba mis penas, mis dudas, eran ellas las únicas que me veían llorar y las únicas que me daban calma y tranquilidad.
Un día salí al amancer porque me sentía devastada, miré hacía arriba, pero el sol no estaba allí, esperé todo el día pero no apareció, me desespere y entonces llegó la noche volví a mirar al cielo esperando ver la luna y las estrellas, pero tampoco estaban allí, seguí esperando a que tal vez se formara una nube, pero el cielo estaba más despejado que nunca.
Estaba cansada, triste y preocupada recostada en mi cama, en algún momento el sueño se apoderó de mí y me quedé dormida.
Esa noche aparecieron todas en mi sueño. Cuándo las vi corrí hacia ellas llorando y sintiedo un poco de decepción, pues me sentía abandonada. Pero entonces hablaron.
El sol:- lamento no haber aparecido, pero mi trabajo es decirte la verdad e iluminarte el camino hacía tú felicidad.
La Luna y las estrellas:- también lo sentimos mucho, pero nuestro trabajo es iluminar tu camino para que estés a salvo por las noches y por cierto tenemos que ser sinceras contigo.
Las nubes grises:- nosotras estamos allí para que cuándo llores y sientas dolor nuetra lluvia caiga sobre ti haciendo que todo eso se vaya con ella, con nuestra lluvia limpiamos tú alma y nos llevamos tus lágrimas. Y por supuesto también somos honestas.
Me sentía confundida, si eso era lo que hacían entonces por qué razón no habían aparecido, por qué estuve el día y la noche sin ellas.
Me dijeron que está vez no podían ayudarme, porque yo sabía las respuestas y tenía la solución, yo misma podía calmar mi dolor y responder a mis dudas haciendo lo correcto, pero las busqué a ellas esperando que me mintieran, esperando a que dijeran lo contrario, esperaba una señal para no hacer lo correcto, aunque ellas tan estrictas no lo permitieron.
Las nubes me miraron con dolor, me dijeron que harían llover para quitar el dolor, para llevarse todo mi sufrimiento, pero debía hacer las cosas bien .
Entonces corrí hacia ellas en busca de consuelo y solo desperté, me levanté directo a mirar por la ventana y allí estában, caían grandes gotas de lluvia por lo que asomé mi cara hacia afuera y sentía cómo de a poco mis lagrimas desaparecían con esas dulces gotas que parecian caricias en mi rostro y poco a poco sentía también a mi corazón reconstruyendose.
Fue entonces que tuve el valor para avanzar y seguir mi camino haciendo lo correcto. Entendí que de nada servía seguir mintiendome a mí misma, esperando algo que jamás iba a ocurrir.
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