Esa noche, salí del trabajo a las 8:00 p.m. y traté de pedir un Uber como solía hacer los miércoles y jueves. Sin embargo, debido a que había un concierto, conseguir uno resultaba complicado. Al ver la alta demanda, decidí no estresarme y opté por tomar un taxi que, afortunadamente, pasaba justo en ese momento. Cuando intenté subir, el conductor se disculpó y amablemente me pidió que me sentara en el asiento delantero, explicándome que acababa de dejar a unas personas que regresaban de la playa y no quería que me mojara. En ese momento, solo quería llegar a casa, así que acepté y me senté delante como me indicó. Al principio, pensé que tal vez era solo una excusa para enamorarme, pero se mantuvo muy callado y solo habló para pedirme indicaciones sobre cómo llegar a mi destino.
Llegamos a mi casa y, como no estaba acostumbrada a tomar taxis, tardé un poco en encontrar cambio para pagarle al taxista. Rebusqué frenéticamente en mi cartera hasta que él se impacientó y me dijo que podía darle lo que tuviera a mano, incluso si no era el monto completo. Al bajarme, le pedí disculpas y le agradecí su amabilidad. Luego, entré rápidamente a casa, ansiosa por ducharme y dejarme envolver por la calidez de mi cama. Sin embargo, apenas había pasado un minuto desde que entré cuando tocaron la puerta. Al abrir, me sorprendí al verlo parado allí. Se suponía que tendría clases hasta las 10:00 p.m., por lo que los miércoles y jueves no podía pasar a buscarme al trabajo. Quise saludarlo con un abrazo, pero estaba muy alterado y me gritó cosas horribles. Era como si fuera una persona completamente diferente a la que yo conocía. Insinuaba que el conductor del taxi era mi amante, o más bien estaba completamente convencido de eso. Jamás imaginé que sentarme delante en un taxi podría hacerlo decirme tantas cosas. Traté de explicarle que solo era un taxista, pero él no me dejaba hablar; estaba como loco.
—A ver, enséñame el viaje del Uber.
—No era un Uber, ya te dije que era un taxi normal porque los Uber...
—¡¿Tú crees que yo soy estúpido?! Precisamente el único día de tu vida que tomas un taxi normal te montas delante. ¿Verdad?
—Mi amor, sólo me monté delante porque los...
—No me digas más nada. ¡No quiero volver a verte! ¡Olvida que existo!
Se marchó y me dejó en la puerta llorando como una estúpida, mientras se iba sin mirar atrás. No podía concebir la idea de que se alterara tanto solo por verme llegar sentada en el asiento delantero de un taxi. ¿Acaso me estaba vigilando? ¿Por qué, si había salido temprano de la Universidad, no me llamó para pasarme a buscar como solía hacerlo? ––me hacía estas preguntas una y otra vez. Sus palabras y su desconfianza me dolieron profundamente, pero aún así tenía la esperanza de que luego se le pasaría la ira y me escribiría para pedirme perdón. Sin embargo, unas horas más tarde, al revisar mi teléfono, me di cuenta de que me había bloqueado por todos lados.
Llegó el sábado y aún no había sabido nada de él. Como era mi día libre, decidí ir a su casa para que pudiéramos hablar como dos personas adultas. Si todo iba a terminar, quería hacerlo de la manera correcta y no con gritos y reproches.
Pedí un Uber y en el camino iba pensando en que quizás estaba pasando por alguna situación y que por alguna razón explotó conmigo. Tenía que saber qué había provocado esa actitud porque nunca lo había visto así. Cuando estábamos a unos minutos de su casa, alcancé a ver su carro venir en dirección opuesta, y cuando se acercó un poco más, no podía creer lo que mis ojos estaban viendo, y empecé a llorar.
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Mi primer amor
Short Story¿Leerías una historia que sabes cómo termina? Descubre la historia que inicia con un mensaje de texto dando fin a la relación.