Las hojas de papel

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"Jorge y Susan", "Niki y Alberto". Las hojas estaban llenas de estos nombres, adornados con corazones de distintos tamaños. Sentí una gran emoción, una chica estaba interesada en mí y me resultaba difícil de creer. Raulín, un poco decepcionado porque no había sido uno de los agraciados, enseguida me dijo: ¡que suertudos!

Alberto era uno de nuestros amigos, así que de inmediato fuimos a contarle lo que habíamos hecho y lo que habíamos encontrado. Mientras caminábamos y Raulín hablaba de cómo debía abordar a Susan, pensamientos negativos comenzaron a apoderarse de mí: ¿Y si solo fue una manera de burlarse? ¿Cómo podría saber si esa chica realmente estaba interesada en mí? Estas fueron algunas de las preguntas que cruzaron por mi mente.

Le contamos a Alberto y a los demás, y quedamos en que la noche siguiente teníamos que volver a sentarnos en aquel lugar. De igual manera, el típico amigo que sabe un poco de todo el mundo, comenzó a hablarnos sobre ellas, y Susan parecía ser alguien que valía la pena conocer. Siempre he sido de los que les dan muchas vueltas a todo, y esa para mí fue una larga noche. De pronto, solo pensar en la posibilidad de que tuviera cierto interés por mí, hizo que las cualidades de Susan me golpearan como olas en tiempos de tormenta. De un momento a otro, quien para mí era solo una persona más, empezó a convertirse en la persona ideal. Es increíble cómo a veces tenemos personas a nuestro alrededor que, si nos detenemos un instante a estudiarlas, puede que tengan todo lo que buscamos; sin embargo, solemos mirar tanto hacia el horizonte que no notamos la belleza de lo que está justo ahí, delante de nosotros.

La noche siguiente llegó. Mi pesimismo y baja autoestima se encargaron de convencerme de que todo era falso, de que lo que decía en esas hojas de papel no tenía ningún significado más que una manera de matar el tiempo para dos chicas aburridas. Sin embargo, mis amigos insistían en que en verdad estaban interesadas, por lo que luego de unos minutos sentados en aquel banco de cemento, les mandaron a decir a Niki y a Susan que Alberto y yo queríamos hablar con ellas.

Mientras el niño con quien se les mandó a decir regresaba hacia nosotros, mis manos comenzaron a sudar. Siempre fui tímido y me resultaba sumamente difícil acercarme a las chicas. Convencido de que lo que habíamos encontrado la noche anterior no significaba nada, no le había dado tanta importancia durante el día, y digamos que no estaba mentalmente preparado para un encuentro.

—Dicen ellas que vienen ahora —dijo el niño.

Tan pronto esas palabras salieron de su boca, mis amigos se levantaron dispuestos a irse, dejándonos a Alberto y a mí solos para recibir a nuestras "futuras novias", como ellos las llamaban. A diferencia de mí, Alberto sabía cómo desenvolverse con las chicas, y eso me dio un poco de alivio, ya que solo tendría que seguirle la corriente. Aun así, mis manos no dejaban de sudar, y el movimiento continuo de mis pies hacían notar mis nervios.

Al cabo de unos minutos, vimos a Niki cruzar el pequeño puente sobre la cañada. Al notar que solo ella venía hacia nosotros, dejé escapar un ligero suspiro mientras pensaba: "¡Uf! Al menos tendré la oportunidad de saber de qué se trata esto antes de tener a Susan de frente, si es que llega a pasar.

—¡Buenas noches!

—¡Buenas noches! —respondimos a la par.

El momento había llegado, al fin sabríamos cuáles eran sus intenciones.

Mi primer amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora