El inicio

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Pensé que ya nada podía lastimarme más que el primer mensaje. Sabía que probablemente mantendría su postura y luego me tocaría luchar, luchar por ella con todas mis fuerzas. Pero no imaginé que este segundo texto, me dolería aún más, pues este decía: "Así, ya no quiero ser tu novia, no me busques".

Expresar mis sentimientos no sirvió en lo absoluto; ella lo ignoró por completo y ni siquiera se molestó en darme una explicación. No me dijo la típica frase de "fue lindo mientras duró" o "te deseo lo mejor". Nada.

¿Cómo es posible recibir tanta frialdad de alguien que decía amarte? ¿Cómo es posible que haya pasado de un último mensaje la noche anterior diciendo "te amo, que duermas bien" a un "ya no quiero estar contigo"? ––me hacía estas preguntas una y otra vez.

Eran las 2 y algo de la mañana, e intentar dormir era imposible. Mi cabeza estaba a punto de reventar. No dejaba de pensar en lo que pudo haber sucedido entre el mensaje de la noche anterior y el que desplomó mi mundo por completo. Nada tenía sentido y me preguntaba: ¿Qué pudo haber pasado en menos de 24 horas? Entonces entendí que quizás debía retroceder más, hasta ocho meses antes, cuando todo empezó.

Todos los días al anochecer, mis amigos y yo nos sentábamos debajo de un poste de luz; chistes, cuentos, darle cuerda a alguien, etc., esa era nuestra rutina diaria. Por alguna extraña razón que no recuerdo, esa noche decidimos sentarnos en otro lugar, uno en el cual nunca nos habíamos sentado. Un rato más tarde, pasó algo que jamás imaginé que cambiaría mi vida.

Estábamos sentados en un banco de cemento, y detrás, como a unos dos metros, se encontraba un muro que nos separaba de una cañada. Este no era tan alto, lo que nos permitía ver perfectamente el patio de la casa de una chica llamada Niki. Escuchamos algunas risas y volteamos a mirar, y allí estaban, Niki y ella, Susan. En aquel entonces no sabía ni su nombre. La había visto un par de veces, pero era solo eso, una chica más del barrio.

Sus risas parecían burlonas y, como mis amigos y yo no éramos los más populares, asumimos que solo chismeaban, y decidimos ignorarlas. Las carcajadas continuaron, y notamos que escribían algo en hojas de papel que después lanzaban a la cañada. Los chicos no le dieron mucha importancia, pero Raulín y yo teníamos una gran curiosidad por saber qué decía en esas hojas de papel. Luego de unos minutos, nos fuimos. Como no acostumbrábamos a sentarnos en ese lugar, pues no nos sentíamos cómodos. Además, el hecho de tener dos chicas detrás de nosotros, aparentemente burlándose, hacía las cosas aún más difíciles.

Mientras caminábamos, Raulín se me acerca y me pregunta:

—Jorge, ¿tú de verdad quieres saber qué era lo que Niki y Susan estaban escribiendo y tirando a la cañada?

—Sí, me quedé con la curiosidad, pero supongo que nunca lo sabremos.

—Si de verdad quieres saber —hizo una pequeña pausa mientras reflexionaba en lo que estaba a punto de decir—, bajemos a la cañada y busquemos las hojas que tiraron. Es el único modo.

—¡¿Tú estás loco?! Ahí es que se burlarán de nosotros. Quizás eso era lo que querían, que bajáramos a la cañada como tontos para seguir burlándose.

—Puede que eso sea cierto, pero si no hacemos nada, no podremos saberlo. Además, ellas no tienen que vernos, sólo tenemos que esperar a que sea más tarde y damos una vuelta. Si aún están ahí, seguimos caminando, y si no, entonces bajamos rápidamente, buscamos lo que tiraron, y asunto resuelto.

—Mmm, está bien, creo que lo podríamos hacer así.

Queríamos esperar por lo menos una hora, pero la curiosidad solo nos permitió aguardar unos 20 minutos. Yo, como siempre, dejándome convencer de Raulín, iba rumbo a la cañada arrepintiéndome con cada paso que daba, y a la misma vez, pensaba en qué tipo de disparates pudieron haber escrito de nosotros. Llegamos y todo iba bien, hicimos como que a uno de los dos se le había quedado algo en el banquillo, y así pudimos acercarnos y confirmar que las chicas no estaban cerca. Con agilidad, saltamos el muro rápidamente y bajamos a la cañada. Entre la basura y la oscuridad, con ayuda de la tenue luz que nos daba la pantalla de mi Nokia 1100 (sí, el del juego de "la culebrita"), pudimos encontrar tres de las hojas que habían tirado, y ¡vaya! Qué sorpresa me llevé al ver lo que decían, no lo podía creer.

Mi primer amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora