Historia de Elizabeth - Quinta Parte

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A su lado iba su ex, de la que supuestamente se había separado porque ya no sentía nada por ella. Era obvio que estaban en su casa. ¿Acaso habían amanecido juntos? ¿Habrá sido esa la razón por la cual me dejó haciéndose pasar por la víctima? ––estas interrogantes no dejaban de dar vueltas en mi cabeza. Eran tantas las preguntas sin respuestas y me sentía tan confundida que llegamos a su casa y ni siquiera me había dado cuenta. El conductor tuvo que llamar mi atención dos veces para poder escucharlo, con cara de preocupación me preguntaba si todo estaba bien, ya que tenía el rostro empapado en lágrimas. La voz no me salía, pero hice un esfuerzo y le pedí que me llevara de regreso a mi casa.

No podía creer que me había hecho tal cosa, hacerme quedar como la villana del cuento solo para terminar nuestra relación e irse a los brazos de su ex. ¿Acaso era tan difícil decirme la verdad? ¿Decirme que ya no quería estar conmigo, que ya no me amaba, que quería regresar con ella? ––me seguía preguntando. Me hubiese dolido, pero no tanto como me dolió el hecho de que me hiciera quedar como una cualquiera y que me dijera tantas cosas después de todo lo que habíamos vivido juntos. Todo mi mundo se derrumbó. Sentía un nudo en la garganta que no me permitía comer. De repente, todas las canciones de desamor tenían sentido y empecé a juzgar a todas las parejas que veía "felices". Para mí, el amor se había convertido en un vuelo efímero hacia el punto más alto del cielo, donde te eleva con alas doradas, solo para luego soltarte en caída libre hacia el abismo más profundo. Quería pasar la mayor parte del tiempo durmiendo para escapar de la realidad, de esa realidad tan dolorosa que estaba viviendo. Sin embargo, llegué a un punto en el que, aun teniendo sueño, no podía dormir. Mis pensamientos abrumaban mi mente y la profunda tristeza que sentía desgarraba mi corazón. Es irónico pensar que la persona que puede hacerte más feliz es también la que puede hacerte más daño. Todo quedó ahí. No lo volví a buscar, ni él a mí. Varias veces sentí unas inmensas ganas de decirle de todo, de reprocharle el descaro de haberme dejado de una manera tan cobarde para regresar con su ex. Pero no lo hice. Entendí que no valía la pena siquiera dirigirle la palabra a una persona así. No le daría el placer de saber cuánto me había dolido lo que hizo.

Pasaron alrededor de dos meses cuando comenzó a buscarme. Trató de comunicarse conmigo de varias maneras, pero no le hice el favor de escucharlo. No se atrevía a ir a mi casa por la vergüenza que sentía después de haberme hablado como lo hizo delante de todos. Se me apareció en el trabajo y lo amenacé con ponerle una orden de alejamiento para que me dejara en paz. Aún lo quería y me dolía que fuera así, pero el rencor que sentía en esos momentos era mayor. Un día, al llegar a casa, lo vi acercarse. Al parecer, me estaba esperando justo como lo hizo aquella noche. Tan pronto como me vio llegar, se acercó a mí. Estaba pálido y tenía unas ojeras muy marcadas, parecía no haber dormido en días. Al acercarse, noté lágrimas en sus ojos. A diferencia de las veces anteriores, no intentaba hablarme. Simplemente se aproximó, me entregó una carta y se marchó en silencio. Lo vi alejarse sin decir palabra. Luego, observé la carta y noté que en el sobre estaba escrito: "Mi último adiós".

Mi primer amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora