"Ya no quiero estar contigo." Eran las 9:27 de la noche cuando recibí aquel mensaje de texto. Así de breve, sin una explicación: cinco palabras que destrozaron mi corazón. De pronto, sentí que un abismo se abrió bajo mis pies y que una fuerza extraña me empujó hacia el vacío, dejándome suspendido varios metros bajo tierra. Un silencio abrumador me envolvió y, con la piel fría y la sangre caliente, algo dentro de mí sabía que no era una broma.
Mi reacción fue llamarla, ni siquiera lo pensé. ¿Y es que acaso era capaz de pensar en ese momento? Me hallaba aturdido, pues hasta donde sabía, todo estaba bien y no existían razones para que lo nuestro terminara. El teléfono sonaba, nunca antes un sonar telefónico había durado tanto. Sonó una, luego dos veces, pero la tercera vez fue interrumpido: la llamada fue rechazada. Quise convencerme de que quizás fue sin querer, de que no podía ser posible que me hubiera colgado a propósito. Así que procedí a intentarlo una vez más; sin embargo, esta vez la llamada fue desconectada bruscamente, mientras el primer timbrazo apenas se dejó sentir.
Quise encontrar respuesta a esas preguntas que retumbaban en mi cabeza: "¿Por qué?" "¿Qué había hecho mal?" Y para mi sorpresa, en fracciones de segundos encontré mil y una razones por las cuales ella pudo haber tomado la decisión de dejarme. Me di cuenta de que tenía cientos de defectos y de que existían un montón de cosas que podía cambiar. De repente, ya no era tan perfecto y hasta yo mismo llegué a aborrecerme.
En vista de que mis llamadas fueron rechazadas, ya sabía lo que tenía que hacer. Sí, lo correcto era responder de la misma manera: con un mensaje de texto. Podría haber sido algo tan simple como la pregunta que consumía mi ser: "¿Por qué?". Pero no, sentía que debía expresar mis sentimientos, que era necesario decirle cuánto la amaba (como si eso fuera a hacerla cambiar de parecer). Ella era consciente de eso, se lo decía todos los días y aun así tomó la decisión. Pero, de todos modos, necesitaba intentarlo. Ninguna relación viene con instrucciones sobre cómo reaccionar cuando te dejan, y actué como me dictaba el corazón.
14 minutos después de haberle enviado un largo texto explicándole por qué no debía dejarme (según yo), mi fuerte amor por ella, todas las cosas que podía cambiar, y lo más importante: preguntando por qué tomó esa decisión, mi Nokia vibró. El tan esperado mensaje por fin había llegado. Ansioso y nervioso, miles de posibles respuestas pasaron por mi mente, pero tenía que calmarme, pues la verdadera respuesta ya estaba ahí. Respiré profundo, y acto seguido, le di a leer.
ESTÁS LEYENDO
Mi primer amor
Conto¿Leerías una historia que sabes cómo termina? Descubre la historia que inicia con un mensaje de texto dando fin a la relación.