—Jorge, Susan te está esperando en el callejón de su casa, ve.
Me quedé anonadado. ¿Qué estaba pasando? ¿Acaso todo esto era parte de una broma muy pesada? ––me preguntaba, desconcertado.
—¡Vete! —dijo Niki, mientras me apuntaba en dirección a la casa de Susan.
En respuesta al mandato de Niki, empecé a caminar sin darme cuenta. Iba hacia donde Susan sin tener idea de qué iba a decir o qué podría pasar. Al entrar al callejón, enseguida pude verla. Se encontraba recostada de la pared y jugueteaba con una cadenita que llevaba puesta. Tenía unos jeans rasgados, una blusa color rojo vino, un labial rojo pasión y el pelo recogido, estaba preciosa.
Con las manos en los bolsillos, me acerqué y tímidamente dejé escapar un "¡Hola!", ella me miró y sonrió, luego; sin responder a mi saludo, se acercó y simplemente me besó. Ese beso dio inicio a una hermosa relación. Por otra parte, lo de Niki y Alberto no duró más que unos pocos días.
Mi relación con Susan fue envidiable. No nos importaba durar hasta las 4 de la mañana pegados al teléfono. Innumerables mensajes de texto con poemas y frases de amor, locuras, aventuras, todo era perfecto. Dentro de todo ese caos tan hermoso, habíamos tenido un solo problema, la causa de cada uno de nuestros momentos amargos era una persona, sí, tenía que ser él. Estaba convencido de que el causante de tan repentina ruptura no podía ser nadie más que él: su padrastro.
Su padrastro llegó a su vida cuando ella tenía 7 años y desde entonces la trató como su hija. Era un hombre complicado y se oponía rotundamente a que ella tuviera novio. Nunca me aceptó y por eso todos nuestros encuentros tenían que ser a escondidas. Me hallaba convencido de que él tenía algo que ver y que quizás no era seguro decírmelo por teléfono. En varias ocasiones, él había tomado su móvil y había leído algunos de los mensajes de texto que intercambiábamos, así que asumí que esta vez había ido un poco más lejos. Tal vez era él quien tenía el celular y quien me envió aquellas frías respuestas. Luego de dicho análisis, llegué a la conclusión de que tenía que verla, tenía que saber qué estaba pasando.
Por primera vez desde que recibí el primer texto, sentía un poco de alivio. Existía la posibilidad de que ella no me hubiera dejado, de que todo esto no era más que un acto desesperado de su padrastro para terminar con nuestra relación. Al día siguiente, llamé a Niki, le conté sobre los mensajes que había recibido y le pedí que le dijera a Susan que la quería ver. Niki prometió darle el mensaje y decirle el lugar y la hora. Ya sólo quedaba esperar.
La esperé, pero nunca llegó. Quizás no la dejaron salir ––pensé. Su padrastro debe estar haciendo todo lo posible para que no pueda comunicarme con ella de ningún modo ––me dije a mí mismo. Después de haber esperado durante más de una hora, decidí dar una vuelta por los alrededores de su casa. Necesitaba verla, aunque fuera de lejos, necesitaba saber si estaba bien.
Me iba acercando a paso lento para prolongar el tiempo que duraría por allí, mientras tanto, mi mirada arropaba cada rincón que me quedaba de frente. Entonces, la alcancé a ver. Susan se encontraba al lado de su casa, jugando con su hermano pequeño. No podía acercarme mucho, así que me detuve y busqué un lugar en donde fuera posible seguir viéndola, pero que no resultara fácil verme, pues su padrastro podía salir en cualquier momento y tenía que evitar que me viera. Al verla, sentí un gran escalofrío, una mezcla de alivio y pánico a la vez. ¿Será que por fin voy a saber la verdad? ––me pregunté. Tenía que llamarla en ese momento que era capaz de verla y así sabría si su padrastro le había quitado el teléfono. Así que, con los dedos temblorosos y hecho un manojo de nervios, le marqué.
Ya en cuestión de segundos, podría comprobar mi teoría o saber si de verdad ya ella no quería saber nada de mí.
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Mi primer amor
Short Story¿Leerías una historia que sabes cómo termina? Descubre la historia que inicia con un mensaje de texto dando fin a la relación.