Las flores se abrieron lentamente para acabar cubriendo todo el valle de mil colores diferentes. En un temblor tímido la misma luz parecía bailar en cada pétalo mientras suspiros ahogados acechaban en busca de las ternuras del amor. Solo el joven león aguafiestas se acostaba en su irresponsable juego, sin notar que los dulces aromas se pegaban a su pelaje uniéndose al olor de León grande que se comenzaba a desarrollar. En la próxima salida correría con el resto de la manada y se apartaría por primera vez en busca de su pareja destinada.
Yibo sonrió de esa manera particular que lo hacen los Leones, los ojos parecían tener dos ascuas en la profundidad de sus iris dorados. Sacando la lengua probó los sabores que traía el viento mientras comenzaba una feroz carrera como si el mismo alfa lo hubiera encontrado otra vez persiguiendo conejos continental, los cuales habían firmado hacia unos años un tratado de paz con los leones, perdiendo la más grande de sus diversiones juveniles. Morderles la oreja a los conejos jóvenes era algo morbosamente divertido, eso hasta que llegaron los más grandes a disuadirlo de sus juegos rudos. Creyendo que la vida era simplemente un inmenso campo de juegos, el joven león disfrutó de la manera en que sus patas golpeaban la hierba y el sol calentaba su pelaje rubio mientras corría hacia el corazón del territorio de los leones.
Estaba en eso cuando un chillido de liebre lo hizo detenerse, todos sus sentidos le gritaron que alguien había invadido su territorio. Levantando la cabeza escudriño los olores que arrastraba el viento. ¡Alli estaba! El característico olor de una liebre le llegó acompañado por el asido olor del más profundo, miedo. Al parecer alguien había mordido más de lo que podia masticar. Agazapando el cuerpo comenzó a caminar ocultando su peluda existencia entre la hierba que no era muy alta a las orillas del río.
Asomando la cabeza entre dos matones de hierba bastante espesos, logró ver de donde venía el problema. Una liebre había hecho lo que todos los estúpidos de su especie hacían por lo menos dos o tres veces en su vida, subirse a un árbol del cual luego no podían bajar. Eso era algo así como la primera regla para ser un Conejo.
Al ver que solo se trataba de otro conejo idiota, salió de entre la hierba hasta quedar en la parte despejar del río. ¿Como se le ocurrió al mínimo subirse a un árbol tan alto? Eso si que era todo un misterio para el León. Después de estudiar bien el lugar donde la liebre había ido a parar, se dio cuenta de que el animalito habia caminado hasta una rama bastante delgada que para colmo daba a casi medio río, sumando a las dos anteriores requisitos para el desastre, estaba el hecho de que el caudal estaba muy aumentado por los deshielos en las montañas. Definitivo, las liebres tenían zanahorias en lugar de cerebro de tanto comer. Riendo de su propia ocurrencia el futuro León dejó salir un jadeo poco elegante y bastante ofensivo para el conejo.
El conejo escucho el sonido burlesco del maldito cucho que lo observaba desde la ribera del río, lastima que tuviera que arreglar cuentas con el cuervo ladrón que había tomando el anillo de boda de su madre, de no ser así, hubiera bajado para arañar de pies a cabeza al gato pulgoso que observaba como si se tratara de un número de circo barato. Por su parte, el ave negra, disfrutando enormemente de ver a la liebre tan ofuscado, se quedó parada en la punta de la rama, el brillo dorado del anillo retaba al joven animal a actuar. Enviando al diablo toda prudencia, Zhan clavo las uñas en la delgada rama y comenzó a caminar luchando por mantener el equilibrio. Ya una vez se había resbalado y por un pelo se salvo de caer al río, esa vez tendría más cuidado.
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Cuando el León atrapo a su Conejo [YiZhan] +18
FantasyUn León y Un Conejo continental, ambos muy jóvenes. Por accidente acaban siendo arrastrados lejos del territorio de sus manadas. Ahora juntos comienzan un viaje para regresar a sus hogares. El León descubre que quiere a un Conejo para lamer y el con...