III. AKEMI

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Akemi. Mi corazón solía alegrarse con tan solo oír ese nombre, mi rostro solía sonrojarse y mis labios se curvaban hasta formar una sonrisa. Adoraba a ese hombre más que a nada en mi vida, nos habíamos casado hace poco y llevábamos muchísimos años conociéndonos. Era el amor de mi vida.


Hacía muchos años atrás, ambos nos habíamos graduado para ser maestros de primaria. Estábamos muy emocionados cuando nos dieron el trabajo en la escuelita en la que habíamos estudiado, el lugar seguía hermoso y nos abrazaba la nostalgia. Fueron buenos tiempos.A medida que avanzaban los años, nuestra experiencia y alumnos encariñados con nosotros aumentaba a la par de nuestras canas, muchos maestros nos respetaban y muchos de los chicos egresados volvían para pedir ayuda, consejos y conversar con nosotros.Pero, repentinamente, las risas de los niños del grupo del que estaba a cargo Akemi comenzaron a apagarse, los niños se veían decaídos, no querían jugar, no querían quedarse solos. Akemi no entendía que estaba sucediendo con sus alumnos, pero parecía cansado de la situación, incluso de la profesión.


Intenté comunicar la situación con la directora, pero Akemi se negaba, decía que el lograría arreglar la situación, que se lo dejara todo a él. Tonta de mi, que no hice nada al respecto y callé. Después de meses con la misma situación, Akemi cayó enfermo y tuvo que reposar en cama por varios días, días en los que tuve que suplantarlo por caprichos de la directora.


Los niños estuvieron felices, riendo, jugando y corriendo como cualquier niño de su edad. El último día que me tocaba suplantar a Akemi, un grupo de madres llegó a la hora de la salida. Aunque era común que las madres se acercaran para conversar algún tema sobre la educación de su hijo, el verlas ahí con sus rostros fríos, hicieron que mi corazón se hundiera.


Todas me dijeron que por favor, hablara a la directora, porque era un asunto que debía atender lo más rápido posible. Obedecí, confundida, ¿había hecho algo mal y los nenes me acusaron? ¿Qué pudo haber sido?


Cuando la directora llegó, las madres, al borde del llanto, explicaron que Akemi había estado abusando sexualmente de los chicos y que los amenazaba con reprobar. Me guardaré los horrendos detalles de lo que estas mujeres escucharon de la boca de sus hijos, fue tan difícil imaginar a Akemi haciendo esas cosas a inocentes vidas como a ellos y solo me hacía preguntar por cuánto tiempo estuvo haciéndolo tras mis espaldas, cuánto tiempo estuvo dañando a generaciones.


Las madres sospecharon que yo no sabía nada y estaban en lo correcto. Me senté por unos instantes en el suelo fuera del aula en la que todas discutían el asunto, sentía que me desmayaría. Ese maldito, ¿cómo pude ser tan ciega?


Tomé la decisión de ir a mi casa a enfrentarlo. Estaba dispuesta a llamar a la policía, a verlo pudrirse tras las rejas. Subí a mi auto y manejé mientras retenía mis lágrimas lo mejor que podía.


Cuando finalmente estaba en mi casa, me sentí tranquila. Abrí la puerta y lo vi sentado usando su teléfono, como era costumbre. No lo saludé, caminé directamente a la cocina y me serví un gran vaso de agua, intentando figurar cómo lo enfrentaría. Al dejar el vaso en el fregadero, el filo de un cuchillo acarició suavemente mis dedos.


Sin pensarlo dos veces, tomé el mango con fuerza y lo miré con detenimiento. Salí de la cocina y ahí estaba aún con su teléfono, mandando mensajes. No se había percatado de mi presencia, puesto que estaba de espaldas hacia mí.


Las historias de lo que le hizo a los niños rondaban una y otra vez mi mente y me dejé llevar. Enterré el cuchillo en su espalda, haciendo que soltara su teléfono. Él me miró asustado e intento apartarme, pero la adrenalina me había invadido, haciéndome tener más fuerza de la que recordaba tener.


Enterré y saqué el cuchillo hasta que dejé de escuchar sus gritos y dejé de sentir que luchaba conmigo. Lo miré por minutos que parecieron una eternidad.Acababa de asesinar a mi esposo, acababa de asesinar a un pederasta. Contrario a lo que creí, no sentí nada, a pesar del tiempo que compartimos juntos, era como si jamás hubiéramos sido algo.


Es ahora que el nombre de Akemi me causa repulsión. Ahora mismo espero a que venga la policía, mientras sigo observando el cadáver de Akemi en el suelo. Siento que hice un buen trabajo, siento que le hice un gran favor a todos.

YUKEMI (sin correcciones)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora