Elizabeth

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Se despertó abrupta y sorpresivamente al escuchar todos aquellos gritos de terror y llantos desgarradores. Incorporándose en una cama miró en varias direcciones tratando de descubrir en qué lugar estaba, pero nada de aquella amplia habitación se le hacía familiar.

-¿Dónde estoy?- preguntó en un susurro llevando una de sus delicadas manos hasta su frente, que había comenzado a dolerle levemente. Su voz era tan suave y bastante infantil.

-¿Cómo te sientes?- inquirió una dulce voz cerca de ella.

Al alzar la mirada pude ver a dos mujeres frente a ella- ¿Quiénes son?- preguntó confundida.

-Nieves, tráelos por favor- pidió Akira con calma, mientras la nombrada asentía y salía de la habitación- no te preocupes, estás a salvó aquí- dijo tratando de apaciguar aquella expresión de terror en el moreno rostro.

-Me... Me despertaron los gritos- murmuró aferrando su cabeza entre sus manos, hundiendo sus finos dedos en aquella larga y rubia cabellera.

-¿Gritos?- inquirió Akira tomando asiento a los pies de la cama- nadie está gritando- le aseguró.

Elizabeth la miró sin comprender, ella había escuchado gritos y sollozos tan desgarradores que helaron nuevamente su sangre- ¿Dónde estoy?- preguntó a su anfitriona.

-Estás en el pueblo de Karmaland- respondió.

Sus ojos se abrieron sorpresivamente y las lágrimas volvieron a inundarlo- Karmaland... al fin llegue- susurró para sí misma.

Intentó ponerse de pie, aun estando bastante debilitada, tenía que encontrarlo, tenía que hacerlo. Había pasado por tanto y no se había detenido jamás. No iba a detenerse ahora que estaba mucho más cerca.

-Espera por favor, aún estás muy débil- le pidió Akira sujetándola para volver a recostarla en la cama.

-No, Vegetta... necesito encontrar a Vegetta- dijo tomando los pálidos brazos de aquella rubia mujer que la sujetaba.

-Elizabeth-.

Ambas jóvenes voltearon sus cabezas en dirección al dueño de aquella voz. Vegetta estaba ingresando en la habitación en compañía de Rubius y Nieves.
Con la poca fuerza que aún le quedaba corrió a los brazos de aquel viejo amigo y el llanto desgarrador dio inicio por parte de la joven. Vegetta solo podía abrazarla con fuerza, tratando de transmitirle un poco de paz.

Unos 20 minutos se fueron con los llantos de la recién llegada. Había tanto miedo y dolor en ella que los presentes podían sentirlo de alguna manera.

-¿Qué pasó?- preguntó Vegetta a la joven una vez que está lograra calmarse un poco.

-Wakanda y Moroland... ya no existe- dijo hipando un poco y conteniendo lo más que podía aquel sollozo.

Vegetta sintió la opresión en su pecho- ¿Dónde están los demás?- preguntó aferrando más fuerte el cuerpo de la muchacha.

-Ellos... yo no... no puedo...- Elizabeth estaba pasando por muchas emociones en ese momento. No podía hablar del tema, como si callándolo podría evitar que sucediera.

El dueño de casa la ayudó a tomar asiento nuevamente en la cama donde había estado descansando anteriormente. Los demás se encontraban expectantes de lo que sucedía.

-¿Quieren ver?- preguntó de golpe Nieves, llamando la atención de los presentes.

-¿De qué hablas mi niña?- le preguntó Rubius.

Desde que estoy contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora