XVIII

1.7K 120 6
                                    

-Buenos días- dice cuando me ve.

-Buenos días- dejo escapar un bostezo.

-Chicos, siento cortar el rollo y tal, pero intentad gritar menos la próxima noche ¿Sí? Es que me costó la vida dormirme- abro completamente los ojos y enrojezco. Male mira mal a su hermana.

-¿Tu no te ibas con Drake, pesada?- dice.

-Me voy, me voy- eleva las manos y sale despidiéndose de ambos.

Me siento en el taburete de la cocina todavía muerta de la vergüenza. Estoy completamente roja, noto un calor terrible en mi cara.

-Estás roja- ríe Male.

-A mí no me hace gracia- digo arrebatándole una tostada que está apunto de morder.

-Eh- se queja él –Además, ni que fuese malo- se encoje de hombros.

-Es bochornoso que tu hermana diga eso- le digo obvia.

-Pues no grites tanto- murmura con media sonrisa ladeada.

-Muy gracioso- digo pasando por delante de él –Por cierto, necesito ropa, me voy a helar de frío- le digo.

-Cógele algo a mi hermana, vamos a salir- me avisa.

-¿A dónde?- le pregunto.

-Ya lo verás- me dice.

Hacemos una hora en coche hasta Burlington. Como ya dije, jamás he salido de Minot y visitar otro lado me parece una idea estupenda. Realmente me apetece pasar un día entero con Male por ahí, sin nadie que nos moleste y lejos de todo el foco de estrés que tiene en Minot.

Caminamos por la calle de la mano, riendo bajo el frío del invierno y la nieve amenazante. Le he quitado un abrigo y unos pantalones a Sam, y pese al frío, me encanta estar aquí. Las ciudades ya están adornadas con cosas de navidad y se respira el aire familiar.

-¿Qué harás estas navidades?- le pregunto.

-Supongo que tendré que ir a Italia- me explica.

-Es lo que tiene, navidades en familia- le digo. Realmente me encantaría pasar las navidades al lado de Male, pero no puedo ser tan egoísta de pedirle que se quede sin ver a su família por mí.

-El día dos estaré aquí- me cuenta –Solo será una semana- me dice.

-Puedo sobrevivir una semana sin ti- le digo riendo.

-Y yo sin ti, tonta- me dice y me baja el gorro hasta ponérmelo en la barbilla.

Nos metemos en una cafetería y pedimos dos chocolates calientes con nata. Ha llegado el momento de hablar de lo que todo el día llevo dándole vueltas.

-Male- le aviso -¿Porqué no me avisaste ayer de que tenías combate?- le pregunto -¿Porqué me mentiste?- digo finalmente.

-Lo último que quería era que te preocupases- me dice.

-No entiendo porqué me lo ocultaste- digo –Es decir, es obvio que me preocupo porque te estén pegando golpes ¿Pero qué había de diferente anoche?- pregunto.

-El imbécil con el que me pegaba- me aclara.

-¿Quién es?- suelta un suspiro demasiado grande.

-Da igual quién sea, la cuestión es que ahora estamos bien los dos ¿Sí? Deja el tema ya, por favor- me pide.

Accedo y hablamos sobre lo que pediría si tuviese cinco años a Santa Claus, sobre las ganas que tengo de que empiece a nevar y sobre lo larga que se me va a hacer esa semana sin él.

Mientras conduce de nuevo, esta vez, hacia su casa en mi coche casi nuevo, gracias a los arreglos que efectuó mi querida Lauren Bynes en mi pequeño, le observo en silencio. Male es un espectáculo en estado puro. Es atractivo a rabiar y no inspira confianza, es rudo, basto, da miedo y cuando quiere, puede ser un completo maleducado, sin embargo, todo eso ha desaparecido a lo largo de estas semanas, todo ha quedado atrás y ha llegado el día en el que puedo decirle que le quiero sin miedo, y aunque sea difícil de creer, él a mi también, y nunca he estado más segura de eso. Me deja en su casa y tras despedirnos conduzco hacia casa con una sonrisa de tonta en mi cara, llego para encontrarme en casa a mis abuelos.

-¡Abuela Trudy!- grito corriendo hacia ella y abarcándola en un abrazo.

-Hola, mi niña- dice ella abrazándome -¿Cómo has estado, cielo?- me pregunta.

-Oh, todo genial por aquí- comento riendo -¿Y vosotros, como estáis?- pregunto.

-Como siempre, tirando- ríe ella.

-¿Y el abuelo?- pregunto.

-Se ha ido con tu padre a comprar la cena- cuenta mamá apareciendo.

-¿Porqué no me dijiste que iban a venir hoy?- pregunto mientras me quito el abrigo y lo dejo sobre el perchero, debo devolvérselo a Sam.

-Queríamos darte una sorpresa- dice ella riendo. Le sonrío y me siento al lado de la abuela en el sofá.

-¿Dónde has estado hoy? Madrugaste mucho- dice me madre.

-Male me ha llevado a ver Burlington, hemos pasado el día allí- le cuento.

-Uh...- molesta ella, a veces, es como una niña pequeña.

-Mamá, por diós...- digo masajeandome las sienes y mi abuela ríe.

-¿Quién es ese Male?- pregunta mi abuela.

-Su novio- molesta mamá.

La tarde sigue y mi madre le cuenta todos los detalles que conoce de Male, o al menos, los que yo le he permitido conocer, dentro de poco se pondrá pesada con que venga a casa y todas esas tonterías de maruja que tanto le gustan, pero ni si quiera se me pasa por la cabeza, al menos, no todavía.

El abuelo Crash y papá aparecen y le doy un efusivo abrazo mientras le cuento lo maravilloso que es mi coche nuevo, lo bien que lo conduzco y muchas otras cosas. Mi pasión por el motor viene de familia, mi abuelo contaba con un taller de coches y motos con bastante renombre en Seattle. Cenamos tranquilamente ovarios cubos de Kentucky Fried Chicken mientras vemos el partido de los Knights y rememoramos de vez en cuando aquel en que perdieron y que tanto molesta a mi abuelo.

La noche transcurre con tranquilidad y me meto en la cama. Mi teléfono vibra.

"Buenas noches, cara de bolo" junto con un corazón.

"Buenas noches, idiota de mierda" junto con otro corazón, esta vez amarillo.

Me lo imagino riendo. Guardo el teléfono y me desplomo en la cama mientras tengo un sueño petulante en el que aparece ese mastodonte que casi se carga a Male, pero hay algo diferente en él, sus ojos son grises, exactamente iguales a los de mi novio. Es tan terrorífico como confuso.

El monstruo IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora