❛ 𝘅𝘃𝗶𝗶. 𝖼𝖺𝗋𝗂𝗇̃𝗈.

4.4K 519 45
                                    




❛ 𓄼 CAPÍTULO DIECISIETE 𓄹 ៹

51 HORAS DE ATRACODOMINGO 1:06 P

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


51 HORAS DE ATRACO
DOMINGO 1:06 P.M.


          ESTAMOS ANTE UN NARCISISTA EGOCÉNTRICO CON DELIRIOS DE GRANDEZA. —desde su puesto dentro de la carpa, el inspector Ángel Rubio leía con claridad a su compañera Raquel Murillo el expediente de Andrés de Fonollosa, a quien habían identificado gracias a uno de los botones de su saco hallado en el Ibiza incautado por la policía.

Berlín se giró a los rehenes que se encontraban en la primera planta de la fábrica, mirándolos desde la cima de las escaleras como un rey. Su reina, unos escalones por debajo, recargada contra uno de los barandales mientras pintaba una capa rojiza de esmalte sobre sus uñas.

—Les he reunido aquí para contarles un poco cómo están saliendo las cosas. Y para acallar rumores.

—❛ Muestra una absoluta falta de empatía...

—Sé que flota en el ambiente que la señorita Mónica Gaztambide ha fallecido y eso no es bueno —niega frunciendo levemente el ceño—. Los rumores generan... Incertidumbre, ansiedad. Por eso quiero acallar este —se coloca junto a su mujer acomodando su mono, la rubia aún manteniendo su concentración en su trabajo sin escuchar al líder—. Efectivamente, la señorita Mónica, su compañera, ha sido ejecutada —los murmullos no se hicieron esperar, al igual que la angustia.

—❛ Un excéntrico con tendencias a la megalomanía que le impide diferenciar el mal del bien.

—Pero también les quiero... Hacer partícipes de otras noticias. Buenas noticias. Porque, lo cierto, es que este atraco... Va viento en popa —sonríe, riendo con sequedad—. Va como un tiro.

—❛ Tiene un gran sentido del honor, y una necesidad patológica de causar una buena impresión. Especialmente entre desconocidos.

—Por eso quiero... Darles las gracias. Tengo que darles las gracias a todos aquellos que... Están prestando su esfuerzo y colaboración. Pero especialmente a una persona.

—¡Al señor Torres! —alza la voz Roma, al igual que su cabeza, exclamando el nombre de aquel amable señor.

—Señor Torres —Berlín le indica a uno de los rehenes moverse, revelando la encorvada figura del mayor—. Paco. Paquito —Roma le manda una seña a Nairobi, necesitándola para cortar a Berlín del escalofriante momento.

—Don Francisco Torres —dice la morocha acercándose a él—. Este señor lleva imprimiendo billetes veintisiete años. Y hoy, hoy ha batido su propio récord. Porque, después de cuarenta horas, ha impreso... Di cuánto has impreso, Torres, dilo —incita Nairobi con una sonrisa.

—Trescientos once millones de euros —murmura, apenado.

—Pero dilo bien alto, con orgullo, que se entere todo el mundo.

—Trescientos once millones —repite, más claro esta vez sacando sonrisas de los atracadores presentes.

Entre Berlín y Nairobi lo aclaman. Roma sonríe como a una niña a la cual le han regalado un dulce, soltando un chillido y saltando a la espalda de Berlín para abrazarlo por detrás.

—Señor Torres, ¿Sabe lo que es usted? Es usted el puto secuestrado del mes —desde el inicio de las escaleras se escucha la incontenible carcajada de la rubia, agarrando sus costillas en el intento de callarse y recuperar aire, tomando distancia entre ella y su marido.

—Eso es, démosle el aplauso que se merece... ¡Al señor Torres! —sin chistar, acatan la orden del líder. A los pocos segundos, Berlín los calla, llevando su dedo a sus labios—. Pero como las nuevas noticias nunca vienen solas, me gustaría que recibiésemos... Como se merece, que le demos una ovación inolvidable a don Arturo —señala al nombrado en el segundo piso, asomándose al balcón siendo ayudado por Helsinki—. ¡El director general que por fin ha salido de peligro!

—Si, bueno —rueda los ojos cruzándose de brazos, hablando para sí misma—, si fuera por mí quedaba más muerto que un zombie.

Por segunda vez, son detenidos de sus aplausos cuando Berlín ha visto que la maestra del colegio ha levantado la mano.

—Gracias, Paco —Berlín se acerca a ella, siendo seguido por Roma corriendo a ellos de puntillas.

—¿Puedo hablar con usted en privado, por favor? —el mayor mira a Roma intrigado, abriendo los ojos más de la cuenta.

—Vayan a tu oficina, cariño —ella hace un movimiento de cabeza apartándose del camino de ambos adultos.

—❛ Y, por lo que han podido averiguar más a fondo, tiene una ex esposa en el registro.

—¿Cuál es su nombre, Ángel? —Raquel se cruza de brazos, esperando sea un hilo del cual tirar.

El hombre soltó un pesado suspiro, recordando aquella joven delincuente que no había logrado capturar. —Violeta Castillo.

          EL ANTIGUO COMPAÑERO DE CELDA DE ANDRÉS SE ENCONTRABA SENTADO Y ESPOSADO FRENTE A RAQUEL, teniendo a Ángel respirando en su nuca

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

          EL ANTIGUO COMPAÑERO DE CELDA DE ANDRÉS SE ENCONTRABA SENTADO Y ESPOSADO FRENTE A RAQUEL, teniendo a Ángel respirando en su nuca. La primera seguía insistiendo en tener respuestas, hasta la mínima cosa que conociera del atracador.

—Se inyectaba un medicamento... Cada día.

—Tengo aquí su informe de la enfermería, pero... No dice nada de ninguna enfermedad —niega.

—Ya, ya lo sé. Era algo que él llevaba en secreto. Algo degenerativo.

—¿Recuerda el nombre del medicamento?

—Retroxil —afirma.

—¿Cómo lo conseguía?

—Bueno, usted no sé si sabe que en la cárcel es muy fácil meter cualquier cosa. Pero... —el preso forzó su memoria, Raquel notando aquello.

—¿Pero qué?

—Hubo una vez. Una mujer lo visitó dentro y le entregó varios frascos.

—¿Cómo era?

—No lo recuerdo —balbucea, encogiéndose de hombros—. Solo la vi de reojo, llevaba un paño sobre la cabeza.

—¿Fonollosa mencionó alguna vez su nombre?

—Solo la llamó por el apodo. Cariño.

 Cariño

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
𝐑𝐎𝐌𝐀 ៹ 𝗅𝖺 𝖼𝖺𝗌𝖺 𝖽𝖾 𝗉𝖺𝗉𝖾𝗅.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora