❛ 𝘃𝗶𝗶. 𝗍𝖺𝗅𝗈́𝗇 𝖽𝖾 𝖺𝗊𝗎𝗂𝗅𝖾𝗌.

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❛ 𓄼 CAPÍTULO SIETE 𓄹 ៹

          EL MATRIMONIO LLAMÓ A HELSINKI, quien de inmediato y sin dudar se colocó a sus espaldas siguiéndolos hasta el vestíbulo de la fábrica

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EL MATRIMONIO LLAMÓ A HELSINKI, quien de inmediato y sin dudar se colocó a sus espaldas siguiéndolos hasta el vestíbulo de la fábrica.

—¡En pie! —exclamó Berlín.

Todos los rehenes hicieron caso a su orden con rapidez, siendo analizados bajo su paralizante mirada.

—Siempre hay un héroe —empezó, caminando por medio de las dos filas—, que cree que puede salvar a los demás. Que piensa —Tokio y Denver la miraron con los ojos abiertos sin entender nada. Recibieron un ademán, pidiendo paciencia—, que nadie se va a dar cuenta de que está tramando una estrategia para contactar con la policía. Bravo —aplaudió sin gracia y con sorna—. Enhorabuena, porque uno de ustedes lo ha conseguido, ha grabado una imagen de aquí dentro y se la ha enviado a la policía. Así que me gustaría darle la oportunidad de que dé un paso al centro para que todos ustedes puedan darle las gracias. Y ya de paso entregarme el teléfono.

Ninguno contestó y Berlín le dio la orden a Helsinki de desnudar a un hombre.

—¿Estás enfermo o qué te pasa? —Tokio saltó a él, ocasionando que Roma se pusiera rígida a nada de lanzarse sobre la versión adulta de Mathilda.

—Ha sido uno de ustedes —continuó—. No se quién habrá sido. Roma, desnúdala —la rubia dudó, pero la mirada rabiosa de Berlín la hizo empujar a dos rehenes para pasar entre ellos, llegando a Mónica.

—Aunque no me lo creas, lo siento —murmuró. La sostuvo del brazo moviéndola al frente de los rehenes.

Bajó el cierre a Mónica tan rápido como canta un gallo, deteniendo sus dedos en la camisa gris, indecisa, hasta que la secretaria comenzó a respirar errática.

—¿Qué pasa?

—No puedo respirar —contestó, apretando su mono entre sus dedos.

—Tranquila. Respira hondo. Denver, llévala con las otras chicas —ordenó. Al ver a Berlín bajarle el cierre a Alison se acercó a ellos corriendo a un lado al mayor—. Espera que yo lo hago —definitivamente no se fiaba de Berlín junto a Parker.

Tan solo le había bajado el mono hasta la cintura que Río llegó a ellos interrumpiendo. —Roma. Berlín, Berlín.

—¿Qué pasa ahora? —espetó Berlín. Roma soltó a Alison reprochando al joven con la mirada, presentía que Río tenía algo que confesar.

—Sé lo que ha pasado.

—Encárgate, cariño —Berlín pasó su brazo por los hombros de Río, marchándose juntos.

—Claro, déjame con el desorden —masculló, imperceptible—. Lo siento, señor, puede vestirse y regresar a la fila, le traeré una píldora. Parker, vuelve a ponerte el mono, otra disculpa. Ahora, todo mundo sentado —sin rechistar, la obedecieron—. Tokio, no despegues ni un ojo de ellos. No volveré a pasar por este error. Helsinki —suspiró, el serbio ya no estaba—. Se fue con ellos, ¿No? —el adolescente a quien preguntó afirmó.

𝐑𝐎𝐌𝐀 ៹ 𝗅𝖺 𝖼𝖺𝗌𝖺 𝖽𝖾 𝗉𝖺𝗉𝖾𝗅.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora