Primero las malas noticias.

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Gerard me hizo una seña para que lo siguiera a una banca a la entrada de la cafetería. Esto es realmente extraño.

—Eh... hola —murmuró Gerard —.

—Hola... —esbozo una sonrisa torcida —.

Diez segundos de incómodo silencio cuando se decide a continuar la conversación.

—Emily, seremos compañeros en la exposición de arte, no sé si ya sabías. Presentaré mis dibujos. ¿Quieres que hagamos algo en especial para ese día?

Su voz es tranquila, muy neutra, no sé qué piense acerca de mí, sus ojos brillan, ¿es posible que esté nervioso? Es la primer vez que hablamos... ni yo lo creo.

—Eh, eh... —tartamudeo intentado organizar las palabras correctas —. ¿Qué tipo de dibujos vas a presentar?

—Aún no te puedo decir. Para el trabajo juntos estaba pensando en que tú pintes emociones surrealistas, y hagamos la comparación con un dibujo mío de emociones realistas. ¿Qué dices?

—Está bien, ¿para cuando es?

Está muy distraído, me da la impresión que me buscó sólo por obligación... Mientras yo soy una tonta ilusionada.

—La próxima semana debemos tener preparado todo... Emily, quería pedirte disculpas por lo qué pasó hace unos días.

¡Y se acordó!

—Descuida, ya no importa.

—Un gusto conocerte, Emily.

—Igualmente Gerard.

Inusual conversación.

Cuando regresé a la mesa de la cafetería Matias ya se había ido. Fui a mi clase y saqué de mi bolso unos pinceles y diez pinturas en escala de grises, aprenderemos a manejar los tonos y la reflexión de los objetos.

Hice algo sencillo, es una rosa negra caída en una ventana junto con su sombra y la luz exterior, quedó bastante bonito. Me motiva saber que hago algo bien y sobre todo que me guste tanto. Dejamos las pinturas en el salón. Guardé todas mis cosas y salí rápidamente.

Me preocupaba Matías, se fue y no lo he vuelto a ver en el resto del día. Las personas empezaron a salir de la academia y se me hizo muy raro no verlo, normalmente hablamos antes de irnos.

—Emily, ¿nos vamos juntas? —preguntó Lucy a la salida de la academia—

—Lo siento Lucy, debo buscar a Matías. No lo volví a ver.

—Lo vi hace unos minutos entrando al auditorio, no creo que se haya ido aún.

—Muchas gracias Lucy.

Nos despedimos y fui casi corriendo al edificio.

Busqué sala por sala y la academia se quedaba muy sola y silenciosa... De repente escuché una hermosa melodía que provenía del auditorio. Abrí las puertas y allí estaba él, camuflado en la oscuridad. Tocando una melodía minimalista, muy misteriosa. Me pareció mal interrumpir así que decidí alejarme. Quedó un silencio ensordecedor en los pasillos. Fui de nuevo al auditorio, y al no notar la mínima reacción en Matías me acerqué.

—Hola... —le saludo con cautela—

No me responde, está recostado en el piano de cola, parece que se ha dormido.

Un mechón de cabello le caía en la cara, se lo acomodé de forma tierna sin interrumpir. Sentí un leve suspiro.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Matías en voz muy baja, su voz sonaba algo quebrada—

Amor al pie de la letraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora