Intermedio | Personalidad y pensamientos de Emily

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¿Han experimentado alguna vez ese bodrio sentimiento que hace que te odies temporalmente? Lo he sentido muchas veces. Y no hablaré como todas las "mujeres" en general, sólo hablaré por mi y mi forma de ser. Si repito muchas veces lo mismo, y causo fastidio, te aseguro que el 90% de las veces que lo hago, no va en serio. Sí, puede que lo que diga suene hiriente, pero en el fondo solo busco el efecto contrario a la ofensa. Es más fácil hacer que ría cuando estoy siendo "una mierda", que alguien piense que porque actúo como "una mierda" me trate como lo merezco si fuera totalmente cierto. Cuando el daño ya está hecho, deseo no existir, todo mi ser se nubla. Pero siempre tengo en mente que sentirme mal no va a ayudar en absolutamente nada, siempre, SIEMPRE, habrá una solución. Mi solución es escribir, porque me permite no pensar mucho en la mala persona que soy, dañé a las personas que amo, y ellos desearían que me esfume de sus vidas. Y si hablo de personas en plural, me refiero a una sola persona; él.

Si se preguntan qué pasó con Gerard y el momento inoportuno de la fotografía, pues lamento decir que nada pasó. Él se va tan rápido como llega. Ya me acostumbré, no tengo un cariño fijo. A veces querer tanto termina siendo venenoso, —o quizá soy yo la que no sé querer a las personas —.  Aún así, hay algo en él que me hipnotiza cada vez que estamos cerca.

Hicimos una improvisada fogata cerca al lago y nos sentamos al rededor de ella en nuestras bolsas se dormir. Jugamos a confesar todo tipo de cosas, me divertía mucho y pasaba un momento feliz con mis amigos. Un pedazo de vida, un pedazo de felicidad absoluta. Gerard se veía irrresistible, tenía un gorrito y apoyaba sus brazos en las rodillas. Me escapé de todos y me senté en el pie de un árbol cerca al lago. Qué maravillosa vista, las estrellas se reflejan en el lago y me gusta pensar que está todo junto, que sólo existe el cielo y sus hermosas luces brillantes.

—¿Puedo? —preguntó Lucy, señalando un espacio que había cerca mío y el árbol —.

—Claro, ven.

Lucy sabía que no me sentía bien, era obvio.

—Mira cómo se distingue cada constelación. Esto es algo que no puedes disfrutar en la ciudad. —dijo Lucy intentando cambiar mi ánimo —.

—Totalmente de acuerdo. Me hace notar lo bonita que es la vida, a pesar de cómo me siento ciertos días...

—¿Qué te han hecho para que te pongas así?

¿Qué me han hecho? Sería más justo decir qué he hecho yo.

—Nada Lucy. Sólo que no odio a las personas cuando se enojan conmigo, me odio a mi misma porque ellos saben cómo actúo, y saben lo que me merezco.

—Emily, si existen mil problemas, pues también existen dos mil razones para ser feliz. —deslumbra una sonrisa muy llamativa —

—Sí, así es, gracias por decirlo, me hacía falta en serio. ¿Recuerdas mi última relación, la que tuve poco antes de estudiar en la Academia?

—Ja ja ja, sí lo recuerdo Emi. Tú y ese chico que duraron dos días.

—¡Fueron cinco días! lo recuerdo ahora, y me doy cuenta de que fue mi relación más sincera.

—¿Qué quieres decir?

—Mi forma de ser siempre aleja a las personas que quiero.

—No me has alejado a mi, Emily.

—Claro que no. Hablo de una relación de pareja. Mira, con él estuve muy poco porque fui muy impulsiva, lo lastimé sin querer hacerlo, dije cosas que no planeaba decir. Lo peor de todo, es que él nunca (cinco días) entendió mi sentido del humor oculto en mi lenguaje.

—Tú eres así y nadie puede cambiarlo. Tienes una personalidad preciosa, la expresas en tus pinturas. Eres sensible, todos lo saben. Pero no deberías culparte a ti porque esas personas te dejaron ir. Sonríe y vamos a la fogata a pasar un buen rato.

Por último quiero aclarar que este no es el siguiente capítulo, son sólo algunos detalles de la personalidad y pensamientos de Emily ubicados en el contexto del capítulo anterior.

Amor al pie de la letraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora