Capítulo 1: El Encuentro en el Claro

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# Capítulo 1: El Encuentro en el Claro

La brisa suave del atardecer acariciaba las hojas de los árboles, creando un susurro tranquilizador en el corazón del bosque. En un claro, tres pequeños erizos se acomodaban alrededor de un tronco cortado, esperando con impaciencia. Sus ojos brillaban con emoción, moviéndose de un lado a otro mientras buscaban la silueta familiar que tanto anhelaban ver.

Finalmente, entre las sombras de los árboles, apareció la figura que estaban esperando. Un viejo erizo de púas plateadas emergió del bosque, su presencia imponía respeto y calma. Los pequeños lo saludaron con una mezcla de entusiasmo y reverencia.

—¿Veo que ya están listos, no es así? —dijo el anciano erizo, acomodándose en el césped frente a los jóvenes oyentes—. ¿Están listos para la historia de hoy?

—¡Sí! —gritaron al unísono, sus voces resonando en el claro mientras sus miradas llenas de curiosidad se fijaban en el anciano.

—Muy bien, entonces escuchen con atención... —dijo el erizo, cerrando los ojos como si estuviera recordando cada detalle de una antigua memoria—. Hace siglos, la tierra no se parecía a lo que conocemos ahora. Eran tiempos poco modernos, llenos de leyendas y misterios. Pero había una historia que destacaba entre las demás, una sobre un lago misterioso en un bosque encantado...

Los ojos de los pequeños erizos se agrandaron mientras el anciano continuaba.

—Este lago no se podía encontrar fácilmente, a menos que el bosque lo permitiera. La leyenda decía que el lago era cuidado por una mujer conocida como La Dama del Lago. Era una eriza de un hermoso color rosa con ojos color jade, cuyo brillo te dejaba encantado al instante. Su nombre era Nimue, aunque con el tiempo su nombre se fue desvaneciendo en las leyendas. Se decía que Nimue poseía habilidades extraordinarias, que siempre usaba para el bien. El lago le daba visiones, algunas felices y otras perturbadoras, pero nunca eran claras, por lo que debía prepararse para cualquier eventualidad.

El anciano hizo una pausa, dejando que sus palabras calaran en los jóvenes oyentes.

—Una tarde, mientras Nimue revisaba el lago, un leve brillo emanó de sus aguas. En él se veía la imagen de un erizo oscuro como la noche con vetas color musgo. La imagen atrajo la curiosidad de Nimue, aunque no sabía lo que significaba hasta que lo conoció.

—¿Y qué pasó después, abuelo? —preguntó uno de los pequeños erizos, su voz llena de impaciencia.

—Pasaron meses —continuó el anciano—, y finalmente Nimue encontró al erizo. Estaba herido, y el bosque lo había estado protegiendo de aquellos que querían hacerle daño. Con la ayuda de sus amigos, Nimue lo llevó rápidamente a la orilla del lago. Estaba en muy mal estado e inconsciente. Nimue sanó sus heridas, hablando en una lengua antigua. En unos minutos, las heridas del erizo estaban completamente sanadas. Colocó la cabeza del erizo sobre sus piernas y le dio a beber agua del lago, hasta que él comenzó a despertar.

Los pequeños erizos se inclinaron hacia adelante, absortos en la historia.

—"No te muevas mucho... Debes recuperar tus energías," le dijo Nimue suavemente, pasando sus manos enguantadas por las púas del erizo.

—"¿D-dónde estoy?" —preguntó él, abriendo lentamente los ojos solo para cerrarlos de nuevo por la luz del sol.

—"No puedo decirte la ubicación exacta, solo que te encontramos en medio del bosque," respondió Nimue con una risa dulce y encantadora.

—"¿Quién eres?" —preguntó el erizo, sus ojos color musgo finalmente acostumbrándose a la luz.

—"Me conocen como La Dama del Lago," respondió Nimue con una leve sonrisa.

El erizo, reconociendo el apodo, se levantó rápidamente e hizo una inclinación en señal de respeto.

—"Lo lamento, mi señora, no sabía que estaba en sus dominios..."

—"No tienes que disculparte," dijo Nimue, limpiando su delicado vestido azul claro—. "Después de todo, es mi deber ayudar a quien lo necesite."

—A lo largo del tiempo, el erizo, cuyo nombre era Mephiles, se recuperó bajo el cuidado de Nimue. Con el paso de los días, sentimientos comenzaron a florecer entre ellos. Un día, Mephiles preparó una sorpresa especial para Nimue. La llevó a un claro cerca de una cascada y preparó un picnic rodeado de pétalos de flores y luciérnagas.

El anciano erizo sonrió al recordar la escena.

—"Nimue..." comenzó Mephiles nervioso, "quisiera preguntarte algo..."

Nimue lo miró con atención, indicándole que continuara.

—"Estoy enamorado de ti," dijo finalmente Mephiles, "y quería decírtelo de una manera especial. Me gustaría saber qué sientes tú."

—"Yo también te amo, Mephiles," respondió Nimue con lágrimas en los ojos. "Desde el día en que nos conocimos, he estado esperando que correspondieras a mis sentimientos."

El anciano erizo se detuvo al ver que el sol comenzaba a esconderse.

—Bueno, mis niños, deben ir a casa. No queremos que sus padres se preocupen, ¿verdad? —dijo, soltando una pequeña risa al escuchar las quejas de los niños.

—Vamos, abuelo, no puedes dejarnos con la intriga... —protestó una pequeña eriza, mirándolo con ojos suplicantes.

—No, nada de chantajes, los conozco muy bien, pequeños traviesos —sonrió el anciano, acariciando la cabeza de cada uno.

Los tres pequeños suspiraron derrotados y se despidieron, saliendo del claro con la promesa de regresar al día siguiente para continuar con la historia.

Tears of GodsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora