Los pequeños se reunieron en el claro del bosque, mientras comían algunos dulces y galletas. Esta vez, el abuelo les contaría la historia durante el resto de la tarde y la noche, así que continuaron caminando y charlando emocionados por haber logrado hacer una pijamada en casa de sus abuelos.
Al llegar, el abuelo los recibió con una sonrisa, al igual que la abuela de los pequeños. Ella los abrazó, los guió a la sala y se sentaron en el gran sofá, mientras el abuelo se acomodaba en un sofá individual frente a ellos.
—¿En dónde nos habíamos quedado? —preguntó el abuelo, mirando a sus nietos.
—En que una pequeña eriza estaba escuchando una voz en el bosque —mencionó uno de los pequeños, y los otros dos asintieron.
—Oh, claro —sonrió—. Bueno, continuemos.
En otro lado de la ciudad, había un pequeño erizo acompañado de una humana de cabello rubio. Ambos estaban en un parque jugando tranquilamente, hasta que el pequeño erizo escuchó una voz femenina. Solo él podía escucharla, ya que su amiga no parecía percibirla. La voz era desconocida para él, pero a la vez le traía paz, algo extraño. Decidió prestar más atención a lo que decía.
"Hola, caballero oscuro."
—¿Quién eres? —preguntó el niño con curiosidad, susurrando para que su amiga no pensara que se estaba volviendo loco—. Y, ¿por qué me llamas así?
"Jeje, aún no me recuerdas, pero lo harás con el paso del tiempo. Solo tienes que buscar a la dama del lago."
—Pero, ¿cómo sabré quién eres si no me das un nombre? —respondió el pequeño, esta vez mirando disimuladamente a los lados, tratando de averiguar la dueña de esa voz.
"Lo sabrás cuando me encuentres."
La voz desapareció por completo, dejando que dudas se formaran en la cabeza del menor, hasta que una mano en su hombro lo hizo sobresaltarse.
—¿Estás bien? Estabas muy callado —le preguntó la pequeña niña rubia, mirando preocupada y con curiosidad a su amigo.
Este asintió con una sonrisa.
—Sí, solo que me distraje viendo el atardecer —dijo, volteando su vista al cielo, viendo cómo el sol se ocultaba tras unas montañas.
—Ya debemos irnos antes de que comiencen a preocuparse por nosotros —la humana sonrió y le ofreció la mano al erizo.
—Claro —le tomó la mano y ambos caminaron hasta su hogar.
Ambos erizos seguían pensando en aquellas voces. ¿A quiénes debían encontrar? ¿Cómo sabrían si no se estaban equivocando de persona? ¿Por qué sus voces les eran tan familiares si era la primera vez que las escuchaban? Esas y más preguntas se formaban en sus aún jóvenes mentes.
El tiempo pasaba y aquellas voces continuaban presentes. Ambos erizos tenían sueños extraños para ellos, pero a la vez les hacían sentir como si ya hubieran vivido esos momentos.
Una noche, la eriza rosa estaba recostada en su cama, observando algunas fotos con sus amigos, hasta que notó que en el fondo de una fotografía había una silueta de espaldas. Era un erizo de color negro con vetas rojas que adornaban su cuerpo. No sabía quién era y tampoco recordaba haberlo visto, pero sin duda tenía el presentimiento de que ya lo conocía de alguna parte.
Le echó la culpa a su cerebro, ya que realmente no recordaba a un erizo con esas características. Pero esa conexión y curiosidad que sentía hacia aquel extraño decidió no darle más importancia al asunto. Cerró el libro, dejándolo en su mesa de noche, apagó las luces de su habitación y se recostó en su cama, acurrucándose hasta quedarse dormida, comenzando a soñar.
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Tears of Gods
RomanceContaremos una antigua historia de dioses desconocidos por la humanidad hay algunos detalles no bien contados pero nuestro protagonista se encargará de contar cada detalle con la mayor exactitud posible.