Sans nom

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¡Soy una idiota!

Pensé un par de segundos en silencio sobre la decisión que estaba por tomar, la intriga me hacía inclinarme más por la respuesta positiva aunque mi odio por los gatos seguía empujandome a decir que no

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Pensé un par de segundos en silencio sobre la decisión que estaba por tomar, la intriga me hacía inclinarme más por la respuesta positiva aunque mi odio por los gatos seguía empujandome a decir que no.

"Si usted desea, puedo pedirle a la señorita Momobami que le ayude a cuidar de ella. Ambas están acostumbradas a lidiar con este tipo de situaciones." Dudosa pose mis ojos nuevamente en los brillantes rojizos que no dejaban de verme inquieta por lo que diría.

No podía dejar que la llevarán a un refugio o que siguiese viviendo en las calles, por mucho que odiara a los mínimos ellos no tenían la culpa de mi alergia hacia su pelaje y no se merecen vivir en esas condiciones.

"Bien, pero..." Fue interrumpida por el inesperado abrazo de la chica gata, su rostro se enrojecio de la sorpresa por aquello. "No te transformes en gato, ni dejes pelos por el apartamento."

"Pero es más cómodo estar en esa forma, puedo moverme con facilidad y divertirme." Se quejo haciendo un puchero, ignore eso y le pedí a Sayaka que por favor contactara con una de las dueñas. Si ellas me ayudarían a mejorar mi poca experiencia y conocimiento sobre mascotas, lo agradecería muchísimo.

"Así será, muchas gracias por su tiempo y tenga un linda noche." No había notado lo cansada que se escuchaba, ciertamente ya eran altas horas de la noche y debería estar descansando en vez de lidiar con mis problemas.

Al cerrar la puerta y quedar nuevamente a solas con la gata, tenía que hacerle primero una pregunta importante.

"¿Cómo te llamas?" No podía seguirle diciendo estúpido gato o bola de pelos, sonaba como buen plan pero quería tratarle también como una persona.

"No tengo nombre, creo. Recuerdo que me decían Jabami." Se cruzo de brazos, notándose pensativa intentando recordar más sobre el tema. Llegando a la misma conclusión que no recordaba si alguna vez tuvo uno, ¿Cómo fue que vivió tanto tiempo así? ¿Tan siquiera sabe cuántos años tiene?

"Entonces, supongo que como tu dueña te tendré que poner uno." Camine en dirección a la cocina, hablar tanto me había dado sed. La pelinegra me siguió curiosa, seguramente de ahora en adelante se la pasaría la mayoría de tiempo pegada a mí.

No era molestia con tal que mantuviera su espacio y no me atacará por sorpresa como lo hizo anteriormente. Tragando ondo del vaso lleno de agua la mire de reojo, pensando en como la llamaría.

"Mañana pensaré en eso, tengo sueño." Me rendí después de no encontrar ninguno que me convenciera, ella sin decir una palabra me volvió a seguir.

"No me importa cual nombre me pongas, me hace feliz que seas tú la que me nombres." Su voz sonaba feliz y melancólica, cada cosa que decía despertaba más mi curiosidad por su pasado.

Al sacar mi pijama, ella seguía expectante en el marco de la puerta por algún movimiento.

"¿Qué miras? Salte, me voy a cambiar." Jabami inclino la cabeza haciéndose la desentendida, no dudo que ella sepa que no podía hacerse la tonta después de lo que paso antes. "Sé lo que tramas, cierra la puerta y espera afuera." Decepcionada acepto diciendo que luego no tendré pena cuando me vea desnuda, ¡Maldita gata promiscua! Nunca en mi vida dejaría que aquello pasé, ni en sus sueños.

Espero que no sea tan difícil vivir en paz los días siguientes.

Allergy to youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora