A pasos torpes y algunos golpes contra la pared llegaron al cuarto que el mayor compartía con Chan. El hoodie y la blusa del pecoso desaparecieron al entrar al cuarto, quedando tirados junto a la puerta, la cual fue cerrada con seguro.
Felix cayó sobre la cama del líder del grupo, mientras que Minho dio la vuelta al mueble, dirigiéndose a la mesita de luz al lado de la cama. Abrió el primer cajón y sacó unas toallitas desmaquillantes, acercándose a Felix con la intención de borrar el maquillaje de su hermoso rostro.
—P-pero- intentó agregar el pecoso, siendo interrumpido por el mayor.
—Sh, ¿acaso quieres hacer el amor con maquillaje? Chan hyung se enojará con nosotros si manchamos sus sábanas. —habló Minho sonriente, sacando una toallita del paquete, para así pasarla por las mejillas del australiano. Imitó el acto con otra toallita, esta vez sobre sus ojitos, dejando el bálsamo labial intacto sobre sus belfos.
—Hoy estabas muy bonito, como siempre. Me encanta como sonríes cuando haces cosas que te gustan. —dijo Minho acariciando el cabello del menor.
—Bésame. Bésame por favor. —murmuró Felix arrastrando las palabras, acunando el rostro del mayor entre sus pequeñas manos para besar sus deliciosos labios por fin. El acto sorprendió a Minho, ya que cuando comenzaron todo esto hubieron algunas condiciones, la principal era la regla de cero besos, la cual no se había roto hasta hoy.
Minho correspondió al beso, se sentía muy bien. Había anhelado besarlo por tanto tiempo y ahora que lo estaba haciendo no iba a desperdiciar ningún segundo. El mayor comenzó a bajar el cierre del jean del pecoso, quitando la prenda lentamente. Los ojos de Minho repasaban el curvilíneo cuerpo del menor, memorizando cada centímetro de su pálida piel. Su estrecha cintura, sus amplias caderas, esos botones rosados que moría por chupar cuál bebé de pecho. Simplemente estaba embobado con su figura.
Al quedar solo el bóxer decidió quitarse su pantalón, dejándolo tirado quien sabe dónde. Se colocó entre las piernas del australiano y se inclinó hacia adelante, besando los labios que tanto adoraba. Amaba los labios de Felix. Estos eran gruesos y esponjosos, simplemente perfectos. Amaba lo bonitos que eran.
Esparció suaves caricias por el delicado cuerpo debajo de él quitando las prendas sobrantes. Ya se habían visto desnudos muchas veces, pero hoy se sentía diferente. Como si fuese la primera vez. Sus mejillas se tiñeron de un suave color rosado y comenzó a sentirse nervioso. Quizás era porque tenía muy en cuenta la fecha de hoy. El día de los enamorados. Donde se solían hacer cenas románticas, paseos por la ciudad o simplemente hacer el amor en sus casas; cosas que las parejas hacían en ese día.
¿Lo habrá hecho a propósito? ¿Él sentirá algo por mí? Minho estaba haciéndose la cabeza con preguntas como esas. Estaba haciendo el amor con el chico que le gusta en el día de los enamorados, no podía ser una coincidencia o simple obra del destino. Aunque no debía sobrepensarlo, era obvio que Felix prefería a Chan. No podía competir con el mayor. Tenía que conformarse con esto.
Repartió besos por las marcadas clavículas del menor, bajando hasta sus rosados botones. Introdujo uno en su boca, enrollando su lengua en este para succionar y lamer la suave piel. Le prestó igual atención a ambos, deleitándose con los dulces sonidos que salían de la boca del menor. Estaba duro como una roca, pero quería ir despacio. Quería darle el amor y el cariño que se merece. Sabía que los demás lo trataban rudo, usando palabras algo hirientes cuando tenían sexo, o al menos al principio era así. No le gustaba eso, a él le gustaba dar amor, no sólo placer.
Los pequeños dedos de Felix se enredaron en sus rojizas hebras, tirando de ellas a medida que Minho se apartaba de su pezón. Levantó la vista para ver el rostro del pecoso, estaba algo sudado y sus mejillas estaban rojas como un tomate. La mano que estaba en su cabello descendió a su mejilla, acariciándola dulcemente.
— ¿Pasa algo bebé?—preguntó Minho con una suave voz, acercándose para plantar pequeños besitos por todo el rostro de Felix.
—No pasa nada Minmin. ¿Tienes lubricante?—preguntó Felix jugueteando con el cabello de su mayor, sonriendo tiernamente.
—Si, ahora lo busco bebé. —dijo Minho para luego dejar un beso en la naricita del menor y levantarse de la cama, caminando hacia su mesa de luz. Abrió el cajón de abajo y rebuscó en el fondo de este, encontrando una botellita de lubricante con sabor a fresa, el favorito de Felix.
Se acercó a la cama, dejando la botellita al lado del cuerpo del menor. Comenzó a repartir caricias por las caderas contrarias, acercando sus dedos a la entrada de este. Tomó de nuevo la botella de lubricante, abriéndola. Vertió una cantidad considerable del líquido en sus dedos, para luego dejar la botella en algún lado de la cama. Acercó su dedo índice a la entrada del menor, masajeando los alrededores de esta.
Los gemidos del australiano no se hicieron esperar cuando introdujo el primer dedo, seguido de un segundo. Hacia movimientos de tijeras, también metía y sacaba sus dedos, todo para escuchar más de esos gemidos que tanto amaba. Dos dedos más se colaron en su agujero, dilatando la estrecha entrada.
—Minmin, ya estoy listo. Te necesito. —ronroneó el pecoso mientras tiraba de las sábanas sintiendo como el mayor apartaba sus dedos de su entrada.
Minho dejó un beso en los labios de este, para luego alinear su duro miembro en la entrada de Felix. Comenzó a empujar lentamente, sintiendo como las paredes del menor abrazaban su pene, casi asfixiándolo. Se sorprendió por lo estrecho que era, por más que lo haya dilatado no mucho tiempo atrás. Cuando la longitud de Minho estuvo completamente dentro de Felix, este gimió. Había rozado su punto.
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