❪𝟬𝟬𝟭❫ 𝗶𝗻𝘁𝗿𝗼𝗱𝘂𝗰𝘁𝗶𝗼𝗻

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felix solo

Felix estaba en el baño, arreglándose después de una relajante ducha. Puso un poco de aceite para cabello en sus manos, se agachó y lo pasó por sus cabellos rubios aún húmedos, haciendo movimientos aleatorios por todos los mechones. Se puso una venda para apartar el cabello de su cara, sacó una crema hidratante y se la puso, haciendo masajes en la piel.

Al terminar de masajear su rostro, lo limpió con una toallita húmeda. Se quitó la venda y se secó el cabello, el cual quedó suave y brillante. De su bolsita sacó un bálsamo rojizo y se lo colocó en sus afelpados labios.

Desató la cuerda de su bata y la dejó caer al suelo, exponiendo su delicado y curvilíneo cuerpo desnudo al espejo de cuerpo entero que se encontraba a un lado. Se miró al espejo, analizando su propio cuerpo mientras sonreía. Hace tiempo no hacía eso; mirarse, apreciarse, quererse.

Observó desde sus marcadas clavículas, hasta sus rosados pezones. Bajando por el estomago, donde se encontraba unos bonitos tatuajes de pequeñas mariposas, siete mariposas, cada una representando a uno de los chicos. Sus ojos siguieron a sus piernas, terminando en su tobillo, donde destacaba un bello tatuaje de una luna.

Se dio vuelta y en su nuca admiró el tatuaje que se dibujaba allí, el cual era reciente. Allí se dibujaban las iniciales de los nombres de sus padres y su hermana, decoradas con algunas flores pequeñas.

Sacó la ropa que tenía para cambiarse. Se puso unos bóxers rojos junto a unos pantalones algo holgados. Luego se puso una blusa blanca. Recogió todo lo que había tirado y acomodo lo que estaba desordenado. Ya satisfecho con su trabajo, y con una sonrisa pintada en su angelical rostro, salió del baño; no sin antes tomar su pequeño bolso de maquillaje.

Entró al cuarto que compartía con Seungmin, el cual no estaba en el departamento, y se lanzó a su cama, habiendo dejado el bolsito en una mesa antes de hacerlo.

Hace tiempo no tenía tiempo para sí mismo, era lindo tenerlo de vez en cuando. El estrés del trabajo y su entrenamiento en baile lo cansaban demasiado y, luego de eso, volver a casa y encontrarse con siete lobos sedientos de sexo; simplemente estaba hecho mierda.

No es que no le gustara el sexo, era un humano después de todo. Pero a veces simplemente no tenía humor para ello. Igualmente no iba a parar, le fascinaba ver como ellos daban un giro y se convertían en otra persona totalmente diferente.

Amaba como ellos le hablaban mientras tenían sexo, sucio y provocativo. Los adoraba a los siete, tanto como para no dejar de hacer lo que hacen. Aún con los riesgos que implicaba ello.

Todavía recuerda lo que les dijo a cada uno en su primera vez. Nunca lo olvidaría, porque eso fue lo que empezó todo.

« Háblame sucio, bebé. »

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