Seis.

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Covered by the sweetness of all of the lies.


La noche de hogueras llega más temprano de lo que todos esperan. Con el traqueteo del todoterreno del programa, que la llevará hasta el otro punto más alejado de la isla, Anna se sumerge en sus pensamientos. ¿Qué le deparará esa tablet? ¿Qué le mostrarán? ¿Está preparada para ello? Se le revuelve el estómago al preguntar la más importante: ¿qué pensará Yunki cuando vea sus imágenes? Porque tampoco es que exista una incertidumbre sobre qué le enseñarán a él. Y... ¿Está preparada para eso?

Deja caer la cabeza en el cristal, retumbando levemente por el movimiento, mientras las chicas comentan lo evidente. Hay tanta incomodidad en el ambiente, se siente tan fuera de lugar; como cuando estaba en el colegio y sus compañeros, aburridos ya de burlarse de ella, le daban el peor insulto, el golpe de gracia que nadie merece: la indiferencia. Absolutamente nadie le hablaba, le habían robado su identidad, la habían convertido en parte del mobiliario. Así que ahora se ha fundido con el forro del asiento, mientras escucha a las otras, que apuestan quién será el primero de sus novios en caer. Se le secan los labios y el sudor se congela a medida que humedece su nuca. Aunque el temblor en su cuerpo no se debe al frío como es de esperar. Y no quiere ni puede interactuar, pues sabe las opciones que pueden darse y ninguna va a mejorar su estado ni a liberar la tensión. Hasta puede imaginar que, quizás, las tres están esperando para usar sus comentarios en su contra. En cualquiera de los casos, la que va a perder es ella. Pero sabe que se lo merece, por mucho que Jeongguk le aconseje o la convenza de que la magnitud de su error no es tan grande como cree.

Mira por la ventana y hay tanta oscuridad por el camino que ni siquiera es capaz ni de ver su reflejo con nitidez. Incluso se pregunta cómo el conductor puede hacer su trabajo. Se humedece los labios y cierra los ojos por un momento. Ahora rememora los minutos antes del primer examen de Selectividad. Se jugaba su futuro, su entrada a la universidad. No paraba de moverse de un lado hacia otro, apuntes en mano, repitiendo que si «Primo de Rivera esto, que si Primo de Rivera lo otro...», mientras sus compañeros hacían apuestas sobre cuál iba a ser el tema que tuvieran que desarrollar. Es probable que quizás es una comparativa llevada al extremo, pero el sentimiento de intensa tristeza e incertidumbre son idénticos a los que sufría por aquel entonces. Se está jugando su futuro con Yunki, el que se supone que es el amor de su vida. Se está tambaleando ese proyecto que tenían en común, ese deseo por permanecer juntos hasta el final de sus días.

Y tan sólo por tres o cuatro besos y mordidas. Pero qué besos y qué mordidas... Puede que esté mal, que sea un acto más que reprochable, ya eso entra en la moral de cada uno; pero se siente tan bien, que hasta su piel es capaz de manifestar el placer otra vez, el recuerdo de la boca de Jeongguk reclamándola: sus agrietados y, sorprendentemente, suaves labios, su hálito ardiente como la llamarada de un dragón, su larga lengua delimitando el territorio a marcar. Sea como sea, por mucho que se arrepienta, sabe que hay una parte de ella que caería una y otra vez, aunque volviera a acabar en medio de un ataque de nervios y con la vista nublada por las abundantes lágrimas de un arrepentimiento parcial.

Se pasa la mano por el rostro y resopla. Todo se le amontona y, como de costumbre, plantarle cara es una opción que aún no está preparada para siquiera elaborarla. Aunque el dolor en el pecho es insoportable. Y más aún cuando no tiene ni un sólo apoyo, porque, siendo justos, Jeongguk no se puede considerar uno. Aún no ha caído del todo, aunque la semilla ya esté implantada, no se traga el rollo de amigo comprensivo. Está ahí para lo que está, conoce bien sus intenciones. Otra cosa es que se deje llevar como una oveja descarriada, pero su mente se mantiene fría al respecto. De poco sirve, pero ahí está la idea.

El viaje en coche termina poco después. El temblor de sus rodillas aumenta a medida que camina por un pasillo formado por antorchas, haciendo bien la alusión al nombre de la noche, que lleva a las cuatro chicas a la zona donde se encuentra Sandra, con varias cámaras a su izquierda y, en el centro, una pequeña hoguera significativa. Sigue las indicaciones y se sienta en una de las bancas de forma cuadrada y hechas a partir de madera. A su lado se coloca Scarlett, estando delante de ellas Isa y Melissa.

Temptations [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora