Hyun Woo, a sus cuarenta y dos años de vida, nunca pensó que se vería envuelto en una situación tan complicada. Siempre había sido una persona tranquila, simple. Hacía bien su trabajo, incluso si de pequeño había soñado con salir de ese barrio y tener un trabajo de verdad, ir a la universidad tal vez, casarse, tener hijos. Esas cosas en las que hacía mucho tiempo que había dejado de pensar.
Ser guardaespaldas de un mafioso nunca fue el sueño de su infancia, pero tampoco le hacía infeliz. Tenía unos ingresos con los que nunca hubiera podido siquiera soñar, y aunque su familia había muerto, Ho Seok seguía con vida y seguía con él.
Tenía todo lo que quería cuando lo quería y como lo quería. Y, sí, su trabajo suponía riesgos, pero también contaba con una suerte que le había acompañado durante veinte años.
Al menos, hasta el secuestro en el que le rompieron las dos piernas y decidieron quitarle eso que le unía a Ho Seok. Hyun Woo, como persona simple que era, no podía entender las razones por las que alguien querría hacerles eso a los dos. No tenía ningún sentido, habían pasado meses y aún no le había encontrado la lógica.
Quizá podría haber preguntado a alguien por una segunda opinión, pero no quería admitirle a nadie que eso había pasado. Era como si le hubieran arrancado un pedazo de alma. Le dolía más ver esa quemadura en el espejo todas las mañanas que el que le hubieran roto las dos piernas de esa manera.
No solía rezar, siempre lo había visto como algo de débiles, algo de personas sin la suficiente confianza en sí mismos y la suficiente fortaleza como para salir de sus propios problemas sin tener que delegar la responsabilidad de sus acciones, de su futuro, en una figura omnipotente que debía ser la causa y consecuencia de todo. Sin embargo, llegado el momento, rezó una y otra vez para que Ho Seok nunca tuviera que ver lo que le habían hecho.
Tener que ver a Ho Seok llorar por haber visto aquella quemadura era algo que no podía quitarse de la cabeza, incluso si después Ho Seok había empezado a besarle y habían acabado teniendo sexo allí en el suelo por segunda vez.
Ho Seok se había ido a toda prisa, y él llevaba un buen rato tirado en el suelo, aún desnudo y con las piernas igual de abiertas que cuando Ho Seok estuvo entre ellas, mirando al techo buscando respuestas, cuando decidió levantarse.
Ki Hyun quería una reunión con Hyung Won para arreglar las cosas de una vez, y tal vez ahora que ya no estaban obsesionados con el otro, aquello podría funcionar de verdad.
Suspiró, y se acercó hasta el armario para sacar un traje limpio de allí.
Las prendas eran de Ho Seok, así que la camisa le iba un poco grande y los pantalones un poco cortos y un poco estrechos de cintura, pero era apenas perceptible a simple vista.
Se colocó los zapatos, bajó las escaleras sin mucha prisa, y al llegar a la calle se acercó hasta su Toyota.
Cuando iba a subirse, algo le detuvo.
Le habían rajado no una, sino las cuatro ruedas.
En el capó había una nota que ponía un "lo siento, pero es mejor que no vengas" que claramente había escrito Ho Seok.
¿Qué se suponía que estaba pasando?
Al mismo tiempo, al otro lado de la ciudad, Im Chang Kyun aparcaba la limusina de su jefe frente a la entrada a la mansión de Hyung Won.
Salió primero, casi al tiempo que lo hacía Joo Heon, y abrió la puerta de los asientos traseros para dejar salir a su jefe.
Hacía meses desde que ellos tres tenían una especie de relación. Chang Kyun no sabía definirlo del todo, tampoco estaba seguro de querer, pero ahora ellos dos tenían a Ki Hyun únicamente para él. Mientras estaba con Hyung Won, Ki Hyun había tenido amantes, había estado con prostitutas y gigolós, pero ahora les besaba solo a ellos, dormía solo con ellos, se acostaba solo con ellos. Les miraba como si fuesen el centro del universo. A ellos, solo a ellos.
ESTÁS LEYENDO
FATAL LOVE »Jookyun, Showho. MONSTA X
Acción«oh, I'm sorry, did I make you anxious?» En medio de dos bandas callejeras, siete personas veían sus destinos entrelazándose entre violencia, drogas y dinero manchado de sangre. Shownu y Wonho querían quererse en un mundo que deseaba separarles, Jo...