Caminé por un pasillo angosto y de paredes blancas, parecía un hospital, pero no lo era, eso no le quitaba lo deprimente. Me encontraba en el edificio del decano de la universidad; un tiempo atrás había enviado mi solicitud para ingresar ahí, y había calificado sin tener que haber presentado algún examen de admisión, mis buenas notas habían ayudado mucho en ello, ventajas de ser una nerd.
Mis clases comenzarían hasta septiembre, pero ese día había ido para una reunión con el decano. Una importante reunión que me tenía nerviosa, mis piernas temblaban mientras caminaba por el pasillo, tal vez me encontraba pálida o sonrojada, no lo sabía, y mis manos ansiosas jugueteaban entre sí.
Al final del pasillo había una habitación más grande, aunque sólo un poco, las paredes estaban de rosa y las ventanas también tenían cortinas rosas, demasiado para mi gusto; había una mujer baja y con canas sentada tras un escritorio, y que casualidad ¡usaba un vestido rosa! Entendía que era un lindo color, pero aquello era exasperante. La señora, que era algo gorda, se encontraba comiendo una hamburguesa, su rostro repleto de salsa y grasa me hizo sentir un poco asqueada, ella no notó mi presencia, estaba concentrada en comer como cerdo y darme náuseas ¿Cómo alguien tenía una secretaria así? Era, en mi opinión, perturbante. Cansada y asqueada fingí tener tos para que supiera que estaba ahí, la señora paró de comer y se limpió el rostro con una enorme servilleta, al menos eso hacía, luego me miró y sonrió, sus dientes tenían lechuga.
-¿Puedo ayudarte en algo, querida?- preguntó y sonrió.
-Soy Lena Bairuchel, vine para una reunión con el decano- dije intentando no reírme de sus dientes con lechuga.
-Claro, pase a la derecha señorita Bairuchel... Curioso apellido por cierto, ¿es italiana?- preguntó sin esa sonrisa que mostraba "dientes enlechugados".
-Mi papá lo es- sonreí y me dirigí a la oficina del decano.
No sólo tenía nervios, también náuseas, comencé a respirar algo agitada, me faltaba aire pero aun así entré a aquella oficina, era mucho más linda que el lugar de la Señora Cerdita. Una gran biblioteca, cuadros de eventos importantes colgados en las paredes, que eran de color verde agua, su escritorio era grande y elegante y tras el decano había un enorme mapa mundial, aquel lugar era fantástico.
El decano era alto y delgado, su cabello ya era blanco pero no se veía tan viejo, tal vez cincuenta años, al menos eso le calculaba, él sonrió mostrando unos dientes realmente blancos, usaba un traje con corbata roja, era el típico decano de universidad. Elegante, mayor y con una grandiosa oficina.
-Señorita Bairuchel, un gusto tenerla acá, por favor tome asiento- saludó señalando dos sillas de madera frente a su escritorio.
Me acerqué nerviosa y tomé asiento frente a él, sonreí de manera tímida y mis manos volvieron a su juego mutuo.
-Buenas tardes, señor Allen- saludé tratando de sonar decente, pero soné muy nerviosa, mi voz era débil.
-Se estará preguntando por qué la cité acá el día de hoy ¿no?- dijo sonriendo. Intenté no llorar de nervios.
-Sí señor, estoy muy nerviosa por ello- dije con una sonrisa nerviosa.
Él rió. Tenía una risa muy fuerte, capaz de traspasar las paredes.
-No se preocupe señorita. Es algo bueno- dijo sonriendo de oreja a oreja.
Mis piernas no dejaron de temblar y mis manos comenzaron a sudar.
-¿De qué se trata entonces?
-Señorita Bairuchel usted fue la mejor graduada de su curso, tenemos registros de sus excelentes notas y buenas recomendaciones sobre usted, así que la junta directiva y yo decidimos darle una oportunidad, más bien un incentivo para que siga asi- sabía lo que iba a decir, algo en mi me lo decia-. Hemos decidido otorgarle una beca completa.
Mis ojos se humedecieron, el nudo en mi garganta no me dejó articular palabra alguna, el decano sonrió amablemente y aguardó mientras recuperaba el habla.
Respiré, justo como mi mamá me había enseñado de pequeña. "Lento, despacio, aprieta los puños y suelta el aire"
-Gracias- y eso fue todo lo que pude decir.
-Le recuerdo que para mantener su beca debe mantener un buen promedio de notas, no me decepcione señorita Bairuchel. Sus padres estarán encantados por esto así que tampoco los decepcione a ellos también- asentí y él sonrió-. Puede retirarse, la veré en septiembre.
Me levanté como pude, mis piernas seguían temblando, era mi pequeña reacción nerviosa.
Al salir de la oficina la señora cerda estaba ocupada usando el teléfono, su estridente voz perforó mis oídos sacándome de mi estado de shock.
-Entonces le grité: " Yo no soy como crees, ¿me oíste John? ¡Yo tengo dignidad!" ¿Y sabes que hizo?...-entonces me miró y no habló más.
Me sentí tan avergonzada de haber escuchado como hablaba por teléfono, mis mejillas se encendieron, la miré apenada y salí corriendo al pasillo blanco y angosto, riendo por mi faena y llorando de alegría por mi beca. Ese día me sentí tan bien y tan extraña que parecía irreal.Primero llamé a mis padres y los tres lloramos juntos con la noticia, luego al llegar al departamento le conté a Diana y ambas gritamos y saltamos de felicidad. Daniel nos llevó a comer helado y en todo el camino no dijo palabra alguna, esperé un "felicidades, cerebrito" o "nada mal, chica nerd" pero no dijo nada, se mantuvo en silencio y solo sonrió cuando Diana le pidió llevarnos a comer helado, me parecía raro pero eso no era de mi incumbencia, él no era de mi incumbencia, así que sólo lo ignoré.
Aquella noche me acosté pensando en la suerte que tenía, en lo emocionada que estaba de comenzar las clases, y en que aún seguía sintiéndome algo vacía, ¿qué podía faltar? Me había ido de casa, tenía una beca en la universidad de mis sueños y compartía todo con mi mejor amiga... pero no era suficiente, ¿por qué? Ese día no lo supe, el siguiente tampoco, ni el siguiente, transcurrió mucho antes de saberlo.Al día siguiente desperté con fiebre de treinta y nueve grados. Daniel y Diana me llevaron al hospital donde el doctor me recetó mucho descanso, líquidos y medicinas. Diana que había planeado buscar trabajo conmigo ese día se tuvo que conformar con trabajar como enfermera, y Daniel que tenía una cita con su "casi novia", según Diana, estuvo todo el día recorriendo la ciudad en busca de los medicamentos que necesitaba, ese día me sentí como si fuera una carga para ellos, no quería que dejaran sus cosas por mí, se lo dije muchas veces a los dos, pero no me hicieron caso, tal vez porque sabían que de ser al revés yo habría hecho lo mismo.
Yo no le caía bien a Daniel pero ese día estuvo al tanto de mí, y cuando más tarde le pregunté por qué él sólo dijo: "Eres la mejor amiga de mi hermana y tus padres me dejaron a tu cargo" luego bromeó sobre lo horrible que me veía con los mocos colgados por la nariz y todo volvió a ser mas normal.
Estuve tres días en cama con fiebre, tomando líquidos y mis medicinas, ya la última noche, cuando me sentía un poco mejor, Daniel nos prestó su DVD y, Diana y yo vimos una película en el pequeño televisor que nos habían regalado nuestros padres para la mudanza, elegimos la comedia romántica "La mejor de mis bodas" era una de mis películas favoritas y siempre disfrutaba verla, Diana pensaba que era tonta pero como estaba enferma y ella quería complacerme, la vimos.
-Qué bueno que te sientas mejor- dijo Diana sonriendo.
-Gracias a ti- respondí y sonreí también.
-Ahora Daniel dejará de quejarse por faltar a sus citas para comprar medicamentos- dijo riendo y reí con ella. Daniel llevaba días quejándose de ello.
-¿Al menos la chica vale la pena?- pregunté y ambas reímos. Diana siempre decía que su hermano salía sólo con tontas a pesar de ser muy intelectual.
-Ambas sabemos que no- respondió ella mientras ambas reíamos.
Disfrutaba reír después de estar agonizando en una cama, me hacía bien.
"La risa es la mejor medicina"
La mejor de todas las medicinas.
-Diana- ella me miró-. ¿Tienes miedo de que comience la universidad?
-No- sonrió-. Es algo que quiero y necesito, solo estoy nerviosa, debería estar asustada pero no lo estoy- se encogió de hombros-. Es raro lo sé, pero presiento que algo grande pasará ¿sabes? Y eso me emociona...-suspiró-. ¿Tú tienes miedo?
Sonreí.
-Ahora no, confío en tu instinto-. dije con una gran sonrisa.
Ella tomó mi mano como solía hacerlo en ese tipo de situaciones, y ambas seguimos viendo la película.
Quería a Diana como si fuese mi hermana, y el hecho de haber crecido sola como hija única me hacía quererla aún más. Era alguien muy importante para mí. Ningún amor por ningún chico jamás superó mi amor fraternal hacia Diana. Mucho menos con el pasar del tiempo y de los hechos.
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Para Siempre Joven
RomanceEra feliz y no lo sabía, jamás me esperé que ocurriera aquella tragedia, y sufrí mucho por ello, pero gracias a eso conseguí apoyo y amor en quien menos lo pensaba. Ella nos unió, y nosotros la amamos hasta el final. Portada por @IrreBlu ♡♡