Capítulo 1

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Miré a través de la ventana del auto, mamá y papá estaban ahí, llorando igual que yo. Mamá lloraba sobre el hombro derecho de papá, mientras que él sonreía, de manera más triste que feliz, y movía la mano en forma de despedida. Era duro para todos, pero era lo necesario, algún día iba a pasar de todos modos, y ese era el día.
Me habían dicho que aún era joven para ello, pero yo no lo creía. Me había graduado con honores de la preparatoria, ese había sido mi regalo de despedida para ellos. Tenía que crecer. Tarde o temprano todos teníamos que hacerlo.
Irse de casa fue más difícil de lo que había pensado antes, ¿quién lo diría? Años soñando con irme y cuando por fin lo hacía sentía más nostalgia que libertad. Ironías de la vida.
Amaba a mis padres, no hay que mal entender, sólo que en casa me sentía atrapada, estaba segura de que necesitaba irme lejos para hacer algo bueno de mi vida. Y eso hacía. Quería lo mejor para mí. Un buen futuro asegurado. Una vida sin monotonía. Quería sentirme yo misma por alguna vez en mi vida, y en casa no lo lograría.

Diana me esperaba en el aeropuerto, era un viaje largo hasta la otra parte del país y habíamos decidido volar hacia allá. Era mi primera vez volando en un avión, la cuarta de ella, ya que desde que su hermano Daniel se había ido ella lo visitaba en vacaciones; Daniel nos recogería al llegar el vuelo, porque quería ver a su hermanita y porque era el único conocido en la ciudad.
La primera vez que conocí a Diana su hermano llevaba un mes fuera de casa, y en tres años de conocer a Diana sólo lo había visto dos veces. La primera cuando Diana ganó el campeonato de voleibol en la preparatoria, y la segunda cuando una vez para navidad fui a cenar a su casa, me había parecido el más inmaduro y fastidioso de todos los chicos que conocía, de verdad era sumamente molesto.
Iba a ser algo agotador tener que verlo más seguido por ser nuestro tutor en la ciudad, ¿acaso no era ya mucho verlo una vez cada año y medio? Siempre se burlaba de mi manera de caminar, decía que tenía las piernas tan feas que parecían las patas de un flamenco, también decía mi voz era sumamente irritante y que le causaba dolor de cabeza, repetía mil veces que tenía un pésimo gusto en música porque prefería The Beatles a The Rolling Stones. No tenía límite su estupidez e inmadurez; pero yo me había prometido ignorarlo, así no me alteraría y él se daría cuenta que sus burlas no funcionaban conmigo. Eso haría. Ya estaba más que decidido.
Aunque él era tres años mayor y había pasado mucho desde la última vez que lo había visto o habíamos hablado por Facebook, tal vez ya había madurado... Aunque no creía que eso fuera muy probable.

-Lena, hay que subir al avión ya- dijo Diana interrumpiendo mis pensamientos, la miré y asentí.
Era hora de irse.
Mi primer vuelo en avión no estuvo nada mal, no le temía a las alturas ni nada por el estilo, pero el hecho de estar volando hizo que no parara de mirar por la ventana repitiendo: "Mira Diana, mira" cómo una niña pequeña, mientras ella intentaba reír, pero sólo apretaba los puños llenas de miedo e intentando no entrar en pánico, ella sí le temía a las alturas, así que durmió el resto del viaje, con ayuda de unas píldoras para el mareo; mientras que yo me quedé observando por la ventana, el cielo era tan hermoso y desde aquel punto de vista todo se veía mucho mejor. Definitivamente adoraba volar. Tal vez más que andar en bicicleta.

Diana dejó sus maletas junto a mí y saltó sobre Daniel, dándole un gran abrazo de hermana menor, él respondió su abrazo con el mismo cariño y luego ambos se acercaron a mí. ¡Dios! Eran como dos gotas de agua. Cabello rubio oscuro totalmente revuelto, ella lo llevaba hasta los hombros y él con un corte masculino y común; ojos café, los mismos ojos café con esa expresión algo pedante y bromista; sus rostros eran tan parecidos, solo que él llevaba un barba corta y ella usaba maquillaje; ambos altos y atléticos, hasta podrían hacerse pasar por gemelos, incluso lo habían hecho algunas veces, según me había contado Diana. Él se veía algo diferente de la última vez, siempre que lo veía usaba camisa y pantalón pero ese día iba en jeans y una playera de The Rolling Stones, estaba acostumbrada a su look de adulto amargado, cuando él solo era otro joven más.
-Lena la nena- dijo él al verme, me tenía ese fastidioso apodo desde la primera vez.
Lo miré lo suficiente mal cómo para matarlo, lástima que no sirvió.
-También me da gusto verte Daniel, no se te nota lo vejete así vestido- respondí en un intento de ofenderlo.
Él solo se rió, lo cual me hizo irritarme aún más. Ese tonto. Tenía que ignorarlo, solo eso, luego se cansaría y me dejaría en paz. Ignorarlo y ya.
-Ahora eres chistosa, mucho mejor, las amargadas son feas- dijo riendo-. Ahora vamos chicas, las llevaré a su nuevo departamento, tendrán la suerte de ser mis vecinas.
Diana celebró y yo me quejé. Sería tan difícil todo los próximos años en la universidad, pero tenía que aguantar... Tenía que aguantar.

Para Siempre JovenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora