Capítulo 8

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Nos habíamos besado.
Daniel y yo nos habíamos besado.
¿Qué había pasado por mi cabeza? ¿Qué había hecho? Estaba mal... ¡No! No estaba mal, él era lindo, vaya que sí, era guapísimo, y se sentía tan bien estar con él... y besarlo ¡Al diablo lo demás! Besar a Daniel estaba bien.
Aquel día nuestra sesión de besos fue interrumpida por los gritos de Laura llamándome y yo fui con ella, Daniel y yo no nos vimos el resto del día. Ambos estábamos confundidos y fue bueno para pensar.
Después de un rato decidí que quería volver a hacerlo, estaba pensando y pensando, en la suavidad de sus labios sobre los míos. Me sentía una tonta pensando en cosas como esas, pero no podía evitarlo.

La mañana siguiente tenía que verlo en el trabajo y ya había tomado mi decisión, pero esperaría a que él actuara, si no, me olvidaría de mi decisión y ya.
Cuando llegué a la biblioteca él ya estaba ahí, me miró de reojo y me ignoró. De acuerdo, tocaba olvidar. Faltaba una hora para abrir. Una hora sola con Daniel.
Lo ignoraba igual que él me ignoraba, me distraje pensando en otras cosas, acomodé libros, muchos libros, limpié un poco mientras él sólo se quedaba en el mostrador escribiendo. Estaba enfadada. Él me besaba y luego me ignoraba ¿Qué se creía? Recordé a Diana. Ella se habría reído. Me senté sobre una silla, rendida. La extrañaba más que nunca, quería llorar pero me contuve, a ella nunca le gustó verme llorar; ahí mismo le prometí a Diana, y a mí misma, que no más llanto, intentaría con todas mis fuerzas no llorar más. No más por ella. Ya la había llorado bastante. Suficiente.
Me levanté y comencé a caminar, pasé en frente de Daniel como si no me importara y seguí mi camino hacia la caja de cosas pérdidas y encontradas ¿Por qué ahí? La última vez había visto algo que me recordó mucho a Diana y quería volver a verlo. Revisé y lo encontré. Un cuaderno de poemas. Hacía demasiado tiempo que no veía uno, desde que Daniel se llevó el Diana con él. Abrí el cuaderno y sólo pasé las páginas, sin leer nada, sabía que era privado.
-¿Qué haces?- preguntó Daniel.
-Recordar- respondí en voz baja con una sonrisa dibujada en mi rostro.
-Te puedo dar su cuaderno si quieres- dijo y me abrazó por la espalda, deslizando sus brazos al rededor de mi cintura y apoyando su mentón en mi hombro derecho.
¿Qué hubiera sido de mí sin sus abrazos cálidos?
-No. Era privado para ella y aún lo sigue siendo- dejé el cuaderno sobre la caja.
-Así es- asintió sobre mi hombro, reí sintiendo cosquillas- ¿Cómo está Laura?
-Bien. Dijo que reacomodaría el departamento, tiene un ataque de creatividad- ambos reímos.
-Puedes estar en mi departamento mientras ella termina.
Me solté de su abrazo, volteé y lo miré mal.
-Primero me besas, luego me ignoras, ¿crees qué quiero ir?- reclamé y el rió tomándome de nuevo por la cintura.
-Tú también me ignoraste, y no creas que no sé que te gustó besarme- dijo y coloqué los ojos en blanco.
-No soy una linda cabezahueca ¿por qué yo?- quería saberlo. Él sonrió.
-Porque eres única.
-¿Crees qué me como ese cuento barato?- reí con ironía
-Eres sumamente difícil. Eso me gusta. Terca, demasiado terca y fastidiosa, pero también divertida y asombrosa, tienes una manera peculiar de fruncir los labios al enojarte y déjame decirte que vuelves loco a cualquiera con eso, y tu sonrisa ¡oh joder!- sus ojos brillaban al hablar-. Tu sonrisa tan suave y hermosa, podría verte sonreír por horas enteras; muerdes los lápices cuando estudias, eso es realmente tierno, un poco anti higiénico pero tú eres de las que muerde cosas, como un ratón tal vez. En fin, eres única, y no lo digo para conquistarte, lo digo porque es verdad; eres tímida, eléctrica, terca, fastidiosa, hermosa... eres tú... y por eso tú, por eso te elegí- sonrió y yo también, me acerqué lentamente y lo besé, sus labios se acoplaron a los míos.

Me pregunto que es un beso,
Y no sé que contestar,
Esa cosa que bien se siente,
Pero se explica muy mal.
Es el choque de dos almas
Próximas a un querer,
Es el choque de dos labios
Con suspiros de placer.

No lo pude haber dicho mejor Diana...

Laura había dejado muy lindo el departamento, había puesto muchas flores y muchos cuadros coloridos, era un lugar feliz, o eso daba a parecer. Me gustaba mucho; le había prometido a Diana no más llanto, y aquel feliz lugar me ayudaba.

***

Laura se fue una semana después, sin conocer ni el más mínimo detalle sobre mis sesiones de besos con Daniel.
No éramos novios. No, eso era muy complicado para nosotros. Lo único diferente eran los besos, del resto todo normal, como si no pasara nada entre ambos, porque no era así. Lo admito. Me gustaba demasiado, mucho más de lo que alguna vez me gustó Oliver, pero era el hermano de Diana y era un poco doloroso, porque él era un constante recordatorio de ella, quería alejarme un poco, varias veces lo intenté, pero no podía, estar con el era doloroso, pero lo necesitaba, lo necesitaba de una manera en la que se puede necesitar a alguien sin exagerar; me mantenía cuerda y evitaba que me derrumbara en cualquier instante. Me cuidaba de mi misma y por eso lo necesitaba.

El día que Oliver regresó fue a verme en el departamento, faltaba una semana para que comenzaran las clases y yo estudiaba algunos temas del próximo semestre mientras Daniel leía un libro sentado a mi lado. Estaba lloviendo y ambos nos preparamos una bebida caliente, él tomaba café y yo tomaba té, fue cuando sonó el timbre, me levanté para abrir y ahí estaba Oliver, llevaba el cabello un poco más largo y sonreía de oreja a oreja.
-¡Lena!- exclamó y me abrazó con fuerza.
-Oliver, me alegra verte, pasa por favor- respondí sonriendo y él entró.
-Te extrañé mucho, Lena- dijo Oliver y me dio otro abrazo. Daniel tosió falsamente para hacerse notar, entonces Oliver me soltó-. Hola, Daniel, no sabía que estabas aquí.
-Me di cuenta- dijo Daniel levantándose-. Yo mejor me voy- tomó su libro y se acercó a la puerta
-No, prometiste quedarte hasta tarde y lo harás- repuse y él me sonrió.
-De acuerdo. Me quedo- suspiró y volvió al sofá.
-Que bueno que se lleven mejor- me susurró Oliver. No tenía ni idea.
Reí con fuerza.
-Mucho mejor- dije y soné sarcástica, pero era por la risa.
-¿Qué hicieron durante el verano? Me imagino que habrán salido- preguntó Oliver. Daniel y yo intercambiamos una sonrisa cómplice.
-Creo que fuimos al cine, o al parque, no hicimos gran cosa, trabajar y estar un tiempo con mi prima Laura que estaba de visita. Es la mejor, ojalá la hubieras conocido- comenté y él sonrió.
-Será para la próxima- dijo sentándose en el sofá con Daniel.
-¿Cómo te fue a ti?- pregunté.
-Genial. Me encontré con viejos amigos, incluso hice las pases con mi ex- respondió.
-Me alegro, entonces, ¿ya volvieron?- dije y Daniel lo miró interesado.
-No. Ella tiene novio y yo... pues... ya sabes.
Daniel frunció el ceño. Sí. Sabíamos todos. Aún sentía algo por mi.
-Superalo. Lena ya sale con alguien- dijo Daniel y reí un poco. ¿Estaba celoso?
Oliver me miró sorprendido, un poco dolido también, y me sonrojé.
-¿Es cierto?- preguntó y asentí-. ¿Quién?
-Un viejo conocido de ella. Yo que tú me cuido, es celoso y fuerte- dijo Daniel y reí. Sí. Estaba celoso.
-No tiene porque preocuparse. Lena y yo sólo somos amigos- dijo Oliver molesto.
-Es cierto- dije y suspiré.
Daniel volvió a concentrarse en su libro. Estaba de mal humor, se le notaba. Y Oliver no dijo nada. Incómodo.
Cómo seguía lloviendo Oliver se quedó un rato más y luego se fue, Daniel no me dirigió la palabra desde entonces, seguía molesto, y yo no le iba a insistir como tonta, no tenía motivos para andar molesto, era su problema. No el mío.
Ya a la hora de la cena preparé hamburguesas y le di una. Tampoco lo mataría de hambre. Él la comió sin decir una palabra, y mientras lavaba los platos se acercó y dijo:
-¿Quieres ser mi novia?
Lo miré confundida.
-Pensé que estábamos bien así- respondí.
-Pero así no puedo presumirte, y andar contigo por la calle, y demostrar frente a los demás... Así que... ¿Quieres?
Me quedé pensativa. Las relaciones no eran lo mío. Y tampoco enamorarme. Pero Daniel era diferente, en cierta forma.
-Sí- dije insegura y él me besó.
Tenía miedo. Miedo de que algo saliera mal. Necesitaba a Diana.

Para Siempre JovenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora