ƈαρíƚυʅσ 21

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—Odio todo, contigo no se puede —Kai rodó los ojos, sosteniendo su mochila con lo que le quedaba de fuerzas.

Yeonjun abrió la boca ofendido.

—No te hagas, también fue tu culpa —le pateó.

El menor trastabilló hasta casi caer al suelo. Ambos se miraron con enojo. Bien, puede que el fin de semana de acampada no saliera como esperaban. Desde un inicio fue un desastre, comenzando por que no llevaron batería extra y su celular murió, perdieron piezas de la carpa en el camino, quemaron sus futones por accidente y antes de regresar, cayeron al lago mojando la ropa que tenían puesta y la de cambio.

Ahora se encontraban allí, a media calle de su casa, temblando hasta los huesos, con raspones en piernas, brazos y mejillas y tierra pegada al cuerpo. Eran un desastre.

—Tenemos suerte de haber estado en peores situaciones, ya ni esto me puede dar vergüenza —suspiró Huening, notando que algunos vecinos los miraban o sorprendidos o aguantándose la risa.

Finalmente, hogar dulce hogar. Yeonjun tocó el timbre rogando que abriesen la puerta rápido; ambos chicos se estaban congelando allí afuera.

Demonios, ni siquiera habían llevado dinero para el taxi por lo que tuvieron que caminar tres horas para regresar.

Unos pasos se oyeron tras la puerta, y a los segundos, la señora Choi los miró de pies a cabeza antes de fruncir el ceño y negar lentamente.

—Me encuentro decepcionada pero no sorprendida —murmuró la mujer, dándoles espacio para que pudieran ingresar—. No, creo que ya ni eso.

Pronto la señora estalló en risas. Ambos jóvenes se encogieron de hombros, acostumbrados ya a los constantes cambios de humor de la mayor. Un segundo podía estar queriendo golpearlos con su taco punta diez y al segundo ya estaría burlándose de sus torpezas.

Por fin, elevaron la cabeza. No se esperaban contar con una presencia que los miraba con mejillas rosadas, entre nerviosa y aguantándose la risa. Kai se sintió avergonzar, estaba quedando como ridículo frente a su... bueno, sabía que ambos se gustaban; lo habían dejado claro. Pero aún no estaban saliendo formalmente, ¿cierto? De igual forma, el punto es que Kai estaba quedando como ridículo frente a su crush, y eso era más que suficiente para avergonzarlo.

—Ahh, con que ahí sí —se burló el mayor a su costado, sorbiendo los mocos.

Kai iba a contraatacar, de no ser porque pensó mejor la situación. ¿Qué hacía Yoorinnie en su casa? ¿Y comiendo con su mamá? Ni siquiera se detuvo a arrepentirse más de su apariencia; de acercó a paso veloz hacia las dos mujeres más importantes para él.

—¿Estás bien? —preguntó, denotando genuina preocupación por la rubia.

Yoorin bajó la cabeza, sintiéndose aún más ansiosa. No se esperaba que los hermamigos llegaran de pronto. No quería que todos supieran lo que pasaba, pero le debía una explicación al chico de cabellos negros que aguardaba por una respuesta que calmara su inquietud. Abrió la boca; sin embargo, cuando iba a contestar, fue interrumpida por la mayor a su costado.

—Dios, son un desastre —rodó los ojos—. Anda, vayan a bañarse. En unos minutos les subiremos toallas.

Desganado, Kai terminó obedeciendo. Pronto en el comedor solo se encontraban las tres chicas, pues los señores padres habían sido llamados de emergencia por su jefe y no volverían hasta la tarde.

—Ay, me duele la espalda —soltó de repente la señora Huening.

—Ow, a mí los pies —le continuó la señora Choi—. Yoorin-ah, ¿te importaría subir las toallas? La de Yeonjun está bien que la cuelgues en la puerta, la de Kai sí es en su habitación. Claro, si no es mucha molestia.

ႦυႦႦʅҽɠυɱ - ԋυҽɳιɳɠƙαι Donde viven las historias. Descúbrelo ahora