Hay cosas en la vida que siempre tratamos de posponer, por ejemplo: estudiar. Es algo que constantemente hacemos; sentarnos frente a los libros y decirnos a nosotros mismos: "Estudio en más ratito". A las dos horas, repetimos lo mismo. Y eso sigue así, hasta que nos quedamos sin tiempo y terminamos reprobando o aprobando el examen con las justas. Otra situación, es cuando tenemos un dolor extraño y decimos: "No es nada", y nos negamos a ir al doctor. Después resulta que se trataba de una infección.
El ser humano tiende a retrasar las cosas por muchas razones; entre ellas, el miedo. Ese es el caso de los primos, que se encuentran mirándose el uno al otro con tanto miedo como determinación en los ojos.
—Hoy es el día —declaró Beomgyu.
—Lo es —concordó Seyeon.
Antes de comenzar a acobardarse, salieron camino a casa de Kai. Ese era el esperado día; le dirían todo al chico. No era tiempo de seguir retrasando sus disculpas, debían hacerlo. Aún si corrían el riesgo de perder a un gran amigo.
Pero ellos mismos no se perdonaban sus errores del pasado. Necesitaban él aceptara sus disculpas o al menos decirle la verdad, para dejar ese peso atrás.
El camino se les hizo muy corto; una vez frente a la dichosa casa, dándose un último aliento de ánimo el uno al otro, tocaron el timbre. Segundos después, la puerta fue abierta por un señor de rasgos extranjeros y sonrisa de marca dental.
—Hola, soy el señor Huening —saludó el mayor de como 1.85 metros de estatura—. Qué tiernos son, parecen Hansel y Gretel.
Los menores se miraron entre sí, ladeando la cabeza. El señor no pudo retener la risa y se carcajeó en sus narices. Fue tan ruidoso, que pronto salió del interior del lugar una mujer de cabellos cortos oscuros a saludarlos y darle un suave golpe al hombre.
—Oye, ¿no ves que los espantas? —suspiró cruzándose de brazos. El señor puso cara de perrito regañado—. Lamento eso. ¿A quién buscan? —preguntó con una sonrisa también perfecta.
Para Beomgyu y Seyeon fue obvio que ambos eran los padres de Kai; su amigo era idéntico a ellos. Ya veían de dónde había salido su atractivo.
—Somos amigos de Kai del colegio. ¿Podríamos ir a saludarlo?
—Por supuesto que sí —les dejaron entrar—. Cualquier cosa, avísennos. Los amigos de Ningning son como hijos para nosotros.
No habían mentido, eran sus amigos. Aunque eso podría cambiar después de lo que le confesaran hoy.
Saludaron también a los padres de Yeonjun; Seyeon se sintió sonrojar porque ellos eran sus suegros aunque aún no lo supieran. Su chico no se encontraba en casa debido a su trabajo de medio tiempo, pero no se entristeció por ello. En ese momento, lo único que ocupaba su mente era disculparse con Kai.
Siguieron sus indicaciones, y hallaron la dichosa puerta de la habitación de su amigo. Volvieron a mirarse entre ellos, y murmuraron:
—Es hora. Tenemos que hacerlo. Incluso si no acepta nuestras disculpas, que sería comprensible, no podemos seguir retrasando esto.
Y es que si algo habían aprendido los primos, era que no debían dejarse dominar por sus miedos; eso no era vivir. Gracias a las amistades que entablaron, lograron convertirse en una mejor versión de ellos mismos. Caso contrario, Seyeon seguiría caminando con los ojos en el suelo y Beomgyu no habría sido capaz de perseguir sus sueños.
Eran personas diferentes ahora. La prueba final estaba a solo una puerta de distancia.
Así que tocaron la puerta.
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ႦυႦႦʅҽɠυɱ - ԋυҽɳιɳɠƙαι
FanficYoorin era muy conocida en su escuela por ser callada y problemática, pero sobretodo egoísta. ¿Un chicle? Jamás te lo iba a invitar, no. "Lo mío es mío, y lo tuyo si me lo enseñas y me gusta te lo quito". Esa era su mentalidad y no pensaba corregir...