4. Nueva casa, nuevo instituto.

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Bajé del vagón sin poder creer lo que acababa de suceder. Cogí un taxi para ir hasta mi nueva casa ya que no me sabía bien el camino. Durante el camino no paraba de pensar y repetirme la misma pregunta. ¿Volvería a ver a ese chico? Lo último que de dijo me dejó mucho que pensar. <<Te prometo que esta no será la última vez que nos veremos.>>, esas palabras resonaban en mi cabeza.

Por fin llegué a mi casa y mi padre se encontraba fuera esperándome.

Por fuera parecía la típica casa de Londres. La puerta estaba decorada con un puente lleno de flores donde llegaban hasta los matorrales que rodeaban la casa. Gran parte de ella eran ventanas y balcones. Debajo un ventanal sobresalía de ella con el marco blanco y estaba hecha de tochos rojos.

- ¡Al fin llegas cariño!- Gritó mientras me daba un fuerte abrazo y un beso en la frente.

Me ayudó con las maletas y entremos en la casa.

- No me has dicho nada sobre nuestra casa nueva, ¿qué te parece cariño?- Me dijo entusiasmado.

- Ya sabes lo que pienso de mudarnos papá..

- Lo se hija, pero no podemos hacer nada.

- Bueno, todo y así es mucha casa para dos personas.

-Sí, pero así tendremos más espacio. Yo tendré mi taller para las motos de moto cross y tu habitación donde podes utilizarla a tu gusto.

-Oh papá, te adoro.- Le dije contenta abrazándole.

Bailar era uno de los deportes que practicaba desde pequeña y ahora me entretenía a crear nuevos bailes, la habitación la podía aprovechar para dedicarme más a ello.  Además de eso y la fotografía me gravaba cantando las letras de rap que hacia pero eso lo mantenía en secreto y esos vídeos no los mostraba a nadie.

Aunque no lo parezca, mi padre y yo siempre hemos estado apoyándonos el uno al otro y más este último año después de la muerte de mi madre. No ha sido el único que ha conseguido que siga en pie, si no toda mi familia ya estamos muy unidos y soy de la pequeña y se preocupan por mi. También me han ayudado personas que jamás creería que lo harían y otras que se fueron, esos me ayudaron a saber quien de verdad estaría a mi lado. Por suerte he conocido a más que en poco tiempo me han apoyado más que los que conocía en años.

- Hija, se que todo te cambiará pero haré lo posible para que estés cómoda aquí y no pierdas el contacto con tus compañeros y tu hermana.

-Muchas gracias papá.- Sonreí después de decir eso.

Mi hermana acaba de tener un hijo con su novio, por lo tanto, no se vino a mudar aquí ya que le quedaba lejos del trabajo y sería complicarse las cosas ahora con el niño. La verdad, que la llegada de mi sobrino y también la de mi primo fue una sorpresa y eso ha hecho que la muerte de mi madre no nos afectara tanto.

Entré en la casa y mi padre me guió hasta mi habitación la cual aún no había visto porque estaban pintando.

- ¿Estas lista?

- Sí, ¡estoy ansiosa!- Grité dando palmaditas.

- ¡Esta es tu nueva habitación Odette!

- ¡DIOS MIO!- Grité emocionada dando saltos haciendo caer las maletas que sujetaba.

La habitación era enorme, lo primero que se veía era una gran ventana que daba al balcón, a su derecha se encontraba una cama de matrimonio con las sabanas con diferentes tonos de lila que hacían conjunto con las cortinas y la pared.  Estaba decorada con cojines grises que hacían juego con una alfombra, arriba había un cuadro colgado en horizontal donde se podía observar una foto mía con mi ídolo. También tenia un cabezal gris decorado con luces blancas y a cada lado habían mesitas. Delante de la cama había un gran escritorio en forma de ''L'', seguidamente había una estanteria larga. En la pared restante había un armario largo y alto donde en medio había un cristal donde te veías todo el cuerpo. Todos los muebles eran de madera de color gris claro.

- ¿Te gusta cielo?- Me dijo animado.

- ¿Que si me gusta? ¡Me encanta!- Le dije mientras le achuché.

- Me alegra muchísimo verte así. Ahora te dejo, ordena tus cosas y ponlas a tu gusto.

Asentí con la cabeza y se fue. Luego me puse música y empecé a poner todas las cosas que traje y decorar las estanterías.

Pasó el dia y me observaba delante del espejo, mi pelo lucía unos rizos marrones que se iban aclarando a medida que llegaban hasta la medida del pecho y caía sobre mi desnudo hombro gracias al jersey marrón que llevaba. Llevaba unos tejanos donde se podían ver algunos agujeros y finalmente unos botines a juego con el jersey.

Cogí mi caso y me dirigí hasta lo más preciado que puedo tener, mi moto. Empecé arrancar nerviosa para ir a mi nuevo instituto. Aparqué, y cogí mi horario para ver en que clase me tocaba para dirigirme a ella.

Al llegar, chicos y chicas estaban metidas en sus conversaciones y posaban su mirada en mi y pero no duro mucho ya que tocó la sirena. Me senté en el primer sitio que vi por el fondo y enseguida llegó el profesor.

-¡Hola! Eres nueva, ¿verdad? -Miré hacia mi derecha y me encontré con un chico con los ojos marrones que me observaba con una gran sonrisa.

-Si, soy Odette, encantada. –Le sonreí.

-Encantado Odette, yo soy Andrew. Ya que eres nueva te puedo enseñar el instituto en el recreo, ¿te parece?- Me guiñó el ojo.

No sabía nada sobre este instituto ni sobre este chico así que no me fiaba mucho, pero a pesar de eso acepté su ayuda.

-Te lo agradecería.

-No te preocupes, ya sé que no me conoces pero quiero que te sientas cómoda en el instituto.

La verdad es que era muy majo. Hablemos un rato más y me ayudó con las materias optativas las cuales me dijo el profesor que iba. Por suerte no me tuve que presentar delante de clase por que acabábamos de empezar el curso y había gente nueva que se encontraba perdida como yo.

El rato pasó rápido hasta el recreo.

-Este es el gimnasio.

Los vestuarios eras muy grandes, así que no me podía imaginar cómo era el gimnasio donde íbamos a dar clase habiendo visto eso antes.

-¡Esto es enorme!

-Tienes suerte, estas en el instituto más adinerado de Austonia. 

-Aún no puedo creerme que este aquí la verdad. –Dije como una niña pequeña y nos echemos a reír. 

-Será mejor que vayamos a la cafetería a tomar algo y te presentaré a mis amigos.

Le seguí hasta la cafetería donde se podían distinguir diferentes grupos de personas en las mesas. En el fondo se encontraban los que parecían ser los populares, pero el resto no parecía haber ninguna distinción como los/las empollones/as o los/as fracasados/as.

-¡Mira a quien tenemos por aquí! Hacía tiempo que no te veía, ¿quién es tu amiga? –Un chico bastante guapo me miró detenidamente mientras decía eso y chocaba la mano con Andrew.

El sexto vagónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora