Capítulo 5

17K 973 82
                                    

—Si soy yo.

Justo ahora me tuve que quedar sin voz.

—Linda, escucha. Tengo bastante trabajo. Esto lo hago solo por mi hija.

Ya se le está siendo costumbre decirme linda, pero me encanta.

—Entonces. ¿A qué hora podría ir a entrevistarlo?

Parezco tonta tartamudeando.

—Espérame un minuto.— no le respondí porque sentí que no estaba a través del teléfono.— ¿Puedes a las tres y media?— me pregunto algo agitado.

—Sí. Creo que eso es todo. Muchas gracias por hacerse un tiempo para mi, sé que es un hombre muy ocupado.

—A ti linda, nos vemos a las tres. Cuídate.— y corto.

Ahora tengo que dejar una nota mental. Tratar de no ponerme nerviosa delante de él.


(*)

Justin.

Luego de cortar la llamada con Kendall se me cayó el lápiz y me di cuenta que tenía un estorbo entre mis pantalones. Cómo una niñita me pudo causar eso.

Y para no quedarme con las ganas bajo la cremallera de mi prenda, saco mi pene y comienzo a masturbarme, gimo el nombre de Kendall a cada rato, pienso que es ella que me toca y cada vez lo hace más fuerte y en menos de tres minutos me corro. Y ahí es donde me viene la imagen de ella tomándolo todo.

No la conozco, pero sé que es hermosa, tanto como para darle toda una noche sin parar.

Voy al baño que se encuentra en mi oficina y me limpio todo y saco el pantalón de repuesto que tengo guardado y me lo cambio. Vuelvo a mi escritorio y llamo a Greta mi secretaria para llamarle la atención por haber sido yo él que contestara una llamada.

—¿Qué ocurre señor?

Ella ya es una persona de edad y le doy trabajo solo porque mis hijos me lo pidieron.

—Hace unos diez minutos llamaron y tuve que contestar yo. ¿En dónde estabas?

Si fuera cualquier otra de mis secretarias le hubiera gritando sin dudarlo, pero con ella tengo más de diez años.

—Es que la secretaria del señor Payne tuvo que salir a hacerse un chequeo médico y yo lo ayude con unos papeles que no encontraba. Por eso no escuche el teléfono sonar.

—No se preocupe. ¿Tengo algo para hoy?

Me quede viendo unos papeles que tengo que firmar para la nueva empresa en Francia.

—En la noche tiene una cena con unos empresarios Chinos.

—¿A qué hora?

Si es cerca de las cuatro no podre, tengo la entrevista con la bonita.

—A las diez.— dice como si nada. Ya se le es costumbre tanta información que la tiene retenida.

—¿En el mismo restaurante de siempre?— ella asiente.— Puede retirarse.

Y sin decir más se va.

Puede que a esta comida no vaya solo, sino muy bien acompañado por una niñita que quiere jugar a la periodista.

Siento mi teléfono sonar en mi bolsillo de mi chaqueta, lo saco y hago una mueca al ver quién es el que me llama, mi padre.

—Hijo, solo te llamo para decirte que en dos semanas tienes que venir a Bradford.— lo dijo como siempre en su tono dominante de soy el mejor empresario de Inglaterra.

—¿Tengo opción de decir que no?— la pregunta creo que estaba de más.

—No, así que en dos semanas nos vemos.

No espero mi despedida y corto.

Sigo trabajando, pero buscando unos papeles en mi portafolio me acuerdo que los deje arriba de mi mesa anoche. Tomo las llaves de mi auto y le digo a Greta que vuelvo a cerca de una hora.

Al llegar a mi casa oigo gritos desde la cocina. Me voy directo y me encuentro con mis dos hijos que están teniendo una guerra de harina. Sara la nana está en un costado protegiéndose la cara con las manos.

—¡Milagros! ¡Mason! ¡Dejen de tirarse harina ahora!— les grito y automáticamente esconden sus manos.—Sara no se preocupe, ellos dos serán los que limpien eso. Yo solo vengo a buscar unos papeles y me voy.

Subo las escaleras y voy a la última habitación que es la mía. Al entrar me entra una nostalgia, cinco años sin hacer pasar a una mujer que no sea alguna de mis hijas. Mi última esposa la tuve hace seis años, luego nos separamos por cosas del destino, o porque ella quiso irse a Holanda con su nuevo novio con el cual me engaño.

—Papá, son las tres y media.

No sentí a mi hija entrar pero reconocería su voz donde sea.

—Me tengo que ir.— me pare, me acerque a ella y la abrase por cerca de tres minutos y me despedí con un beso en la frente.— Te quiero mucho mi niña.

—Yo igual papá.

Podría ser mi hija ➳ j.bDonde viven las historias. Descúbrelo ahora