Capítulo 10

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—Salgamos.— me ordeno luego de habernos vestido los dos.— Vemos cuál es el dichoso vestido que tengo que comprar.

Salimos de los vestidores tomados de las manos como si fuéramos una pareja feliz. Antes me pidió que le describiera el vestido y mientras más le contaba de él, hacia más gestos de desaprobación, decía que no quería que fuera con el puesto porque recibiría muchas miradas de viejos de más de cincuenta años, pero creo que lo termine convenciendo.

Llegamos en donde estaba la categoría de vestidos de gala rojos. Busque con la mirada el que quería y estaba entre los primeros. Justin se quedo viendo algo y no quiso soltarme la mano.

—Pero vamos.— le rogué con un tono un tanto infantil.

—Mejor te compro este.— me mostró un vestido horrendo café con un corte espantoso, está diseñado para una mujer de unos cuarenta años, incluso más.

—Es de vieja y yo quiero el que está allá.— le apunte en donde se ubicaba y una mujer de unos treinta y algo años lo tenía en sus manos inspeccionándolo para claramente comprarlo.— Y ahora por tu culpa de estar aquí distrayéndome otra lo quiere comprar.

—No te voy a comprar eso.— me dijo viéndome seriamente.

—Pero si tú me dijiste...— quería seguir hablando pero él me interrumpió poniendo un dedo sobre mis labios.

—Una cosa es lo que diga, otra cosa es que lo haga, y ese vestido es muy provocador. Yo no me voy a prestar para comentarios de que ando con una cualquiera.

Ok, eso dolió.

—Con eso andas, me pagas para tener sexo contigo, eso hace una cualquiera.

—No, yo ando con una dulce jovencita que tiene sexo conmigo porque necesita ayudar a su madre, y no lo haces porque quieres.

—Si no me lo compras tú, me lo compro yo.

Fui en donde estaba la señora o señorita, en realidad me da lo mismo, ahora es tiempo del plan descalificar a la rival.

—Perdona. ¿Puedo consultar algo?— le dije como si fuera alguien de una gran clase social.

—Dime.

Tenía una voz chillona que casi me llegaron a doler los oídos.

—¿Ese vestido lo vas a comprar para ti?

—Sí, pero creo que me quedara un poco ajustado.

—Ese vestido está diseñado como para una joven de unos veinte años.

No tengo veinte, pero sí me queda.

—Sí. ¿Lo quieres? Yo escogeré otro.

Bingo, no fue tan difícil como la vieja de la otra tienda.

—Gracias.— tome el vestido y me fui a donde esta Justin, pero lo encontré en la caja pagando algo. Y de la nada llego una vendedora a pedirme el vestido. Con desconfianza se lo pase. Me fui a parar al lado de Justin y él me tomo de la cintura.— ¿Qué pasa?

—Que no sé como me convenciste, pero tendrás ese vestido.— me dio un beso en la nariz y luego puso su cabeza en el hueco de mi cuello.

—Gracias por comprar, vuelvan pronto.— nos dijo la vendedora. La típica frase cuando uno hace una compra aunque sea insignificante.

—Además te compre unos zapatos, una pulsera y una cartera.— me dijo cuando ya estábamos camino al auto que estaba en el subterráneo del centro comercial.

—Quiero hacerte tantas preguntas.— le dije en un suspiro.

—Juguemos a las diez preguntas.— me incito.

—Ya, yo empiezo.— le respondí con entusiasmo.

—El lugar es todo tuyo.

Saco las llaves del auto y le quito la alarma. Y me dijo que subiera.

—¿Cuántos años tienes?

—Treinta y nueve.

Mierda, me estoy acostando con un viejo que me dobla la edad.

—Las otras nueve las quiero guardar para otra ocasión.

Era mentira, solo que al saber su edad se me quedo la mente en blanco.

—Yo las quiero ocupar todas.— me dio una pequeña mirada.

—Hazlo.— le dije sin ninguna expresión en la cara.

—¿Algún novio?

—Si tuviera novio no estaría aquí.— le respondí un poco molesta.

—Perdón, siendo tan guapa tenía que preguntar.— me dijo a la defensiva.

—Pues no, no tengo novio y tampoco planeo tenerlo por lo menos por seis meses más, quiero estar sola.

—¿Por qué?

—Sería demasiado fácil decir. Escúchame, me acosté por tres meses con un hombre que me dobla en edad pero nada más, te amo. Sería lindo.— le dedique una sonrisa burlona.

—No tienes porque ocupar el sarcasmo.

Esto ya estaba convirtiéndose en una discusión.

—Bien, lo siento.

Lo último que quería era llevarme un inmenso dolor de cabeza.

—Con un lo siento no se soluciona nada.

—Perdón, disculpa, lo lamento, no quise hacerlo. ¿Lo quieres en otro idioma? ¿O contacto a un extraterrestre para que lo diga en su lengua?

Pensaba que me iba a responder, pero a diferencia se metió en un callejón sin salida.

—Andate para atrás.— me dijo sin mirarme.

—¿Qué?— le dije sin entender.

—Que te vayas para atrás. ¿A parte de insolente eres sorda?

—No, pero es que no entiendo por qué.

—No te lo voy a volver a repetir, que te pases de asiento y te vayas para atrás.

—Bien.— era incomodo porque su auto es un deportivo, y con dificultades me pase.— ¿Feliz?

—Después de esto no seguirás con tu ironía.

Con rapidez y fuerza se posiciono arriba mío besándome desenfrenadamente, con su mano derecha me tocaba un pecho y con la izquierda se afirmaba para no caer completamente sobre mí, me besaba de una forma diferente, en la tienda después de saber que era virgen me trato como una bolita de cristal milagrosa y ahora tengo la certeza que después quedare con los labios totalmente rojos por la pasión.

Con un movimiento separo mis piernas y se posiciono en el medio de ellas, dejo de tocarme para empezar a hacer masajes arriba de mis bragas pero no duro mucho cuando de improviso metió cuatro dedos. ¿Cómo se que eran cuatro? Fácil con el que sobraba me tocaba el clítoris ahogaba mis gemidos en su boca, me metía la lengua en la boca como si su vida dependiera de eso y su mano hacia maravillas.

Comenzó a meter los dedos más rápido haciendo que me corriera un poco de su boca porque necesitaba el aire, pero no dure ni cinco segundos cuando me volvió a tomar la boca. Lo siguió haciendo como si no se cansara, ahora era el momento donde me llegaba a doler la vagina de lo rápido que movía sus dedos dentro de mí.

Y cuando estaba a punto de llegar los saca y a la vez separa nuestros labios, pone su mano a la altura de nuestras caras, su mano llega a mi cara y me incita a chupar sus dedos, lo encuentro asqueroso y niego con la cabeza pero casi me la mete a la fuerza y casi me ahogo con la brutalidad que lo hizo, tenía un sabor horrendo que me dieron nauseas, lo único que quería era vomitar.

—Ahora ya sabes lo que pasa cuando me hacen enojar, no te deje llegar a tu tan deseado orgasmo.— se acomodó y fue a sentarse al puesto del piloto.— Pasaremos a una farmacia y luego iremos a mi casa para alistarnos e ir a esa cena.

Podría ser mi hija ➳ j.bDonde viven las historias. Descúbrelo ahora