Capítulo 8

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Hicimos un cambio de posiciones ahora yo arriba de él y entendí porque lo quería hacer. Quitarme el vestido. Lo desabrocho rápidamente y lo bajo, luego al sacar mi sostén sentí una corriente que me hizo poner la piel de gallina. Me llego su olor a hombre combinado con su perfume caro. Al ya tener en la mano hizo un gesto que me saco una gran carcajada, lo movió como si estuviera en una despedida de soltero, luego se lo llevo a la cara le tomo el olor y lo lanzo a cualquier parte de la oficina.

—Tus pechos, son wow... no me imagino todo lo que disfrutare tocándolos, lamiéndoles, chupándoles y hasta mordiéndolos.— tomo uno con su mano y le encajaba a la medida.— Tamaño perfecto.

Apoyo su espalda en el respaldo del sillón para tener una mejor posición, me tomo de la cadera y me coloco encima de su crecida erección, mi feminidad tocaba con su amigo y si me movía aunque sea lo mínimo podría rozarlo. Me chupo un pecho y paso la lengua por el pezón, lo rodeo completo.

—El sabor perfecto. Pero el lugar no es perfecto.

No entendí sus palabras hasta que casi me caigo por la forma tan rápida que se paro. Se acercó a su escritorio y saco algo de su cajón, el más bajo.

—Ven acércate, no te voy a matar.— es sorprendente como puede cambiar de voz tan rápido sin haber carraspeado, antes la tenía ronca y ahora como si nada. Me paro y me subo el vestido, pero sin abrocharlo por atrás.— Toma.

Tome con desconfianza el papel que me entregaba y casi se me salen los ojos al ver que era un cheque por cien mil dólares. Quiero hablar y lanzarle esto por la cabeza por creer que era una perra pero mi teléfono está sonando.

—Kendall. ¿Tu madre dónde guarda los medicamentos?

Liam era el que estaba llamando.

—En el botiquín del baño. ¿Por qué?— le pregunte preocupada.

—Entonces no les quedan, ya los busque ahí. Aun no estamos a fin de mes y ya se les acabaron.

—¿Queda dinero?— le interrogue con la esperanza de que me digiera que sí.

—Ayer te dije que no te quería ver más en toda la semana porque le quedan cincuenta dólares.

Lo que me temía.

—Cuida a mi mamá con tu vida, si le pasa algo te haré el responsable de cualquier cosa.

—Escucha, a mí me quedan doscientos cincuenta dólares de un trabajo que le hice el mes pasado a mi padre, eso se los podría dar.

—No, el más barato cuesta eso. Y el doctor dijo que sí tenía aunque sea una mínima recaída tendría que hacerse unos exámenes, investigue en internet y cuestan quinientos dólares. Así que no ayudaría de mucho.

—Bueno, conste que quise ayudar.

—Gracias.

—Adiós, que tu hermana quiere que la tome en brazos.

No quiero ver a mi madre nuevamente llorando cuando le hacen esas quimioterapias. Es doloroso.

—¿Tu madre está enferma?

Me interrogo.

—Sí.— respondí con total sinceridad.— Tiene cáncer.

—Intuyo que sus medicamentos son de un alcance económico muy elevado. ¿O me equivoco?— puso sus codos sobre el montón de papeles que se ubicaban encima de su escritorio.

—No. ¿A qué quiere llegar con todo esto?

—Te pago un millón de dólares si te acuestas conmigo tres meses seguidos, así ganamos los dos.

Mi madre me saco adelante sola, algún día tendría que devolverle la mano, así que no me queda más que aceptar.

—Está bien.— le respondí tras un gran suspiro.

—Empezaremos por hoy en la noche, me acompañaras a una cena que tengo, pero no con ese vestido, es muy revelador.

Y aquí comienza mi odisea, tendré sexo cada vez que a él se le ocurra y me sentiré más perra que Brooke. Genial.

Podría ser mi hija ➳ j.bDonde viven las historias. Descúbrelo ahora