Sin resultados

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El estadio estaba lleno, los estallidos de impaciencia y algarabía de los presentes se alzaban con intensidad, acompañando el rugido que las motocicletas hacían aquella tarde. Estaban en la competencia de la ciudad de motocross estilo libre, en donde cada participante debía mostrar su habilidad para hacer saltos y acrobacias en el aire, siendo las más espectaculares y peligrosas las mayor puntuadas. El lugar se había acondicionado para que el terreno fuera el adecuado, lleno de tierra y con montículos altos para realizar las piruetas. Desde su lugar como uno de los concursantes, Helio se colocaba el equipo de seguridad; el que no es que quisiera usar, sino que era obligatorio, y su rostro no mostraba ninguna clase de preocupación a pesar de que era la primera vez que participaba en una competencia como esa, ya que, aunque su manejo de la motocicleta era bueno, no lo era tanto.

Sin embargo, era lo que él buscaba; arriesgarse lo más posible. Quizás fuera afortunado y una mala caída terminara por matarlo. Lo había querido, sí; terminar con su patética existencia era su deseo más grande, mas no tenía el valor suficiente o la cobardía necesaria para quitársela él mismo. No sabía por qué, pero sentía que una barrera invisible lo privaba de ir más allá del anhelo y evitaba que lo llevara a la práctica. ¡Ni para acabar con su vida era bueno! De allí que buscara otras alternativas; algo que fuera efectivo, que lo hiciera parecer un accidente y que no tomara mucho tiempo. Una vez intentó con el cigarrillo esperando que le diera cáncer, pero descubrió que era un proceso muy tardado, así que buscó otras cosas.

Mantenía la ilusión de que alguien lo contagiara de alguna enfermedad cuyo pronóstico fuera mortal; participaba por las noches en carreras de auto a alta velocidad, con la esperanza de que el suyo pudiera estrellarse; se inmiscuía en altercados entre pandillas para ver si los golpes o alguna herida grave lo privaban de la vida; y su más reciente opción: los deportes extremos. No obstante, ninguno había funcionado hasta ahora. Le decían un tipo con “suerte”, pero él sabía que no era más que un desdichado miserable.

Su desgracia fue mucho más evidente cuando al llegar su turno, se lanzó al terreno ignorando lo que el comentarista hablaba de él como novato; se concentró en realizar las piruetas más peligrosas que se sabía y las que apenas podía controlar. No duró mucho tiempo; cayó rápido en una de las acrobacias, estando en el aire a algunos metros del suelo y rodó sobre el montículo en el que se suponía debía aterrizar, sintiendo muy cerca la motocicleta que también rodaba, casi sobre él. Sin embargo, la caída no le afectó nada importante o que amenazara su vida y la moto quedó lejos de él. De hecho, tuvo la dicha de no romperse nada y tan sólo sufrir unas cuantas contusiones por todo el cuerpo. ¡Maldijo su resistencia!

—¡Wow, qué aterrizaje! —dijo el presentador acercándose a él—. ¡Amigo, qué fortuna la tuya! Esa caída estuvo fea. ¡Felicidades! No todos consiguen salir casi ilesos; considérate privilegiado.

Helio gruñó con ira mal disimulada, sin prestarle atención a los gritos de sorpresa de todos los presentes y salió del terreno; ya estaba descalificado por lo que ya podía irse de allí. Ingresó a las partes interiores del estadio donde le habían asignado un cuarto para cambiarse; lo condujeron al susodicho y allí encontró a la que recientemente se había convertido en su regular acompañante: Anahí.

—¿Estás bien? —le preguntó la morocha, preocupada.

El castaño no respondió y se limitó a quitarse el equipo de seguridad con una cara de completa furia. Anahí frunció el ceño, disconforme; no le gustaba que la ignoraran así, por lo que replicó:

—Oye, te estoy hablando, al menos responde por educación, ¿quieres?

Helio la miró con los ojos entrecerrados y con acritud palpable dijo:

Rescatando a un CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora