Dando una mano

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Dando una mano

Los pasillos del edificio C de la universidad se hallaban vacíos aquellas horas del día, debido a que la mayoría de los estudiantes se mantenían en sus respectivas aulas atendiendo clases. Sin embargo, en aquel instante, Mina se hallaba en el baño realizando sus necesidades. Se lavó las manos en tanto se quejaba de las clases; su profesora era aburrida al máximo. Si de por sí tenía problemas concentrándose en sus estudios, con profesores tan tediosos era peor. Abrió la puerta para salir del baño y saltó sin reprimir un grito de sorpresa al ver frente a ella a Corazón.

—¿Ya piensas ayudarme? —le preguntó él por centésima vez en la mañana.

—Maldición, Corazón —dijo ella mirando a ambos lados del pasillo, cerciorándose de que nadie estuviera a la vista.

Sinceramente no quería que alguien la viera hablar con la nada. Ya no podía dudar de la veracidad de las palabras de él de ser invisible porque los hechos lo demostraban sin más; él había estado paseándose por toda la universidad sin ser advertido. Corazón no se había ido de su casa y había optado por tomar el pasillo como su nueva residencia, allí, a un lado de su habitación. Cada vez que ella salió de su habitación, como cuando terminó de hacerse su sándwich o cuando sus padres llegaron —quienes probaron que definitivamente Corazón no era visible a nadie que no fuera ella—, él volvió a pedir su ayuda. Lo mismo hizo en cuanto el nuevo día llegó, siguiéndola a la escuela, aprovechando cualquier oportunidad para implorarle su apoyo y, francamente, estaba cansándose. ¡Hasta tuvo que regañarlo por entrar a clases con ella y distraerla más de lo que ya estaba!

—¿Cuántas veces voy a decirte que no? No me molestes más —Mina reiteró su postura, caminando.

—Al menos podrías intentarlo y si no te gusta, lo dejas, no exijo mucho —volvió a solicitar siguiéndola algunos pasos atrás.

—He dicho que no. Tú sí que eres testarudo, ¿eh? Ahora entiendo por qué se quejan de mí todo el tiempo.

—Ser tenaz no tiene nada de malo —él sonrió alentadoramente—. Y mucho menos si es por algo que te importa y deseas.

—Hey, ayer me acusaste de ser egoísta y hoy hablas como uno. Eso no es justo —refunfuñó disconforme.

—Es verdad, lo siento —se disculpó avergonzado y con la mirada perdida, observó su alrededor—. Supongo que todos somos de alguna manera egoístas.

Llegaron al salón de Mina y antes de abrir la puerta para ingresar, ella se volvió para mirarlo con firmeza.

—No entres —le advirtió—. No necesito más problemas en clases y en casa a causa de mi rendimiento escolar de los que ya tengo, ¿de acuerdo?

—De acuerdo —le sonrió tranquilo.

Mina asintió confiando que él respetaría su espacio e ingresó al cubículo. Corazón se quedó de pie frente al ala de madera. Tenía dos opciones; quedarse allí y esperar a Mina, o irse a explorar la universidad. Se decidió por la última y caminó sin rumbo fijo de aquí para allá, observando y percibiendo el entorno de los jóvenes; sin ser detectado. Se tocó sintiéndose sólido cuando un grupo de jóvenes por los pasillos lo atravesaron sin más; se palpó aquí y allá, sintiendo la firmeza de su cuerpo; ¿por qué él sí podía tocarse y los demás no? Eso sí, no capturó temperatura o textura en su cuerpo y ropa; no podía ni sentir el clima del ambiente. Se encaminó a una pared y la tocó. No pudo decir si estaba fría o no, y ni siquiera sintió su aspereza a pesar de que sabía que lo era por cómo se veía.

Suspiró con abatimiento, sintiendo que a pesar de haberse resignado a su condición, no podía acostumbrarse del todo. No se habituaba a no sentir las cosas físicas, sólo sentía las emocionales y la mayoría de ellas lo laceraban. Ni siquiera podía sentir a Mina a pesar de verla y palparla; no sabía si su piel desprendía calidez, si era suave, si su cabello era sedoso; no podía ni percibir su fragancia y si era agradable. No podía saberlo y era lamentable no gozar de tan maravillosos sentidos; como el del gusto, el que definitivamente no le servía si ni siquiera necesitaba comer. Deseaba volver con su amo; únicamente enlazado a él podía disfrutar de todo lo demás con normalidad.

Rescatando a un CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora