Conociendo a Corazón

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Conociendo a Corazón


El sonido de los autos al ir y venir era lo único que envolvía al par de jóvenes, en tanto sus ojos se clavaban en los de los otros; los azules llenos de irritación y los marrones de asombro inmenso. El cabello castaño claro de él era movido por una ligera brisa en medio de tanta neblina, mientras que el largo y pesado cabello de ella se mantenía estable salvo las hebritas que no se acomodaban entre la liga de su coleta alta y que se movían también.

—¿Qué se supone que haces? —Le recriminó Mina al desconocido—. ¿Crees que tu vida es difícil? ¿Que sea lo que sea por lo que estés pasando es tan malo como para quitarte la vida? ¿Es en serio? ¿Por qué no le das una vuelta al mundo y ves si realmente tu situación es tan mala? ¿Sabes al menos cómo lo pasan las personas que viven en medio de guerras? ¿Cómo se vive en países pobres? ¡Demonios! ¿Por qué las ganas de vivir van en decadencia cada día? Esta sociedad está pudriéndose y la juventud actual es un asco.

—Tú —la interrumpió él con un tono de voz que reflejaba su estupefacción, antes de que Mina continuara con su extraño discurso—. Tú, tú, ¿puedes verme?

Mina enarcó una ceja por demás incrédula ante la cuestión. ¿Había escuchado bien?

—¿Tendría que no hacerlo?

Él negó con la cabeza frenéticamente al tiempo que explicaba.

—No, no deberías. ¿Por qué lo haces? Yo soy la forma materializada del corazón, los sentimientos, lo que es la persona interior de alguien y nadie puede verme, pero tú sí.

El joven terminó de hablar con el rostro iluminándosele, lleno de esperanza. Mina le lanzó una mirada punzante, manteniendo los ojos entrecerrados y algo le quedó muy claro; el sujeto estaba loco. Lo soltó y retrocedió un par de pasos.

—Lamento interrumpirte. Puedes continuar con lo que estabas haciendo, ya me voy.

La rubia se dio la vuelta dispuesta a retirarse, evitando involucrarse más con ese chiflado.

—¡No, espera!

Él escaló la baranda y se puso a salvo del lado de la acera, corrió hacia Mina y se le abalanzó para abrazarla por detrás, rodeando su estómago con sus brazos en tanto se arrodillaba en el suelo, inmovilizándola y sorprendiéndola.

—¿Pero qué rayos? —Gritó ella tomada con la guardia baja—. ¡Suelta, suelta! ¡Loco!

Procuró despegarse de él empujando su rostro sin signo de delicadeza y fuerza hiriente, pero pareciera que sus intentos eran inútiles, porque el tipo no cedió ni un milímetro, pegándosele como una sanguijuela, no mostrando signos de daño.

—Por favor, por favor, tienes que ayudarme —suplicó con voz desesperada—. Mi amo me ha desechado, ha perdido la esperanza de todo en el mundo; se ha colocado una máscara que no le favorece, adoptando un estilo de vida que lo matará. Tienes que ayudarlo.

—Yo no tengo nada que ver con tus problemas imaginarios; déjame en paz, demente —se defendió ella intentando caminar con su peso extra al ver que no lograría quitárselo de encima. ¿Por qué siempre le tocaba tratar con tipos raros?

—Te lo imploro. No puedo pedir ayuda a nadie más; tú puedes verme, eres especial, por favor.

—Ya dije que no, qué necedad.

—¿Amiga?

Mina vio que un par de chicas se le había acercado y la miraban con extrañeza.

—¿Estás bien, amiga? —le preguntó una de ellas frunciendo el ceño.

Rescatando a un CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora