Riesgo

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No tenía sed, la verdad, pero decidí salir otra vez de caza esa noche. Un pequeño atisbo de prevención, aunque sabía que sería insuficiente.

Aizawa vino conmigo. No habíamos estado a solas desde que yo había regresado de Denali. Mientras corríamos por la negrura del bosque, oí que estaba pensando en aquella despedida apresurada de la semana anterior.

En sus recuerdos, vi la mueca de terrible desesperación que me desfiguraba las facciones. Volví a sentir su sorpresa y su repentina preocupación.

«¿Shoto?».

«Tengo que marcharme, Aizawa. Tengo que irme ahora mismo».

«¿Qué ha pasado?».

«Nada. Todavía. Pero lo hará, si me quedo».

Aizawa había alargado entonces la mano hacia mi brazo, y vi el daño que le había causado que me encogiera para retroceder ante ese contacto.

«No lo entiendo».

«¿Alguna vez has...? ¿Te ha pasado alguna vez que...?».

Me vi respirar hondo, vi aquel brillo salvaje en mis ojos a través del filtro de la profunda preocupación de Aizawa.

«¿Ha habido alguna persona, una sola, que te oliese mejor que todas las demás, muchísimo mejor?».

«Oh».

Mi rostro se había hundido por la vergüenza en el momento en que supe que me había comprendido. Él había alargado el brazo para tocarme, haciendo caso omiso cuando yo me había vuelto a encoger, y me había puesto la mano en el hombro.

«Haz lo que debas con tal de resistir, hijo. Te echaré de menos. Toma, llévate mi coche, tiene el depósito lleno».

Ahora se estaba preguntando si entonces había hecho las cosas bien, al decirme que me marchase. Se preguntaba si me había hecho daño con su falta de confianza.

—No —le susurré mientras corría—. Eso era lo que necesitaba. Si me hubieras dicho que me quedase, podría haber traicionado esa confianza con mucha facilidad.

—Siento mucho que estés sufriendo, Shoto, pero deberías hacer cuanto puedas con tal de que él hijo de Midoriya continúe con vida. Aunque eso suponga que te tengas que volver a marchar.

—Lo sé, lo sé.

—¿Por qué has regresado? Sabes lo mucho que me alegra tenerte aquí, pero si esto se vuelve demasiado difícil...

—No me gustaba sentirme como un cobarde —reconocí.

Habíamos ido ralentizando el paso; ahora apenas trotábamos a través de la oscuridad.

—Mejor eso que ponerlo en peligro. Se habrá marchado dentro de un año o dos.

—Tienes razón, y lo sé. —Por el contrario, sus palabras solo sirvieron para generarme más ansias de quedarme: él chico se marcharía dentro de un año o dos...

Aizawa dejó de correr, y me detuve a su lado. Se dio la vuelta para examinar mi expresión.

Pero no vas a huir, ¿verdad?

Me quedé cabizbajo.

¿Es por orgullo, Shoto? No es ninguna vergüenza...

—No, no es el orgullo lo que me retiene aquí. Ahora no.

Sol de Media NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora