Las Invitaciones

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El instituto. Ya no era el purgatorio, ahora había mudado en el mismísimo infierno. Tormento y fuego... Sí, ambos me acompañaban allá donde iba.

Lo hacía todo como se esperaba de mí. Ninguna «i» sin su punto, ninguna «t» sin su cruz. Nadie podría acusarme de eludir mis responsabilidades.

Para complacer a Nana y proteger a los demás, me quedé en Forks. Retomé mi antigua rutina. No cazaba más que el resto. Acudía al instituto a diario y me hacía pasar por humano. Aplicaba el oído a cualquier pensamiento relativo a los Todoroki; nunca había novedades. El chico no compartió con nadie sus sospechas, ni una palabra. Se limitó a repetir la misma historia —yo estaba a su lado y lo había apartado de la trayectoria de la furgoneta— hasta que los fisgones se aburrieron y dejaron de pedir más detalles. No había peligro. Mi precipitado acto no había perjudicado a nadie.

A nadie salvo a mí.

Estaba decidido a alterar el futuro. Tal vez no fuera la aspiración menos ambiciosa del mundo, pero era la única alternativa con la que me veía capaz de vivir.

Ochako sostenía que yo carecía de la capacidad de autocontrol necesaria para mantenerme alejado del chico. Le demostraría que se equivocaba.

Pensé que el primer día sería el más complicado. Antes de que terminara la jornada, estaba seguro de haber acertado. Por desgracia, me equivocaba.

Iba a herir los sentimientos del chico y eso me entristecía. Me consolaba pensando que su dolor sería poco más que un pinchazo

—apenas el insignificante aguijón del rechazo— comparado con el mío. Deku era humano e intuía que yo era algo distinto, un engendro aterrador, un error. Con toda probabilidad, cuando yo lo ignorara y fingiera que no existía, el experimentaría más alivio que dolor.

—Hola, S-Shoto —me saludó el primer día después del accidente en clase de Biología. Empleó un tono afable, amistoso, un giro de ciento ochenta grados respecto a la última vez que habíamos hablado. Podía estar seguro que en su rostro salpicado de estrellas y orbes jaspeita había una sonrisa, sonrisa que me dedicaba a mi, que no merecía ni un apice de consideración.

¿Por qué? ¿Cómo debía interpretar ese cambio? ¿Había olvidado lo sucedido? ¿O concluido tal vez que la imaginación le había jugado una mala pasada? ¿Me habría perdonado por incumplir la promesa de contarle la verdad?

Las preguntas me quemaban como la sed que me asaltaba con cada respiración cuando el estaba cerca.

Solo un instante para mirarlo a los ojos, esos de los que nunca parecía librarme. Lo suficiente para buscar en ellos las respuestas...

No. No podía permitirme ni siquiera eso. No si estaba decidido a cambiar el futuro. No podía dejarme hipnotizar por esos bosques profundos.

Giré levemente la barbilla hacia el sin despegar la vista de la parte frontal del aula. Asentí una vez y volví la cara al frente. Mi máscara de frialdad, perfectamente hecha aunque estar cerca solo me congelase a mi. Un adiós a esas sonrisas capaz de desafíar al gran astro brillante.

Fue la última vez que me dirigió la palabra.

Por la tarde, tan pronto como terminaron las clases y di mi interpretación por concluida, corrí en dirección a Seattle, igual que el día anterior. Tenía la sensación de que manejaba mejor el dolor cuando sobrevolaba la tierra, tan rápido que el paisaje a mi alrededor mudaba en un borrón verde, recordandome sus ojos, ojos que ya no tenia permitido observar.

Aquella carrera pasó a formar parte de mi rutina diaria. La única para soportar mi propia decisión.

¿Lo amaba? No lo creía. Todavía no. Sin embargo, las imágenes del futuro atisbadas por Ochako se habían grabado a fuego en mi retina y ahora comprendía lo cerca que estaba de enamorarme de Izuku. Amarlo sería igual que una caída: un acto que no requiere el menor esfuerzo. En cambio, resistirme a su amor era lo opuesto a caer. Me sentía como un mortal escalando un precipicio centímetro a centímetro, una tarea infinitamente ardua cuando tus fuerzas son exiguas. Tratando de apagar las llamas y el hielo que consumían mi ser, una pelea que no acababa.

Sol de Media NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora