Visiones

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Volví al instituto. Era lo correcto, la manera más discreta de proceder.

Antes de que terminara la jornada, casi todos los demás alumnos habían regresado también a clase. Solo Ojiro, Deku y unos cuantos más —que seguramente usaban el accidente como excusa para hacer novillos— seguían ausentes.

No entendía por qué me costaba tanto cumplir con mi deber. Sin embargo, llevaba toda la tarde apretando los dientes contra el impulso de saltarme las clases yo también para ir en busca del chico.

Igual que un acosador. Igual que un acosador obsesivo. Un vampiro obsesionado al acecho.

Las clases de aquel día se me antojaron —por imposible que fuera— todavía más tediosas si cabe que la semana anterior. Había entrado en coma. El color se había escurrido de los ladrillos, los árboles, el cielo, las caras a mi alrededor... Miraba las grietas que discurrían por el enlucido.

También debería estar cumpliendo con mi deber en un segundo aspecto... y no lo estaba haciendo. Aunque, claro, también se podría considerar una conducta incorrecta, desde otro punto de vista.

Desde la perspectiva de un Todoroki —no solamente un vampiro, sino un Todoroki, el miembro de una familia, lo que suponía un caso excepcional en nuestro mundo—, lo correcto habría sido algo parecido a esto:

Me sorprende verte en clase, Shoto. Me han comentado que has estado involucrado en ese horrible accidente de esta mañana.

Sí, es cierto, señor Banner, pero he tenido suerte. —Sonrisa amistosa—. He salido ileso. Ojalá pudiera decir lo mismo de Ojiro y Deku.

—¿Cómo están?

Tengo entendido que Ojiro está bien... Solamente ha sufrido unos cuantos cortes superficiales a causa del parabrisas roto. En cuanto a Deku, no lo tengo tan claro. —Un ceño turbado—. Es posible que sufra una conmoción cerebral. Me han comentado que deliraba... Incluso veía cosas. Al parecer, los médicos estaban preocupados...

Así debería haberse desarrollado la escena. Eso era lo que le debía a mi familia.

—Me sorprende verte en clase, Shoto. Me han comentado que has estado involucrado en ese horrible accidente de esta mañana.

La sonrisa amistosa brilló por su ausencia.

—No me ha pasado nada.

El señor Banner desplazó el peso de una pierna a otra, incómodo.

—¿Por casualidad sabes cómo están Ojiro Crowley e Izuku Midoriya? Por lo que me han dicho, ha habido heridos.

Me encogí de hombros.

—Ni idea.

El señor Banner carraspeó.

—Ejem, bueno... —dijo. Le falló la voz ante la frialdad de mi mirada.

Se alejó a toda prisa hacia la parte frontal del aula y dio comienzo a la clase.

No había estado bien por mi parte. A menos que se contemplara desde un punto de vista más complejo.

Me parecía tan... tan desconsiderado calumniar al chico por la espalda, sobre todo cuando había demostrado ser más digno de confianza de lo que yo podía soñar. No había pronunciado ni una sola palabra que pudiera ponerme en evidencia, aunque tenía buenas razones para hacerlo. ¿Cómo iba a traicionarlo, si no había hecho nada salvo guardar mi secreto?

Mantuve una conversación casi idéntica con la señora Goff, solo que en español en lugar de en inglés, y Kirishima me dedicó una larga mirada.

Sol de Media NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora