Port Angeles

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Cuando llegué a Port Angeles, descubrí que no podía adentrarme en la ciudad. El sol resplandecía demasiado y seguía en lo alto del cielo y, aunque llevaba las lunas tintadas para protegerme, no había razón para correr riesgos innecesarios. O más riesgos innecesarios, debería decir.

Qué condescendiente había sido en el pasado al juzgar a Eijiro por sus actos irreflexivos o a Tenya por su falta de disciplina. Ahora era yo quien incumplía conscientemente las reglas, con un abandono y una insensatez que, en comparación, convertía sus fallas en nimiedades. Yo solía ser el responsable. Siempre siendo el hijo perfecto en este mundo tan difuso, sin la necesidad de demostrar más emociones de las necesarias, tenía demasiado metido en la piel al chico, el único en lo que durara mi existencia porque vida no era lo que yo tenia, vida era el, la autentica representación con sus rizos verdosos que recordaban a la naturaleza, las pecas cual estrellas en el firmamento, esa piel clara y rosada que indicaba salud y los ojos mas expresivos y dulces del mundo, luceros que se convertían en mi puerto seguro, la ancla que me hacia permanecer cuerdo.

Suspiré.

Estaba seguro de que sería capaz de encontrar los pensamientos de Toga desde la distancia. Los suyos eran más escandalosos que los de Tsuyu, pero, una vez que encontrase a la primera, no tardaría en oír a la segunda. Más tarde, cuando las sombras empezaran a alargarse, podría acercarme más. Salí de la carretera justo antes de entrar a la ciudad y me detuve en un camino que no parecía usarse con demasiada frecuencia. Me llamaba la atención que invitaran a un chico a este tipo de cosas, los chicos normalmente iba separados para ordenar ramilletes en alguna floristería sofisticada y después se irían al cine o, si eran todavía seguidores de los lugares retro, algún arcade.

Sabía en qué dirección buscar: en Port Angeles no había muchas tiendas de vestidos. No tardé en encontrar a Toga, que daba vueltas frente a un espejo tríptico, y entonces vi a Deku en su visión periférica, alabando el vestido negro y largo que su amiga llevaba puesto. El tenia un conjunto oscuro que le sentaba de manera esplendida pero lucía ciertamente incomodo, como si no estuviese acostumbrado a ocupar ese tipo de prendas. Traté de imaginarlo con un traje de color café, una boina ocultando parcialmente sus rizos alborotados y de haber podido mi corazón se hubiese saltado un latido, la imagen mental era sobrecogedora, una belleza.

Deku sigue cabreado, ja, ja. Tsuyu tenía razón, Ojiro es un engreído. Pero no me puedo creer que le haya molestado tanto. Al menos el sabe que tiene una cita asegurada para el baile de fin de curso. ¿Y si Tuoya no se lo pasa bien en el baile del sábado y no me vuelve a pedir salir? ¿Y si le pide a Deku que vaya al baile de fin de curso con él? ¿Pensará que es más guapo que yo? ¿Piensa el que es más guapo que yo? ¿Cree qué por ser chico tiene más posibilidades? ¿Tendré yo, más posibilidades?

—Creo que el azul me gusta más. Te resalta mucho el color de los ojos, el ámbar parece brillar.

Toga le sonrió a Deku con falso afecto mientras lo miraba con suspicacia.

¿Lo piensa de verdad? ¿O quiere que el sábado parezca una vaca? ¿Incluso un chico sabe como combinar colores o solo lo dice porque quiere que haga el ridículo?

Ya me estaba hartando de escuchar a Toga. Busqué a Tsuyu a su alrededor, pero la chica se estaba cambiando de vestido, así que salí a toda prisa de su mente para darle un poco de intimidad. Las mujeres siempre me dieron incomodidad, incluso con mi habilidad era díficil entenderlas. 

Bueno, Deku no podía meterse en muchos líos en unos grandes almacenes. Decidí dejar que hicieran sus compras y volver cuando hubieran acabado. El cielo no tardaría mucho en oscurecerse: las nubes estaban volviendo, flotando a la deriva desde el oeste. Solo alcanzaba a atisbarlas intermitentemente a través de los gruesos árboles, pero sabía que acelerarían la llegada del crepúsculo. Les di la bienvenida, ansiaba sus sombras mucho más de lo que nunca antes las había anhelado. Al día siguiente volvería a sentarme junto a Deku en el instituto, volvería a monopolizar su atención a la hora de comer. Podría hacerle todas las preguntas que me había estado guardando. Podría contar a mi antojo sus pecas, observar sus rizos caer y crear sombras sobre sus ojos verdes, perderme en ese bosque profundo.

Sol de Media NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora