Interrogantes

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La CNN fue la primera en dar la noticia.

Me alegré de que informaran de ello antes de que llegase la hora de ir al instituto. Estaba ansioso por saber cómo contarían los humanos lo sucedido y cuánta atención atraería el suceso. Por suerte, ese día estaba cargado de noticias. Se había producido un terremoto en Sudamérica y un secuestro político en Oriente Medio, así que, al final, el asunto se vio reducido a unos cuantos segundos, unas pocas frases y una fotografía de baja calidad.

«Orlando Calderas Wallace, sospechoso de asesinato buscado en los estados de Texas y Oklahoma, fue detenido anoche en Portland, Oregón, gracias a un chivatazo anónimo. La policía encontró a Wallace inconsciente en un callejón a primera hora de la mañana, a solo unos metros de la comisaría. Los agentes todavía no pueden confirmar si será extraditado a Houston o a Oklahoma City para la celebración del juicio».

La foto era borrosa; era una instantánea policial y en ella el hombre lucía una barba muy espesa. Aunque Izu la viese, era poco probable que lo reconociera. Esperé que eso no sucediera, solo serviría para asustarlo innecesariamente.

—Aquí en el pueblo no se hará mucha cobertura del tema. Lo han detenido demasiado lejos como para que lo consideren de interés local —dijo Ochako—. Ha sido buena idea que Aizawa lo sacara del estado.

Asentí. De todos modos, Izu no veía mucho la televisión, y yo nunca había visto a su padre mirando algo que no fuesen deportes.

Había hecho lo que había podido. Aquella criatura repugnante ya no podría darle caza a nadie y yo no me había convertido en un asesino. Al menos, no recientemente. Había hecho bien en confiar en Aizawa, por mucho que deseara que aquel ser despreciable no hubiese tenido un castigo tan benévolo. Me descubrí deseando que lo extraditaran a Texas, donde la pena de muerte era tan popular.

No. Eso daba igual. Dejaría este tema atrás y me concentraría en lo importante.

Había salido de la habitación de Izu hacía menos de una hora y ya ansiaba volver a verlo.

—Ochako, ¿te importa...?

—Va a conducir Katsuki —me interrumpió—. Se hará el enfadado, pero ya sabes que le encantará tener una excusa para presumir de coche.

Ochako soltó una carcajada musical y yo le sonreí.

—Nos vemos en el instituto.

Cuando suspiró, mi sonrisa se transformó en una mirada fulminante.

Sí, ya lo sé, pensó. Todavía no. Esperaré a que estés preparado para que Deku me conozca. Pero deberías saber que si insisto no es por egoísmo: yo también le caeré bien a el.

Me fui a toda prisa sin contestarle. Era una forma distinta de ver la situación. ¿Querría Izu conocer a Ochako? ¿Tener una amiga vampira?

Conociendo a Izuku, esa idea no le molestaría lo más mínimo.

Fruncí el ceño. Lo que Izuku quería y lo que era mejor para el eran dos cosas muy distintas.

Empecé a sentirme inquieto mientras aparcaba en la entrada de la casa de Izu. El proverbio humano decía que las cosas tenían un aspecto distinto por la mañana, después de haberlas consultado con la almohada. ¿Me vería Izuku de manera distinta bajo la luz mortecina de un día nublado? ¿Sería más o menos siniestro que envuelto en la negrura de la noche? ¿Habría asimilado la verdad mientras dormía y tendría, por fin, miedo de mí?

Sin embargo, aquella noche sus sueños habían sido apacibles. Había pronunciado mi nombre una y otra vez, siempre con una sonrisa. Más de una vez había rogado que me quedara en un murmullo. ¿Acaso eso no significaría nada durante el día?

Sol de Media NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora