9. Y no tienes que cambiar nada, el mundo debe cambiar su corazón

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SCARS TO YOUR BEAUTIFUL ALESSIA CARA

Toco la puerta tres veces y me alejo un poco. Es domingo, dejé mi teléfono en la casa para no recibir ninguna llamada de Cohen y le dije a Priya que vendría acá, que por favor estuviera pendiente a cualquier llamada de emergencia del teléfono de nana.

—Hola mi niña hermosa— Nana me crió, desde que tengo memoria ha sido mi madre sustituta. Es una mujer hermosa de estatura promedio, de descendencia africana con una dulce voz y un don excelente para cocinar.

—Hola nana— le doy un beso en la mejilla y me adentro a la casa de mis padres. Esta todo igual, super minimalista sin fotos familiares solo el gigante cuadro de todos nosotros en la entrada vestidos de azul marino.

—¿Qué es lo que pasa, quien murió?— pregunto mientras me quito el abrigo

—Nadie por dios, ¿como crees?— responde con su linda sonrisa. Tengo que preguntar, ¿porque otra razón mamá nos mandaría a llamar a las tres un domingo cualquiera, sin avisar dos meses antes y/o pedirme que rebajara dos o tres kilos?

—Por fin llego mi bebé— miro atrás para asegurarme que es a mi y camino a ella.

—Madre— trato de sonreír pero me sale mueca, esta casa no trae ningún bonito recuerdo. Mamá me mira de arriba abajo, tengo un vestido de mangas largas rosado, con escote en u, y un collar de perlas, mi cabello negro me hace distinguir de mi familia rubia.

—Veo que sigues haciendo postres— su comentario no me sorprende pero tampoco sale desapercibido. No digo nada y asiento.

—Martinica ven a saludar a tu padre— mamá me guía al estudio de mi padre, mis hermanas se encuentran ahí también, sentadas rectamente en un sofá de cuero marrón, rodeadas de todos los libros que siempre dude que mi padre se leyera alguna vez.

—Hija que bueno que estas aquí, te extrañamos para el cumpleaños de San Lucia— mi padre esta vestido de forma casual, pero aun así es un hombre clásico, su cabello, su barba, sus ojos marrones, tez blanca, es un hombre de negocios, alto con un carácter bastante fuerte.

—Dominica, Monserrat— levanto mi mano para indicar saludo y me siento al lado de mi padre. Tomo un vaso y lo lleno del whisky, si no lo hago muy probable no dure el día aquí.

—¿Tan temprano bebiendo?— Dominica comenta, es la mayor de las tres.

—¿Donde esta Bolivio?—Le pregunto cortándola, que se encargue de su marido que para eso se casó.

—Él esta bien, cuidando de los gemelos ya sabes como se ponen— en su mano el grandísimo diamante que no duda nunca en mostrar.

—¿Y el mayor?— la verdad son muchos sobrinos, Montserrat tiene dos, y Dominica tiene tres o cuatro.

—¿Wesley o Hope?—

—Diablos, ¿cuantos hijos tienes?— pongo cara de asco, pero su cara neutral nunca cambia

—A tu edad ya estaba comprometida— responde Monserrat. Esta vestida de un mono blanco y su cabello rubio en un moño, ahora camina por la habitación con una botella de agua en la mano.

—Compromiso que linda palabra— mi tono sarcástico no pasa desapercibido, tomo un sorbo de mi trago. Mi padre prende un puro y yo prendo un cigarrillo, abrimos las ventanas.

—Es cierto, estas escapando de algo que sabes te tocara— Dominica responde, siento a veces que soy la cenicienta y ellas las hermanastras crueles que hacen mi vida miserable.

—Papá, ya hablamos de eso— inhalo el humo y lo dejo salir despacio.

—Aunque no seas virgen y ya tengas tu carrera necesito expandir mis negocios en el caribe— mi padre es del sur del caribe, sus padres de Europa pero concebido en San Vicente y las Granadinas.

Martina Kinaw (RSC #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora