1. Ni un amigo nuevo, ni una herida.

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TKN ROSALIA FT TRAVIS SCOTT

—No es mi culpa que no tengas responsabilidades— la música del bar no me deja oír bien su tono al decir esas palabras pero ya me siento cabreada. Me he maquillado excelentemente bien, mi cabello está recién teñido, se me ha ido un maldito riñón para que esté perfectamente negro y la maldita de mi hermana no puede dormir a su hija con nyquil para salir a disfrutar un poco conmigo después de toda la mierda que me ha pasado en este mes. Tampoco es que esperaba más de ella, ni que la quería aquí. Solo tiento a la suerte, por que leí mi horóscopo que trate cosas nuevas y eso.

—Eres una perra de mierda tú y Dominica— Mis hermanas se creen mejores, solo porque tienen sus vidas resueltas, tienen hijos y casas y el apoyo incondicional de mis padres. Yo apenas acabo de salir de la etapa de la "oveja negra", me acabo de graduar de artes culinarias y con mi peso cualquiera diría que hago los mejores postres del mundo, pero la verdad es que no es verdad.

—Martinica tengo un hijo y una hija, no puedo salir a un bar a estas horas de la noche— Ese era el problema de tener hijos con personas que no te querían, por darle gusto a personas que no te quieren tampoco. Mis padres seleccionaron cuidadosamente a los maridos de mis hermanas y estoy segura de que pronto alguien se va a aparecer en mi puerta diciéndome que me ama y que soy el amor de su vida, aunque deba de perder peso.

—Yo también tengo responsabilidades Monserrat, pero como mis hermanas pensé que podrían apoyarme, no tengo muchas amigas y de verdad— me corta la llamada, limpio los rastros de lágrimas que se comienzan a formar y miro al cielo. Está despejado, sin una estrella, eso significa que nada interesante pasara hoy.

¿Que historia que conozcas comienza con un cielo despejado?

—Solo busca alguien a quien follarte y listo, no le des tanta mente al asunto— Mi mejor amiga Priya me mira, me agarra de los brazos y me hamaquea un poco tratando de sacar toda esa negatividad de mí. Mi familia es bastante negativa y también lo soy yo.

Pero es normal ¿no?, fui la última en nacer, mi padre quería que fuera su salvación, que fuera un varón, un macho y terminé siendo una hembra. Quisieron ocultar su decepción metiéndome libros de abogacía por los ojos mientras yo me metía bizcochos de chocolate por la boca. Tenía una gran diferencia de edad con mis hermanas mayores. Dominica, me llevaba 15 años, y Monserrat 7, ya cuando tenía 10 nadie quería jugar muñecas conmigo, ni tomar él te.

No tenía primas ni vecinas cercanas a mi edad. Hasta que los santos escucharon mis plegarias y llegó Priya a mi vida y aquí estamos en un bar para bichos raros. Todos, y cuando digo todos, es todos, tienen pinta tenebrosa y nosotras dos desencajábamos. Pryia con un vestido corto rojo y yo llevaba un vestido casual largo de color naranja pálido de seda. Estamos del otro lado de la ciudad, en un bar nuevo que Priya había sacado de un post de Instagram. Me acercó a la barra y pido dos tragos, miro cuidadosamente mientras el chico los hace, no estoy paranoica pero tampoco quiero ser violada, mutilada y vendida por partes en la Deep web.

—¿Puedes poner de tu parte? — sus ojos verdosos me miran con reproche.

—Estando aquí, estoy poniendo de mi parte— le respondo.

La noche se mejora, definitivamente lo hace. Los tragos hacen de su parte, comenzamos a bailar, comienzo a sentirme más como yo, más como la Martina que conquista y no la Martinica que es conquistada. Me acerco a la barra y sin querer choco con un chico, es alto, más que yo, pero tampoco es que soy un palo de luz. La luz del bar es tenue, a esta hora la música ha bajado mucho ósea que es más fácil escuchar. El chico es todo un dios, sus labios carnosos se salen de su esculpida cara me saca el aliento por un momento, sus ojos negros como el carbón y su cabello un poco largo del mismo color mal peinado.

—Lo lamento—Me disculpo con el chico cuando veo que parte de su trago cae en su sudadera. ¿Pero quién diablos viene en sudadera a un bar? Me rio un poco por la incoherencia. El chico me mira, de arriba abajo sin pudor y no dice nada. Este chico me está juzgando y cuando la gente hace eso pierde el encanto, ya hasta lo estoy viendo feo.

—Que mierda de noche— se queja su amigo, es rubio y ni lo había notado. Es lindo, alto, y blah, blah, blah. Comienzo a pedir el trago de Priya y mío y no puedo evitar comerme la conversación. Para hacer la historia corta el pelinegro tenía una cita a ciegas con una candente chica, pero se quedó esperándola. El rubio consiguió una pareja para follar y el pelinegro no quiere tener que regresar a casa a escuchar los gritos de Marcos, el rubio.

—¿Terminaste de escuchar toda nuestra conversación o hay algo que quieras preguntar? — el pelinegro me mira, su amigo ha desaparecido. Quería decirle que no era mi intención haber estado espiando, pero me exploto de la risa, es decir tengo el trago mío más de el de Priya que me bebí aquí sentada mientras oía su conversación.

—Lo lamento tanto, oír conversaciones ajenas se ha convertido en mi nuevo pasatiempo— me trato de componer, pero no puedo dejar de sonreír. Parece que mi sonrisa es contagiosa porque él también sonríe por primera vez en la noche, o en la hora que he estado sentada acá.

—Soy Cohen— el chico que ahora tiene nombre saca su mano de la sudadera y esta llega a mí. Es larga, grande y bastante pálida, todos los pensamientos sucios que pasan por mi mente me hacen sonrojar por un momento.

—Martina— su sonrisa se ensancha, me rio por todo el alcohol en mi sistema. Inconscientemente me acerco más a él, y él se acerca más a mí. Hablamos de cosas triviales, creo que es de lo que se habla cuando no se conoce a alguien, tampoco lo quiero conocer, es decir, se ve como un chico bastante lindo, pero, sí, pero, siempre hay un pero y mis peros son muchos y tienen nombres y apellidos.

Me dieron ganas de preguntarle sobre su cita a ciegas, pero no lo hice. Cohen no preguntó nada personal y yo me fui por la misma línea. De un momento a otro su boca estaba sobre la mía, no era delicado ni nada parecido, parecía como si era su primer beso en mucho tiempo y me gustaba. Agarró mi cabello por la parte de atrás y atraía mi nuca hacia él como si quisiera pegarla más, cosa imposible por el espacio limitado. Sus besos sabían a gloria y a cerveza alemana, la más barata de las cervezas. Su lengua pedía con urgencia entrar pero nunca fui del tipo de dar escenitas en sitios públicos, me parecen asquerosas y de baja clase.

—¿Quieres ir a un lugar más callado? — Damas y caballeros mi noche se ha vuelto aún mejor.

—Vine con una amiga, ¿me das un momento? — no le doy tiempo de responder. Rápidamente le escribo a Priya que me escribe que se fue a nuestro piso ya que me había visto con Cohen y no quería molestar. Dios mío, Priya es perfecta.

—Vámonos— susurró acercándome a él. Antes de caminar se acerca a mi y me besa desesperadamente. Agarra mi cintura encontrándose de seguro con par de rollitos pero no me importa, me aprieta y gime en mi boca. Sonríe y yo de paso, Cohen es bastante sexy, tomo su mano y el me arrastra a fuera del bar. Caminamos de la mano, como si tuviéramos años conociéndonos o al menos meses en una relación estable. Estamos bastante cerca, puedo oler su perfume con claridad, me aferro a su brazo y de vez en cuando lo miro solo para asegurarme que esta ahí, de que es real.

Al llegar a su piso, máximo10 minutos caminando del bar a donde estamos ahora, le doy un vistazo. Es bastante grande, decorado de grises, azules, verdes, nada en concreto pero con piso de caoba. La boca de Cohen comienza con mi cuello, muerde, chupa, lame por todos lados. Murmuro su nombre porque no se que más hacer, la ropa comienza a sobrar. Despacio, sin prisa, no me gusta así, esos son los más difíciles de olvidar. 

Cohen me mueve a su habitación, cierra la puerta y me empuja a la cama. Mientras lo miro, aún con mi vestido puesto y solo una lámpara de noche encendida él se quita la sudadera y sus jeans negros. Su cuerpo es gloria divina para mi, lleno de tatuajes peligrosos para mi corazón. Mi boca se seca, mis manos no evitan moverse por mis pechos. Cohen se tira encima mío sin aplastarme y se que he perdido la pelea esta noche.

Al terminar, cuando ya no podemos más, cuando él duerme plácidamente pero yo no puedo pegar ojo, me limpio en su baño, me aseguro de que este dormido. Paso mi mano por su sedoso pero sudado cabello y sus predominantes labios y me largo como alma que lleva el diablo. 

No me quedo, nunca lo hago. 

No estoy lista para ni un amigo nuevo, ni una herida.

Martina Kinaw (RSC #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora