2. Sé que duele sonreír pero lo intentas

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IN YOUR EYES THE WEEKND

—Bienvenida a Copacana, encajaras perfectamente aquí Martina— encajar, me encanta encajar, nunca he encajado en nada es decir mírenme, bueno no pueden pero si lo hacen verían a una chica alta, rellena de negatividad, grasa, buenas y malas vibras, cabello largo teñido de negro. Ojos marrones, agradecida de mi nariz perfilada y mis delicados labios. A pesar de tener unas libras de más no me quejo.

Hoy es un día bueno, más bien una buena noche. Acabo de firmar contrato en este restaurante cinco estrella, Copacana. Esta en el centro de la ciudad, con personas elegantes que entran y salen en todo momento, siempre fue mi sueño desde que comencé a estudiar artes culinarias hace cuatro años hasta que termine la maestría hace par de meses. Sus platos son magníficos, creados por los mismos dioses del arte de la cocina. El ratón de ratatouille le queda chiquito a los chefs de Copacana. 

Aquí solo entran los mejores chefs y cocineros del mundo o bueno de Nueva Orleans. Para entrar tuve que sobresalir en calificaciones, buscar más de 6 referencias y mis cinco años de experiencia fueron solo la cereza del elaborado pastel. Lamentablemente debo decir que tuve que usar mi apellido Kinaw para una oportunidad de entrevista de la plaza.

Trabajaré medio turno de noche, de 6pm a 12pm. Es excelente, en las mañanas puedo descansar y estar en mi piso sin hacer absolutamente nada y en las noche puedo cocinar como una perra. Lo que me encanta porque no tengo aspiraciones en la vida, ni nada más que aportar a este mundo. Y todas las películas y series que agregué a mi lista de Netflix no se verán solas. 

No tengo hijos que criar ni esposo que mantener a mis 24 años puedo decir que estoy bien.

—Martinica si quieres puedes comenzar hoy, un chico renuncio ayer y nos faltan manos— Un pelirojo habló, en Copacana no habían muchos cocineros, si algo te obligaban a aprender en la escuela de cocina era la jerarquía. No todos lo que estaban en la cocina eran chefs, habían tres categorías donde podías caer al entrar a la cocina que te daban poder en el cielo. Chef Steward o ángel , Chef de Partie o mano derecha o Chef equivalente a dios, yo había caído en una simple cocinera o simple mortal pero había podido entrar al juego que era más de lo que podía pedir.

—Lo siento, me entregan mi uniforme el viernes, pero no puedo esperar a comenzar— realmente estoy emocionada no puedo esperar. Pongo mi cabello en una coleta y después de despedirme de todos salgo por la puerta trasera. Entro a mi auto y conduzco hasta mi piso en silencio, al llegar me encuentro con Priya tomando una cerveza.

—¡Felicidades Martina!— me grita dando un salto hacia mi. Esta en su pijama favorita rosada no se la quita por nada del mundo. Somos tan diferentes, ella es una morena de baja estatura con un mal carácter que ama todo lo dulce y es más flaca que un palo de luz.

—Gracias Priya— le sonrió sinceramente.

—No puedo creer que por fin entraras— nos sentamos en el mueble, frente a la televisión. Ella esta por décima vez tirándose un capitulo de las Kardashians y en la mesa una de las comidas preparadas de la semana. En esta casa no se come afuera, es decir todo se prepara acá o no se come nada, ella sabe cocinar y obviamente yo también. Me quito los zapatos y me acomodo tomando una cerveza y bebiendo hasta que tengo que eructar.

—Yo tampoco, estoy tan feliz que no lo creo— digo, y la verdad no lo creo. Cosas buenas solo pasa si las dejas pasar y yo no recuerdo la ultima vez que algo bueno me paso.

—¿Ya llamaste a nana?— pregunta. Niego con la cabeza y entro a mis mensajes, le comienzo a textear.

—Poco a poco veras como todo encajara y serás la mejor versión de ti amor— nunca hablamos de mi peso, y cuando ella habla de la mejor versión de mi no habla de eso tampoco. O eso creo. Me rio por mi comentario fuera de lugar y ella ríe conmigo.

—Cuando digo eso hablo en lo monetario, se que siempre has dependido de la escoria de tu familia y se lo difícil que ha sido probarles que eres suficiente pero lo eres y eso es suficiente Martina— le sonrió.

—Lo sé Pri—le sonrió, pero me duele. Mucho. Y la verdad es que no lo soy y eso esta bien.

......

Me miro en el espejo por tercera vez antes de sonreír como una psicopata, estoy nerviosa. Hoy conoceré a mi equipo, a mi chef de mando y a mi grupo y no puedo con los nervios. No pude pegar un ojo anoche ni un bocado hoy y eso es mucho decir. Entro por la puerta de empleados y pongo mi dedo para indicar que he llegado.

—Hola soy Martinica Kinaw, pero me pueden decir Martina— digo. La señora no se ve tan mayor pero no tan joven, me acerca a un grupo de personas, todos tenemos el mismo uniforme negro y la señora blanco.

—Chicos ella es la cocinera Martina— dice. Es baja estatura o para mi y su uniforme la hace ver más rellena de lo que posiblemente es.

—Martina soy la Chef Cristal, estos son George, Flor, Maurice y Tami somos los encargados de comidas saladas y arroces— dice bastante rápido pero puedo ver sus caras todos están sonriendo lo que me da paz.

—¿Alguna pregunta?— Niego con la cabeza

—Tami es la que esta a cargo de explicarte todo por las próxima semana, eres su aprendiz si tomas el piso rápido estarás de tu cuenta rápido—hace una oración rápida y separa el grupo. Tami me toma del brazo y se acerca a su área de trabajo. Comienza a explicarme como es la temática las ordenes llegan y cada uno elege que hacer de las mesas, las bandejas se posicionan y los platos correspondientes también.

Llego un momento donde no sabia que hacer, la armonía era tan perfecta que no encajaba en nada. La ansiedad que comenzaba a tener se hacia presente y mi jefa parecía notarlo.

—¿Me das una mano?—dijo al verme parada sin hacer nada. Me paso una nota verde que decía rissotto de camarones blancos al vino. Sonreí un poco y asentí. Comencé a picar los camarones y a hervirlos, entre en una burbuja mientras cocinaba y me recordé cuando mi nana decía que si haces las cosas con amor sabrán mucho mejor.

 Y era real, en todas mis clases aplicaba esa receta y siempre sacaba las mejores notas a pesar de no llevarme bien con algunos profesores o de diferir en algunos pensamientos la comida me alegraba y me unía a todos. Mi familia no dejaba que cocinara para ellos, solo Monserrat dejo que lo hiciera para Lucia, mi sobrina, una sola vez y no le encanto ni lo agradeció pero fue un buen comienzo.

—Listo— dije mientras lo ponía en su bandeja. Lo vi salir de la cocina y quería llorar de la felicidad. Mi primer plato pago, mi primera degustación. No pasaron ni diez minutos cuando el mismo camarero que se llevo mi plato volvió.

—¿Quien fue que hizo el plato de la mesa número 6?— dijo.

—¿Cuál de todos, eran como 8 platos?— La chef Cristal le preguntó, en la cocina habían tres chefs encargados. Cristal, Homero y Greta.

—El risotto de camarones— se exasperó, estos camareros eran bastante mal hablados con nosotros pero con los clientes todo un amor, era increíble lo desgraciados que se convertían al cruzar las puertas.

—Fue la cocinera nueva— todos me miraron a mi, y me hice pequeña por un momento a pesar de no serlo. Destacaba a millones, mi uniforme negro grande, mi cabello negro, mis uñas negras mis manos comenzaron a sudar y no podía tragar.

—Fue un placer chicos, de verdad que fue un placer conocerlos a todos— todos rieron, hasta la chef amargada del otro equipo lo hizo, tenia que aligerar el ambiente o sino vomitaría.

—Dijeron que les encanto quieren darles las gracias al chef— el silencio se hizo presente. No saldría para nada eso era una falta de respeto a mi chef, yo solo era una simple cocinera aunque estaba encantada con la oferta y estaba derramando lagrimas de alegría no lo haría por todo el dinero del mundo. jamás.

—Vaya usted, tranquila además de que solo ayude— dije realmente, humildad primero y más en mi primer día acá.

—No para nada, ve, toma tus cinco minutos de fama tengo trabajo acá—

—¿Enserio?— pregunte otra vez

—Si— ella sonrió, mire a Tami y tenia sus dos pulgares arriba sonriendo abiertamente todos me miraban neutral así que arregle mi uniforme y salí, por las puertas grandes salí, sin importar como me veía salí, sin importar lo que pasara, salí, sin mirar atrás, salí.

Martina Kinaw (RSC #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora