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00:01 hrs, estaba sentado en una silla de plástico incomoda, Kenma estaba durmiendo plácidamente, se veía tranquilo y neutro tenía ambos brazos vendados, la enfermera había dado su última ronda para irse a su estación, todo era silencio combinado con el maldito sonido de las máquinas.

La escena era bastante simple: habitación crema, lugar tibio, silencio,  olor a sanitizante a granel, la luz tenue de la lámpara de Kenma iluminando su parte izquierda, más la luz del pasillo, yo inmutado, sintiendo dolor, tristeza y rabia.

Tenía dolor de cabeza, de estómago y la garganta seca, me recordaba hace unos segundos en el baño tallando de forma compulsiva su sangre de mis manos, llorando y ahogando gritos, mientras me preguntaba en el espejo por qué.

En el baño quería golpear todo, la pared, las sillas, aventar todo, quería ir a la azotea a gritar y llorar todo, sacarlo todo... Pero estaba ahí ahogandolo con un nudo en la garganta que me impedía tragar mi propia saliva y unas náuseas increíbles, que sabía que no vomitaria nada, ya me lo había intentado provocar sin éxito alguno.

Me paré y me senté en la orilla de la cama, estaba con suero y sangre, la doctora me había dicho que debía hablar con un profesional, me dió tres tarjetas: la de un psiquiatra, una psicóloga y una clínica. ¿Debía internarlo para que Kenma se sentiera mejor?  No lo sabía, tomé su mano, estaba helada y la besé levemente.

Puse mi mejilla en su mano y empecé a llorar como un niño pequeño, indefenso, tenía miedo, de perderlo, de amanecer y no ver sus ojos de gato, su tranquilidad, su silencio y sus ruidos. ¿Qué pensaba? ¿Tan siquiera pensó en mí?  ¿Pensó en cómo me sentiría al respecto?

—¿por qué? Dime... ¿Qué te ha hecho sentir así? Si quieres que me vaya de tu lado lo haré... Solo tomaré mi ropa y me iré... Sí soy yo el que te hace sentir triste... No te vayas... ¿Por qué lo hiciste? Kenma... Applepi... No te vayas... Eres mi todo... Haré lo me digas... Todo... Incluso si quieres que desaparezca de tu vida... Pero no te mueras... — sollozaba repitiendo lo mismo, ¿él podría escucharme?  No lo sabía.

Me quedé dormido en su regazo, hasta que la enfermera me levantó a hacer su revisión, eran las 04:30 hrs, me amonestó por la inconsiencia de mi acto, asentí y me disculpé.

En lo que le hacía el chequeo aproveché para ir al baño y tomar un café hacia bastante frío en el hospital y no cargué ni siquiera con mi sacó, Kenma estaba tibio.

***

Cuando llegamos a casa Kenma se fue directo a la cama, no me dirigió la palabra ni me miró cuando despertó, ni cuando llegamos al auto, me ignoró completamente, había silencio, un maldito y despreciable silencio incómodo, no me lanzaba miradas asesinas ni nada, cuando se levantó, yo estaba durmiendo en esa maldita silla incómoda, pedí unos días de trabajo, comentando que mi novio había sufrido un accidente, tres días no me dan nada para arreglar.

Cuando llegué al baño había tintura roja en el piso y aún estaba el agua con la sangre, olía a sangre, las náuseas inmediatamente me llenaron y corrí al inodoro a vomitar, el olor me daba asco, empezaba a temblar nuevamente, empecé a llorar.

Me quedé aproximadamente media hora sentado aún lado de la taza llorando desconcertado por lo acontecido el día de ayer, tiré de la cadena y me dirigí a la tina para que se drenara el agua.

Limpié el baño a conciencia, quedó como si nada hubiera pasado, o eso creía yo, me metí a bañar lo mas rápido posible, no podía estar en el baño tranquilamente ahora, el recuerdo se reproducía haciéndome sentir cada vez más enfermo.

Cuando salí, estaba Kenma hecho bola en la cama llorando, tenía el nudo, quise hablar haciendo que se saliera la voz desafinada, hice un intento fallido de aclararme la garganta y por fin salió.

—Kenma... Tenemos que hablar de lo que pasó. — Dije mientras me acercaban a él, que se aferraba por tener las sábanas, pase mi mano por lo que sería su hombro, esperé unos segundos para no titubear. —¿quieres que me vaya? ¿Por qué lo hiciste? Sé que no quieres contarmelo... O hablar ahora... No sé qué pensar ¿de verdad qui... — Paré, no quería decirlo porque me rompería — quieres morirte? Tan mala es tu vida conmigo que tienes que morirte? — expresé llorando, estaba abrumado y triste.

Kenma estuvo en silencio, era obvio que no quería hablar, era un idiota haciéndole recordar ese hecho, un idiota egoísta... No sabía qué hacer, el llanto no paraba, su silencio para mí decía que no confiaba lo suficientemente en mi para contarme, me limpié las lágrimas y me iba a levantar cuando su mano jalo mi playera.

Lo miré desconcertado, Kenma estaba viendo el suelo, esa mirada era triste y estaba vacía, sus ojos para mí eran primavera ahora me daban invierno, parecía que no me podía dar calor solo frío.

—Kuro... Yo... Uhm... Lo siento... — logró decir con la voz entrecortada y la mirada cristalina, me abrazó y empezó a llorar más fuerte. — Kuro, ya no quiero estar aquí... Me cuesta estar despertarme y sentir esta pesadez y vacío... Me cuesta hacer lo que hago... Ya no quiero ser una carga para ti... ¿Sabes? Ya no quiero detenerte a ti, a todos a mi alrededor, estorbando...— Expresó llorando, sin soltar mi pecho, yo no entendía la razón por la que se sentía así, me sentía tan miserable por no poder comprender. —El mundo... Tú... Todos estarían mejor sin mí, sé que es una estupidez pero... Nada cambia con mi presencia... Tú puedes conseguirte a otra pareja y ser feliz... Los demás otros socios o amigos... No me necesitan y no creo ser necesario... —
Tomé su rostro, yo no entendía el por qué pero me rompió el corazón escucharlo.

Me quedé en silencio escuchando cada una de sus palabras hasta que por fin, creo yo, sacó todo, me miró esperando una respuesta, lo único que hice fue besar su frente.

—Perdón. — murmuré  sin dejar mis labios de su piel. — Perdón por hacerte sentir importante, por no haberte prestado atención... Por hacerte sentir vacío... Yo... Kenma... Te amo más que a mi propia vida... — Lo abracé y no dije nada más, el silencio se empezó a hacer íntimo, ya no hacía falta decir más, al parecer no me había dicho la verdadera razón pero se sentía reconfortado... Ya estaba durmiendo nuevamente en mis brazos. Por ahora debía esperar a que ambos estuviéramos tranquilos para hablar de lo que va a suceder.

El invierno de tus ojos. Kuroken. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora